• Sergio Mastretta
  • 02 Mayo 2013
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Por: Sergio Mastretta

Marcha obrera, el mundo detenido en dos tiempos. Con una diferencia: en 1989 los jerarcas y santones de la política poblana aguantaron las mentadas de madre a silla enjuta en la tribuna de Plaza Dorada; en el 2013 no hay tribuna, la marcha zangolotea a gritos y en vano la piedra de la presidencia municipal en el zócalo, porque no hay político moderno que se arriesgue a mirar de frente a la masa obrera.

En el 2013 los tecnócratas priistas han regresado a la presidencia de la república. Se habla de pactos y de reformas estructurales. En 1989 los tecnócratas han afianzado su presencia con el político tecnócrata más exquisito, Carlos Salinas de Gortari. Y también se habla de pactos y de reformas estructurales.

En el 2013 se habla de rebelión magisterial en Guerrero, de Elba Ester Gordillo en la cárcel; en 1989 se habla de rebelión magisterial, defenestración del dirigente magisterial Jonjitud y la llegada al poder de la maestra Gordillo.

La vida da vueltas, se sube, se baja. Y sí es una rueda de la fortuna.

 

 2013

La mentada de madre es el desfogue natural de la lucha de clases. No importa quién gobierne, no importa frente a qué edificio la lances, es tu señal de arribo en el desfile, prueba de que estás vivo, que no te han corrido, que recibirás tu lonche a una cuadra del zócalo, que si tienes suerte saludarás a tu líder.

Y los primeros que llegan son los obreros de la Volkswagen, impecables ellas y ellos, con pantalón de mezclilla y playera polo blanca, al son de su banda que les abre el paso con tres muchachas que prueban con sus banderas y sus caderas que pasaron por la segundaria. 








Atrás, contra la banda de música, una voz en el altavoz recuerda el sentido del día:

“Yo soy del pueblo, hoy es mi día, chingue a su madre la burguesía.”

Nadie se inmuta, una gran mayoría vive su propio grito. Avanza por la Reforma, la calle que contiene todas las consignas de la historia laboral de Puebla. Observo con cuidado la playera de los sindicalistas de la Vocho: Todas llevan impreso al frente, cerca del hombro, los nombres de los autos que producen: Golf A, Variant, Jetta A6, New Beetle. Un siete curvado cruza todos los nombres. Tengo que ponerme al día con los modelos alemanes.

Mejor sigo una a una las mantas que encabezan las distintas naves; son las oficiales y no reparó en gastos la cartera de comunicación. Todas tienen el tono leve que no deja de marcar el alto a las reformas que quieren imponer los últimos gobiernos federales:

“Exigimos ¡un salario justo! ¡Ninguno de los obreros pide algo que no merece!”

“No al IVA en alimentos y medicinas”

“El éxito de la Volkswagen de México y de sus productos se debe a la calidad de la mano de obra mexicana y sobre todo poblana, por lo tanto, exigimos tener mejores salarios y condiciones de trabajo.”

“¡¡¡Rechazo a la reforma laboral!!!”

Esta última, tan natural, se llevará las cabezas de los diarios.




1989

En la ruta de la masa todos nos movemos un poco el Primero de Mayo. Arrecia, sube y baja, se tropieza como hija desheredada de una ciudad que no la abarca, armada desde temprano por los mil rumbos de los barrios proletarios, a su desfile. Todos no movemos un poco el Día del Trabajo, unos para no sufrir el castigo del sindicato, para entrar en el mes florido con la certeza de que no se ha perdido el empleo; otros --y esta vez fueron muchos: universitarios, ambulantes, campesinos, amas de casa, choferes, estudiantes y profesores-- para despojarse a mentadas del respeto al poderoso que como lastre histórico arrastramos los mexicanos.

Todos nos movemos un poco este día. Y uno busca signos del paso de los años: los sesenta y cinco notables sentados en la primera fila de la tribuna dejaron de levantarse para honrar mano al pecho las banderas de los sindicatos oficiales: durante dos horas, algo nunca visto enb Puebla, la columna independiente, sin bandas, sin panderetas, dio una muestra de lo que no controlan los sindicatos oficiales. Y en la explanada de Plaza Dorada, el parapeto inmóvil de la autoridad: bomberos y granaderos concentrados y visibles, espectadores inútiles de la entrada de los trabajadores independientes, justo a la altura de los primeros contingentes de la FROC-CROC.

Mejor ir a la democracia de la Vicky, al movimiento de su cadera y pandereta. Es una morena comandante de la Secundaria Federal 3 para Trabajadores, que alegró la vista por igual a los froquistas de Chiclet’s Adams que los textileros cetemistas. La Vicky con su silbato, con sus caderas y su pandereta, con la envidia prendida en la falda en los ojos de sus compañeras. Su democracia da para todos, y no importan los desafines de su banda, ella acompaña la seriedad obrera al trato de su bandera. Qué sabe ella de las guerras antiguas entre la FROC, la CROM, la CTM. Qué sabe ella de los pleitos de los obreros, si fueron otros tiempos. Ella baila para todos.

