La sociedad tiene derecho de saber lo que perdimos

Jesús Joel Peña Espinosa, Maestro en Historia del Catolicismo por la Universidad Pontificia de México, investigador del Centro INAH Puebla.


Este texto, escrito por el historiador Jesús Joel Peña Espinosa, investigador del Centro INAH Puebla, es una carta dirigida al Director de esa dependencia federal en el estado de Puebla, Maestro José Miguel Rivas García, el pasado 20 de noviembre del 2012. Con un riguroso trabajo de archivo,  Peña Espinosa hace un seguimiento de la ubicación de la casona derruída para el teleférico en los planos históricos de la ciudad desde finales del siglo XVI, para establecer su existencia al menos desde 1750. “Lo aquí expuesto --dice el historiador del INAH-- es suficiente para demostrar que el inmueble era un edificio histórico y su sola antigüedad resultaba suficiente y lo hacía objeto de la protección bajo la Ley Federal de Monumentos.”

El área formó la ribera del río San Francisco está pergeñada de elementos históricos, tramo a tramo, especialmente desde el confluente que descendía de los ojos de agua de San Juan. Las disposiciones municipales, los actos de compra venta y las renovaciones constructivas que se efectuaron a lo largo de 450 años, se expresan en los inmuebles que ahí se asientan.

En respuesta a su oficio N° 401-A-311(724-7)-01-0862, de fecha del seis de noviembre del año en curso, en el cual me solicita información histórica del inmueble que estaba ubicado en la calle 8 norte 414 y Boulevard 5 de mayo, le expreso que esa casa  y lugar tiene una larga historia en nuestra ciudad, destacando el hecho de que en ese sitio se estableció el primer rastro que tuvo la ciudad de Puebla. Además,  está inscrita en el Catálogo Nacional de Monumentos.

Adelanto mi estupor y protesta por el hecho de que la información se haya requerido una vez demolido el inmueble. Los datos que aquí pongo, sirvan a guisa de constancia de lo que fue y que jamás debió permitirse destruir.

La construcción tenía al menos 250 años como podrá  constatarse en los planos históricos de Puebla. A lo largo de ese tiempo tuvo diversos usos, el último como acceso a un desafortunado puente metálico que se tendió sobre el Boulevard Héroes del 5 de mayo.

Anterior a esto, es conocido que fue el estudio de los hermanos Márquez Figueroa, uno de ellos fundador del Barrio del Artista. Como “barrios del artista”, el área resulta ya emblemática de la cultura poblana, especialmente de la plástica, a pesar de haberse destinado como espacio para los artistas en el siglo XX.

Presento estos apuntamientos en dos  vías, la primera refiere el análisis mediante los recursos cartográficos históricos, y la segunda se endereza desde la búsqueda sobre el uso y destino de esa área para prevenir los datos que el trabajo arqueológico pueda arrojar. Planteo tres conclusiones generales como resultado.


Como puede verse a continuación, el inmueble en cuestión forma parte del referente arquitectónico de la ciudad, al menos desde 1750. Por lo que hace al destino y uso del área hay datos desde años muy tempranos del siglo XVI.

Empiezo por señalar que  los  argumentos en contra de la antigüedad del inmueble pueden ser el hecho de que en el plano del Br. Cristóbal de Guadalajara, trazado en 1692, y en el del Br. Joseph Marino de Medina, hecho en 1754, se ve una salida hacia el río sin que alguna construcción obstruya dicho paso.




En este acercamiento del plano de Medina, al parecer no hay edificación y sólo se observa el herido de río que conducía el agua al interior de la traza de la ciudad, específicamente para esa área.  Llamo la atención sobre el hecho de que tampoco aparece la plazuela del templo del Espíritu Santo, ni la callejuela que separa a este colegio jesuita del templo y hospital de San Roque, vía ganada por litigio a principios del siglo XVII; tampoco está identificado el templo de San Cristóbal. No descalifico el plano, sino que es necesario considerar que se trata de representaciones ideales que buscan ser lo más exactas posibles, pero que resulta menester contrastar con otros documentos. Entonces, el inmueble en cuestión ¿era un terreno baldío?

Añado, en la nomenclatura de las calles, antes de la fijación por cuadra, se enunciaban los límites de la vía y, a veces, algún edificio relevante. Los años próximos a la fecha que se hizo el plano de Medina (1754), se hace mención de la calle “…que viene del Rastro del matadero al convento de santo Domingo”. (1)

De lo cual entendemos que en esa área donde aparentemente no hay nada, se consignaba la existencia del rastro del carnero. Primera contradicción entre plano y documento oficial.                                                           

En el plano anónimo, que el consenso de los especialistas acepta como data 1750, la perspectiva cambia ligeramente y la cuadra que limita con el río se traza ligeramente sobrada hacia el sur respecto de la traza que lleva la calle que baja por San Cristóbal (aquí sí se ve el templo) y llega al río de San Francisco.  Sin embargo, se pudiese objetar que no muestra contundencia de estar ahí un edificio.





