• María del Consuelo Maquívar
  • 18 Abril 2013
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Por: María del Consuelo Maquívar


Relaciones artísticas entre Puebla y las Islas Canarias

Para finalizar con esta presentación, me referiré al trabajo de Pablo Francisco Amador Marrero, entusiasta impulsor de las investigaciones sobre la escultura virreinal mexicana y coordinador de este libro. Desde el título de su investigación nos anuncia su interés por lasRelaciones artísticas entre Puebla de los Ángeles y las Islas Canarias: protagonistas y legados escultóricos. La ubicación estratégica de las islas Canarias, bien sabemos, las hace puente extraordinario entre el Nuevo Mundo y la España conquistadora.  Comienza el investigador por dar a conocer algunas pinturas novohispanas que han sido localizadas en aquellas tierras, firmas de prestigiados artistas como los Berrueco y Zendejas despuntan en su narración. Prosigue con los datos que han encontrado  los investigadores canarios sobre los objetos de platería que se han localizado en las islas y afirmaque son buen ejemplo de la alta calidad alcanzada por los plateros novohispanos y en especial de los angelopolitanos.

En el ensayo de Pablo Amador, el lector hallará  datos sustanciales para comprender la trascendencia que tuvo el traslado de obras y de artistas  a través del mar océano durante los tres siglos del virreinato. Apoya su investigación en amplias referencias documentales y bibliográficas con las cuales descubre a varios personajes como Antonio de Orbarán, destacado artista poblano de nacimiento, quien ya formado pasó a las Canarias donde dejó un legado artístico interesante. A este nombre se unen muchos más, sin embargo al que dedica amplios comentarios es al obispo, Domingo Pantaleón Álvarez de Abreu quien fue obispo de Puebla por 20 años, por lo que influyó en su engrandecimiento.

Como buen estudioso que es de la escultura, Amador Marrero analiza con gran acuciosidad las características formales y técnicas de la imagendel santo patrón del obispo, san Pantaleón, a la que por cierto califica como “soberbia” y expresa que es una prueba testimonial, porque de esta manera quería reflejar su religiosa personalidad, a la vez que es “un recuerdo sempiterno donde se aúnan devoción y pervivencia de una personalidad que sin duda, fue de capital importancia no sólo en el cabildo catedralicio que presidió, sino de su diócesis que tanto valoró”. Resalta que la escultura presenta inscripciones a la vista de espectador, hecho realmente novedoso y trascendente ya que se aprecia el nombre de su autor, José Marín Villegas de Cora, así como se observa también la fecha de 1753.

Resulta imposible en este espacio comentar ampliamente este texto ya que reúne un sin número de  noticias sobre  hechos relacionados con el obispo y las personas que estuvieron relacionadas con las tareas episcopales, de manera que a través de esta recopilación se amplía notablemente el conocimiento de esta época en la historia de la Puebla virreinal.

Seguramente aún no se ha recabado toda la información sobre este asunto particular del trasiego de personajes y obras entre Puebla y las Canarias, sin embargo, no me equivoco al afirmar que el ensayo de Pablo Amador Marrero abre una puerta extraordinaria para que él mismo y otros colegas, continúen enriqueciendo con sus contribuciones a este tema tan importante para el arte novohispano.


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