• María del Consuelo Maquívar
  • 18 Abril 2013
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Por: María del Consuelo Maquívar


Escultura mayólica. Santa Bárbara, un estudio de caso

Novedoso es el ensayo de Emma Yanes intitulado Escultura mayólica. Santa Bárbara, un estudio de caso, ya que aborda una técnica poco estudiada en México: la loza estannífera, mejor conocida como “mayólica”, aunque bien sabemos que fue Puebla el lugar donde más se trabajó durante los siglos  del virreinato. Esta técnica de manufactura la heredaron los españoles de los árabes los que, conviene recordar, se asentaron en la Península por 8 siglos. La autora comenta, de manera sencilla, cuáles son los pasos en la producción de loza así como de su ornamentación y dice que poco tiempo después de la fundación de Puebla, alrededor de la década de los setentas del siglo XVI, se tiene noticias de los primeros asentamientos de loceros, que también fabricaban azulejos. Narra puntualmente cómo fueron llegando los artistas de ciertas regiones españolas, como de Talavera de la Reina, nombre que ya es familiar en México para caracterizar algunas piezas de cerámica, aunque en ocasiones esté mal empleado el término pues hay que saber identificar las obras por sus peculiares características.

A lo largo de este texto, el lector podrá entender las diversas características y diferencias entre la producción de cerámica prehispánica y la que introdujeron los peninsulares, y dice que “entre la técnica de la mayólica y la cerámica de Cholula y Tlaxcala, también existen puntos de contacto que permitieron una rápida asimilación”, de ahí que se comprenda mejor el por qué se ha considerado a Puebla la cuna de la famosa cerámica llamada “Talavera mexicana”.

Explica cómo se organizó el trabajo bajo el régimen de gremios y cofradías  y hace alusión a las ordenanzas del siglo XVII y a las adiciones que sugirieron los maestros para introducir otro color en las piezas de loza y azulejos. Destaca que, a pesar de que se formularon estas normas, en ellas no se menciona el trabajo escultórico en cerámica y nos revela la técnica para la elaboración de estas obras tan delicadas, mismas que debieron estar expuestas en fachadas de iglesias y en oratorios de carácter doméstico, razón por la cual, desafortunadamente, son pocos los ejemplares que han llegado a nuestros días. Por lo anterior, su advertencia sobre que este tipo de obras escultóricas debieron ser fabricadas por “trabajadores especializados por fuera del sistema de producción de loza y azulejos” y señala con razón que estos artistas debieron conocer además la iconografía de cada una de las imágenes sagradas que ejecutaban.

Finalmente, para que el lector aprecie mejor esta labor escultórica tan peculiar, la autora consigna obras que aún se conservan en los sitios originales para los que fueron creadas, así como otras más que se custodian en algunos museos mexicanos, como la santa Bárbara que puede ser admirada en el Museo José Luis Bello de Puebla.



Detalle de la fuente de San Miguel


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