• Por Miguel Ángel Domínguez
  • 06 Diciembre 2012
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Por Miguel Ángel Domínguez

Atlixco, Puebla. 29 de Noviembre del 2012. José Antonio Escalona y Minerva Martínez tienen cuatro semanas de casados. Una de las condiciones de la joven mujer para aceptar el matrimonio fue la de establecerse en Atlixco, y por dos razones: aquí trabaja y el clima es inmejorable.

Pero pronto se encontraron un problema: dónde vivir con costos accesibles a sus ingresos y con las condiciones de servicios públicos indispensables para una vida urbana digna.

Yo los escucho y recuerdo lo que me han dicho recientemente funcionarios municipales: no existe ordenamiento ecológico en Atlixco; falta infraestructura, comunicaciones y servicios en la urbe y en las comunidades; han imperado los cabildazos para cambiar al mayoreo usos de suelo.

Simplemente desorden, abusos, caos.

José Antonio y Minerva buscaron en Google una casa en renta y se toparon con más de dos millones de sitios en internet bajo esa denominación. Los más frecuentes: inmobiliarias Geo y Homex. A la fecha siguen escudriñando sobre un lugar “digno” al que puedan llamarle hogar. En las ofertas de la primera empresa, el agua escasea y las albercas “privadas” construidas frente a las viviendas casi siempre están vacías por un problema entre los desarrolladores y los vecinos de las colonias aledañas quienes se disputan la posesión de ese líquido, incluso a golpes y con la intervención de la policía local.

Desde la carretera siglo XXI, que rodea por el norponiente la ciudad y conduce de este municipio al estado de Morelos, el mar uniforme de construcciones de Geo parece darle a la zona un nuevo status social. Pero la realidad es que se trata de casas de descanso que sólo sirven para arrancar enconos derivados de una mala planeación inmobiliaria.

José Antonio y Minerva sufren las consecuencias de una mancha que creció como la gran mayoría de las ciudades medias en México, rebasadas por la insuficiencia de los planes de desarrollo y la ineficacia de los gobiernos municipales que los aplican.

Los nuevos esposos, que en promedio alcanzan cada uno un salario de 7 mil 500 pesos mensuales laborando, ella, en una compañía privada de telefonía, y él como agente publicitario de una franquicia, lograron finalmente establecerse en una vivienda del Centro Histórico de Atlixco. Es consecuencia de la anarquía que representa el impacto inmobiliario de los últimos años.     

             Por supuesto, alguien paga este desarrollo urbano desbocado. Son los antiguos propietarios de la tierra, los campesinos de los pueblos que poco a poco, como en tantas grandes urbes del mundo, son absorbidos por la ciudad. Así ocurre también en esta que presume el mejor clima del mundo.

Del otro lado de la ciudad, hacia el sur de la mancha urbana de Atlixco, específicamente en la colonia Revolución, en donde hace casi una década había una reserva ecológica, Juan Osorio termina, junto con el ocultamiento del sol, el corte de la poca flor de muerto que produce su pequeño terreno. “No es para venderla… apenas salen diez maletas. Es más bien para la familia, para nuestros muertos”.

Juan, un campesino de tradición, prácticamente fue obligado en el 2007 por las autoridades locales a vender, a diez pesos el metro cuadrado, casi la totalidad de sus tres hectáreas. Sólo se quedó con un terreno de diez metros de largo por siete de ancho. Hoy, sobre lo que era su ejido, pasan decenas de autos por minuto que se encarrilan hacia bodega Aurrerá y Soriana, las marcas que simbolizan junto a los Plaza Atlixco la modernización de una ciudad contra la denominación peyorativa de pueblo. Dos monopolios que recibieron, vía cambio ilegal de uso de suelo, las facilidades de los ayuntamientos en turno para instalarse.

“Eso se llama desmantelar al campo”, sostiene el labriego.

              Especulación inmobiliaria, densidad poblacional a la baja, pérdida de más de 900 hectáreas de bosques en los últimos cinco años, falta de infraestructura social y de servicios públicos reflejado, por ejemplo, en la ausencia de agua potable en más de 4 mil casas, y sobre todo una descontextualización con respecto a las necesidades urbanas y ambientales requeridas por los habitantes, es parte del saldo reportado por expertos, investigadores y autoridades locales en este reportaje donde se sometió a examen el desarrollo del municipio de Atlixco.

 


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