• Sergio Mastretta
  • 11 Abril 2013
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Por: Sergio Mastretta

 

 Zongozotla está en una meseta desde la que se asoma al río. Abajo, tendida a su orilla, está Zapotitlán. “Junto a la cumbre del Cózotl”, me dicen que significa en náhuatl, pero este pueblo es totonaca, y es el único de esa que está emplazado al sur del río. El dominio azteca lo sometió a finales del siglo XV, pero nunca perdió su lengua y sus modos.

 

Y para Alicia y para mí guarda la memoria de ser el pueblo más ruidoso de la tierra. 


Foto de Antonio Francisco Cano, tomada de internet. Al fondo, el cerro Cozotl, uno de los más señoriales de la sierra.

Conocimos a María en la micro que nos llevó al pueblo. Y a su casa por su hospitalidad fuimos a dar. En las afueras del poblado, desde el ventanal veíamos el caserío, y comprendimos que habría fiesta desde antes de las seis de la tarde, cuando las bocinas dispuestas en la plaza tronaron contra la barranca al son de la banda Machos y otras parentelas gruperas.

El sonido arrebató toda posibilidad de sueño hasta más allá de las tres, cuando cantaron los gallos. ¿Quién habrá dicho aquello de “antes de que cante un gallo”? Aquí cantaron mil, y despertaron la pasión sinfónica de los perros. Perdí la vista del arrullo perruno poco antes de las cuatro, pues alcancé a mirar el reloj cuando arrancó la serenata adolorida de un vecino de María, abandonado el año pasado por su mujer. No tuvo compasión, su sonido era tan fuerte como el que atronaba con la Machos, pero aquél estaba a trescientos metros de distancia. A veinte metros, y sin clemencia, el abandonado utilizó todos los recursos de la composición mexicana dedicados al amor traicionero.

Lo hizo hasta las siete de la mañana. María nos dice que no han faltado las amenazas de muerte contra el abandonado.

Nosotros lo recordamos como el remate para aplaudir a uno de los pueblos más hermosos de la sierra.

Y sin duda, el más ruidoso del mundo.

 

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De regreso a Cuautempan por una brecha de veinte kilómetros que sube y baja, serpentea y casi te desbarranca por los acantilados del Zempoala. La vista no se detiene mucho en los detalles, pues vamos en la batea de una camioneta pick up convertida en transporte público. Hemos recorrido en cuatro días cerca de doscientos kilómetros de brechas y terracerías y le hemos dado la vuelta al río Zempoala desde Tetela de Ocampo. Unos diez municipios: Tetela, Cuautempan, Tepetzintla, Ahuacatlán, Zapotitlán, Ixtepec, Caxhuacan, Jonotla, Zoquiapan, huitzilan, Zongozotla. Es el territorio del bosque mesófilo de Puebla. Es la tierra de los pueblos originarios que vieron llegar a los conquistadores aztecas y españoles. Son las montañas de niebla. Son los pueblos voladores.

Los ojos de Alicia a sus diecisiete años harán su propia lectura.

Yo no dejo de abrir los míos. Y estoy rendido por la Sierra.

 




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