El Primero de Mayo todo se mueve. Y yo me quedo con el movimiento de Lorenzo Muñoz Flores, obrero de la fábrica El Centenario. Él y sus compañeros están en la inercia del alcohol, en el desfile después del desfile en el boulevard del río, y viven una de tantas escaramuzas entre obreros. La de Lorenzo termina mal, en una visión del rumbo que toma la masa cuando ya no la ven los notables de la tribuna: diez hombres lo patean, diez hombres desfilantes como él, obreros de uniformes varios, overoles azules y amarillos con marcas de nombres internacionales, diez hombres que lo dejan medio muerto a la mitad de una avenida sin autos, repleta de gente que deambula, que mira la madriza y no le importa Lorenzo. Nadie los detiene, a nadie le importa el motivo, Lorenzo es cualquiera, es la masa inerte.

2013

Por la mañana paso a la gasolinera. Ahí encuentro un resumen de la realidad de miles de trabajadores mexicanos.

“Tengo que defenderme --me dice un despachador de gasolina, y me da una idea del avance en las condiciones laborales en Puebla--. Me equivoqué y le eché gasolina a un carro diésel. El patrón me dice, tú pagas, si acaso yo te presto la lana que se lleve el pleito. Y en esas estoy, me va a quitar todo lo que me da de base, 590 a la semana, sólo me voy a quedar con las propinas, que si me va bien, saco otro tanto. Trabajo ocho horas, descanso veinticuatro, y luego de corrido trabajo dieciséis, de cuatro y media de la tarde a ocho treinta de la mañana, sin parar. Sí preferiría una fábrica, aunque le chingue sin parar en a línea de producción, pero ganando el doble de lo de aquí. Pero tengo esto, y tengo que defenderlo. Ya le di tres mil pesos al dueño del carro, pero ora me sale con que tienen que cambiar la bomba, y que vale cuatro quinientos, y aquí el patrón me dice, tú preséntame los recibos de lo que tengas que pagar, yo lo pongo y te lo descuento con las quincenas. Completas, ¿qué voy a hacer? Aquí no hay sindicato, nada más hay patrón. Fui con López Díaz a la radio, y preguntó a los mecánicos si era verdad que se chinga la bomba del diésel con la gasolina, y luego luego le dijeron que no, que al revés sí, porque el diésel es más denso, hasta un mecánico de Venezuela le contestó eso. Así que voy a ir mañana, me citó López Díaz a las cinco y media de la mañana.”

1989

En el primer paso del desfile, cuando las bandas todavía tienen ánimo de armonía, los obreros textiles hacen acopio de su experiencia en ritual tras cincuenta años de desfiles; cuando el animador en el sonido local todavía cree que será un “ordenado y vigoroso desfile, reflejo de la confianza de los trabajadores en el presidente Carlos Salinas de Gortari, reflejo de la firmeza que tienen para defender y aumentar sus conquistas laborales”; cuando todavía los notables no ven para atrás en búsqueda del escudo que los de Seguridad les dejó  a sus espaldas y se hacen el ánimo de que el evento será “un rechazo a las fuerzas extrañas que pretenden la desestabilización.”





Un obrero textil de Acatex, afiliado a la CROM, me dice: “Gano 120 mil pesos a la semana. El patrón es un español, y mejor ni conocerlo. Me parece bien la lucha de los maestros. Los líderes sólo tratan de sacarle el tuétano al hueso. Nuestro país está jodido porque abandonó la educación. Nosotros marchamos sin pancartas, pero vi una que me gustó: exigimos mejor atención en el IMSS. Allí las secretarias, los doctores, las enfermeras, todos lo ven a uno como un indio, son una mafia y nosotros soportamos su maltrato. Pero los descuentos, esos no fallan en cada raya.”

Un molinero de Harinera San Blas me cuenta: “¿Quién era ese Jonjitud? Nunca lo conocí. Pero si a los maestros les dan el cien por ciento como quieren, se va a romper el pacto. Ninguno de nosotros va a decir lo que piensa, el delegado nos cambia de lugar en la chamba. Un ayudante general gana 11,900 pesos al día. La mera verdad, me dio coraje el aumento de 35 por ciento a los maestros, se va a romper el pacto.”

Escucho a un trabajador de Telmex: “Fue un convenio lesivo el que firmó el Ejecutivo Nacional con la empresa: nos aumentan las cargas de trabajo pero no mejoran las condiciones de trabajo, y nos dieron un aumento salarial mínimo, de 12 por ciento por revisión y 15 por ciento por modernización. Y metieron una cláusula: ‘Flexibilidad del puesto y movilidad del trabajador’, y con ella mutilaron el contrato colectivo. A la gente se le amenazó con el despido, con la venta de la empresa, por eso se aceptó, pero hay inconformidad. Prácticamente estamos requisados, hay inspectores de la Secretaria de Comunicaciones en Redes y en Tráfico, vigilando a la gente.”

Gonzalo Trejo Camarillo es el delegado sindical de Alumex en la Sección 7 de la CTM. Al final del desfile le dará dos mil pesos a cada uno de los 340 trabajadores de esa empresa. Me dice: “No señor, no somos charros, y no sé qué vaya a pasar con los viejos líderes, pero sí le puedo decir que Blas Chumacero tiene un gran arraigo nacional. Cada quien defiende su ideal, y la CTM lucha por la semana laboral de cuarenta horas. Este año logramos un 19 por ciento de aumento salarial, con un 11 por ciento directo al salario.”


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