• José María Pérez Gay
  • 30 Mayo 2013
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Por: José María Pérez Gay (1944-2013)


La quimera del caucho

Napoleón III, urgido por la necesidad de un equilibrio en Indochina rescató a los khmer del doble sometimiento. Mientras sus ejércitos preparaban la invasión a México, el mariscal Cherner notificaba a rey de los khmer, Norodom, que su gobierno había decidido permanecer en Indochina, y que la ayuda de Camboya sería indispensable. Tres años más tarde, en 1864, el reino de Camboya pasaba a ser, ante el asombro de Siam, un protectorado francés. Francia tenía entonces una clara estrategia colonial: imponer una zona tope entre Vietnam y Tailandia, detener el avance británico en la región y asegurar el delta del Mekong. El reino de Camboya, enorme territorio político, va siendo paulatinamente captado por el aprovechamiento económico de los frances, que luchan entre si para quedarse con las tierras recién descubiertas. De uno a otro punto del litoral se tienden poco a poco las líneas de colonización, y de Vietnam hacia el interior de Camboya avanzan los agrimensores de la frontera económica. El país de los khmer era entonces, popularmente hablando, tierra ignota; los ejércitos franceses se vieron sorprendidos por una resistencia nacional, miles de bandidos y guerrilleros salieron entonces de sus escondites, se jugaron todo en escaramuzas y emboscadas y no dieron respiro a sus enemigos. Así, muchos siglos después, el orgullo khmer renacía con una violencia insospechada. A tal grado que el gobernador general de la Conchinchina, el mariscal Ledeux, remontó el Mekong en barco, de Saigón a Phom Penh, para pacificar la revuelta, sus botes cañoneros abrieron fuego una mañana de junio de 1884 contra el palacio del rey Norodom, y lo obligaron a firmar un convenio que convertía a Camboya, de hecho, en una colonia. El protectorado había sido sólo caldo en el cultivo de la subversión.

 

Al cambiar el siglo Camboya era ya una colonia francesa. Sin embargo, los franceses no lograron nunca doblegarlos: establecieron la lengua francesa como idioma obligatorio; ordenaron que todo súbdito se hiciera de un apellido y dividieron la sociedad en tres clases: hombres libres, siervos y esclavos. Sólo los monjes budistas, los bramanes y los mandarines fueron una excepción. En enero de 1916, cincuenta mil campesinos llegan a Phom Penh protestando contra los impuestos coloniales; informes franceses narran que en el año de 1920 un campesino khmer pagaba tres veces más impuestos que un campesino vietnamita. El caucho, que aparece en el norte, atrae las energías colonialistas. Súbitamente levantaron plantíos en Battam Bang y Kampong Chang, llevaron trabajadores vietnamitas a los campos. La primera guerra mundial trae como de costumbre, una bonanza pasajera. Toda la producción se exportó a Europa, los khmer no recibieron ningún beneficio de la nueva explotación. El caucho nació en el corazón de Camboya, casi sin medios de comunicación, en las selvas de Pursat, donde miles de vietnamitas entraban dando tajos para recoger en los troncos el sudor de los árboles. En la misma medida en que el caucho plantado va minando al caucho silvestre, el desempleo se extiende como una plaga incontrolable. Holandeses y británicos irrumpen en el mercado con su nuevo artículo. Mientras tanto Francia se negaba a industrializar el país, no invirtió nunca en la infraestructura o la educación. Todas las comunicaciones tenían un punto clave, la ciudad de Saigon, Camboya no tuvo nunca en la colonia un puerto marino, algunas zonas eran sólo accesibles desde Vietnam.


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