• Sergio Mastretta
  • 11 Abril 2013
".$creditoFoto."
Por: Sergio Mastretta



Ixtepec, asomado desde su loma a la barranca del Zempoala, se mira desde todas las carreteras que le comunican con el mundo. La piedra blanca, deslavada, de sus construcciones viejas, pelea en su tristeza con los bloques grises que poco a poco ganan en las paredes de las casas; las tejas pardas se confunden de lejos con los manchones de monte que a duras penas se observan como reliquias en el vecindario del pueblo.

En una cumbre, Ixtepec entra y sale de la bruma, con la torre de la Iglesia de la Virgen de la Asunción como mástil indemne a la fuerza de las tormentas en un mar solitario. Y se vigila: uno puede siempre averiguar si alguien viene. De donde se aproximen, Ixtepec siempre encontrará los ojos que le buscan. Si se viene de Zacapoaxtla, en el Peñón de Jonotla se perfila su rastro por encima de San Miguel Atlequizayán, un pueblo colgado al abismo en las rajas de sus callecitas blancas: si vienes del norte, por el camino de Caxhuacan --una línea de pavimento mal acabado que no duró la friega de una temporada de aguas--, te cuida para distraer el paso otro pueblo, San Juan Ocelonacaxtla, trepado para desbarrancarse también en un descuido de la niebla. Y si la ruta que se sigue es la de Zapotitlán, entonces Ixtepec aparece de sopetón, una vez que el viajero se ha acostumbrado a los trotes del camino prendido por el filo del cañón contra el río.

+++++



Ilusión en riesgo.   Algunas imágenes brutales de mi memoria serrana:

El abismo abierto al Zempoala desde el mirador del peñón en Jonotla, con la ermita enorme cultivada en la piedra desnuda. No faltan los peregrinos ni las limosnas. El concreto y el mármol del templo validan la fe guadalupana. Pero el resplandor en el precipicio ante la tormenta que se aproxima alumbra el verde intenso del follaje virgen. El verdadero milagro está en la sobrevivencia de la selva; es inexplicable, pero a esta cañada inmensa –y la imagino correr desde el llano breve de Tetela, como cortadura radical en el cañón de Cuautempan y en horizonte abierto en la barranca hacia Tuzamapan--, no ha llegado el maíz. Si desde el mirador miramos al oriente, entonces reluce la cañada maicera, ahí sí encuentro el rostro natural de la sierra moderna, la del bosque perdido y la cada vez más ausente lluvia. Y contra ella, el más conmovedor de los textos del libro que nos reúne. El maíz, la razón más antigua de la existencia humana en la sierra.

   Tú que eres un grano pequeño,

   Mis manos húmedas

   te hunden en la tierra profunda.

   En todas partes creces,

   en todas partes germinas.

   Nadie te ve trabajar

   Bajo la tierra profunda,

   Nadie te ve germinar

   Bajo el sol y la lluvia.

   Estás enraizando,

   estás creciendo,

   estás vivo.

   pareces nunca dormir,

   pareces nunca morir.

 +++++


Click HERE is best bookmaker in the world.
Offers Bet365 best odds.
All CMS Templates