• José María Pérez Gay
  • 30 Mayo 2013
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Por: José María Pérez Gay (1944-2013)


Cifrando el holocausto

 

La catástrofe se presentó en forma de hambrunas. Cientos de miles sucumbieron al hambre y las enfermedades. A finales de 1976, Pol Pot prohibió la medicina occidental; no existían medicamentos y las hierbas tradicionales no servían. El ochenta por ciento de la población sufría de paludismo. Contra su voluntad, tuvieron que importar quinina de Pekín. Radio Phom Penh llamaba a la siembra: "El arroz significa mañana acero y fábricas, energía y tractores". La cosecha de 1976 fue escasa; pero al verano del año siguiente cada persona recibía novecientos gramos de arroz. Un descomunal esfuerzo colectivo debió haber mejorado la siembra; el khmer rojo se proponía transformar de raíz el sistema agrícola de la nación la civilización de Angkor les servía de ejemplo. Había controlado las aguas en un espacio donde las lluvias del Monsun eran torrenciales, pero breves; había construido canales y presas, impedido las inundaciones y aumentado la producción de arroz. No faltó entonces trabajo ni alimentos para todos. Khieu Samphan escribía en su disertación doctoral que en la civilización de Angkor la producción agrícola había hecho posible las ciudades; ahora se trataba de que hiciera posible la futura industrialización. Pero la ideología les ganó en todo momento. La creación del hombre nuevo era más importante que la economía. El viejo y corrupto individualismo occidental debía desaparecer en favor de la colectividad. Sin embargo, la instrucción y el adoctrinamiento impartido por adolescentes de quince años era tan absurda como ineficaz. El 27 de septiembre de 1976 Pol Pot renuncia a la presidencia y desaparece. Un año después dan comienzo las purgas dentro del partido. Un decreto de Pot ordenaba destruir y eliminar a los agentes de la CIA y a los de la KGB: "Aún cuando sacrifiquemos a un millón de militantes, nuestro partido debe limpiarse. Hay que destruir a los agentes vietnamitas infiltrados en nuestras filas, a los espías estadunidenses que sabotean nuestro proyecto". Por agentes extranjeros Pol Pot entendía los jefes regionales, una suerte de caciques o jefes de las zonas militares más importantes del país, que ejercían un poder ilimitado sobre la organización del partido y las tropas. Desde la buscada clandestinidad, Pot fue eliminándolos uno a uno. Hu Nim, el último de los estudiantes moderados, fue detenido y llevado a la prisión de Toul Sleng. Allí le arrancaron la confesión. Se acusaba a si mismo y declaraba ser la cabeza de una conspiración masiva. El 23 de septiembre de 1977, Pol Pot regresó a Phom Penh y se autonombró primer ministro. después de treinta meses de hegemonía de Angka, dio a conocer la existencia del Partido Comunista de Kampuchea.

 

Kampuchea ha sido el gran pudridero de nuestra historia más reciente. Su crónica se inscribe en los anales del terror contemporáneo. Allí se dieron cita puntualmente los intereses más diversos. En diciembre de 1978, Pol Pot había exterminado al sesenta por ciento de su personal administrativo. Sin embargo, las cifras terminan por no decirnos nada. De los siete millones de habitantes que vivían el año de 1978 en la tierra de los khmer, sobrevivieron sólo tres millones. Ahora no hay en Kampuchea tradición o escrito que recuerden su pasado. La primera guerra entre países socialistas, el encuentro entre China y Vietnam, llevó a las tropas vietnamitas a liquidar el régimen de Pol Pot. El 7 de enero de 1979 los ejércitos de Hanoi ocuparon Phom Penh por enésima vez. El príncipe Sihanouk salió un día antes rumbo a Pekín. Khieu Samphan salvó la vida milagrosamente. El khmer rojo o lo que de ellos quedó, se refugió en la jungla. Una frase del ministro chino, Deng Xiaoping, resume nítidamente esta historia: "No importa el color ideológico de un gato, mientras pueda devorar a los ratones".

 

P.D.

Esa estadística del terror encuentra su último dato en los descubrimientos del 10 de septiembre de 1982. En la provincia de Kandal se encontraron más de mil cuatrocientas fosas comunes. Se calcula que contienen los restos de unas cincuenta y cuatro mil personas. En Svay Rieng, cincuenta kilómetros al sudeste de Phom Penh, se hallaron también setecientas fosas comunes que guardan los restos de treinta y ocho mil individuos. Todas las víctimas fueron asesinadas, al parecer, con garrotes o heridas a cuchillo.


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