Regresando a la pregunta ¿era eso un sitio eriazo? La respuesta es negativa, pues sin duda no presentaba el aspecto que vemos  en los planos. En esa área, 18 sitios de tierra, se había asentado el rastro del carnero y con toda certeza eran visibles las ruinas de esa unidad para abasto de carne bovina. El testimonio fehaciente de que ahí estaban las ruinas del antiguo matadero la proporciona el texto de Miguel de Alcalá y Mendiola, quien sin duda las veía con frecuencia pues durante algún tiempo fue rector de la casa de expósitos de San Cristóbal. El texto escrito hacia 1740 dice lo siguiente:

Y por la atarjea que tienen hecha el río, para el beneficio de los molinos, con suma curiosidad y limpieza, se le abría compuerta a una zanja que pasa por el medio de la fábrica de dieciocho sitios de rastros para atajar el carnero que arrendaba la ciudad por sus propios, y aunque esta la fábrica fuera del lindero del río, le daba tanto aseo el paso de esta agua, que no causaba fastidio alguno aunque estuviera más vecino, pero ya con el tiempo ha descaecido mucho su fábrica, habiendo dejado caer sus techos se halla hoy por los suelos, quedando solamente la memoria y nombre de: Aquí fue el rastro. (2)                                                       

Es decir, no era un lote baldío, sino que pertenecía a los propios de la ciudad y estaba en estado ruinoso. A diferencia de los mapas arriba expuestos, en el que acompaña al manuscrito de Alcalá, si hay asentado construcciones en el lugar. Con ello tenemos contradicción en el material cartográfico y constancia de un cronista de la época que el área no era baldía, si no que había estado ahí el rastro y que para entonces sólo quedaban ruinas.



El referido rastro del carnero se estableció en 1621, destinándose dos cuadras para el matadero. Ese terreno que parece baldío era toda la superficie que ocupó  dicha  unidad de abasto de carne. En el plano de 1692 consta esta situación ya que tiene escrito la palabra “rastro”. La acequia que se observa en los planos anteriores era para el servicio del matadero. 




 

En este acercamiento al plano del bachiller Guadalajara (1692), vuelvo a llamar la atención sobre la callejuela entre el colegio del Espíritu Santo y San Roque, aquí aparece con claridad, lo mismo que el templo de San Cristóbal; ello para insistir en la obligación de confrontar los planos entre sí y con la información documental.

¿Qué información nos da el plano de 1692? El hecho de que el rastro estaba ocupando el área que hoy es la cuadra que abarca de la 4 a la 6 oriente y de la 6 norte al boulevard Héroes del 5 de mayo. También pone en evidencia que no había un paso hacia el río para salir de la traza por la calle que bajaba del templo de San Cristóbal (hoy 6 oriente). La coincidencia en tres de los cuatro planos hasta ahora presentados, nos habla de un espacio sin edificar, pero no sin ocupar. Seguramente, parte de los corrales del “matadero del carnero”.

Conclusio prima: Los planos de la ciudad, hasta 1754, no muestran con certeza la existencia de una construcción en  el lugar que ocupó la casa recién demolida de la 8 norte 414. Pero, existe evidencia documental de que el lugar servía como parte del rastro del carnero, muy probablemente parte del corral, y por lo tanto integrado a un espacio de relevancia histórica para la ciudad de Puebla. Esa pertenencia consta en el plano de la crónica de Mendiola, quien fue testigo de vista sobre el estado ruinoso que tenía aquel matadero.

Ergo, ¿hay evidencia anterior a 1900 de la existencia de un edificio en el área de la casa que  aquí se trata?  Sí, una rotunda afirmación se desprende de lo que a continuación mostramos.

Esa área comenzó a limpiarse y ocuparse después de mediados del siglo XVIII y para 1758 está marcada con claridad la casa que es objeto de este análisis.  El dato se obtiene mediante un plano elaborado el 22 de abril de 1758,  por Pedro López de Villaseñor,  con el objetivo de clarificar y deslindar los terrenos que reclamaba Juan Cordero y otros particulares sobre el área comprendida entre el Estanque de los Pescaditos y la plazuela de la parroquia del Santo Ángel Custodio. El plano se elabora con exactitud para dirimir una querella territorial y se enfoca en la ribera del río de San Francisco, lo cual le concede estatus de testimonio histórico fidedigno.(3)

En el plano  está trazada con claridad la casa cerrando el paso a la calle que baja del templo de San Cristóbal para el río de san Francisco. Además, por primera vez se hace presente la rinconada que esta casa formó y que dará nombre a la pequeña plazuela que ahí se formó. Para mayor ubicación, está escrita la leyenda “Rastro viejo”. Los puentes y otros edificios tienen  sus nombres y se precisa la mensura en varas.



Para mayor claridad hacemos este acercamiento.



Esto,  puede contrastarse con la perspectiva aérea  contemporánea  de la zona, antes de la demolición de la casa y dar cuenta de la exacta ubicación.




 

La referida casa fue construida  y utilizada  para “trato de tenería”(4), natural en aquella época, pues sobre la calle de Mesones (hoy 8 oriente) y la ribera del río se establecieron curtidurías al ser una zona de fuerte tráfico viandante y mercantil. Los principales mesones estaban en esas calles, a dos cuadras el corral de los carros  y el río permitía arrojar los desechos y lavar las pieles. Pero el avorecimiento para la sobrevivencia de la casa llegó cuando fue trasladado ahí el mercado o tianguis. Como parte del reordenamiento urbano llevado a cabo por el intendente Manuel de Flon, bajo influencia del reformismo borbónico, los mercaderes que estaban en la plaza pública fueron llevados al Parián ó Baratillo. (5)

Por los cajones ahí establecidos se empezó a conocer también como calle y plazuela del Factor ó de los Tornos. (6)

Para  definir las características del nuevo mercado, el maestro mayor de arquitectura Antonio de Santa maría Incháurregui trazó un plano hipotético del tianguis (7), su interés era sólo demostrar la simetría que tendrían los cajones, por ello no aparece la casa que aquí nos ocupa, pero es relevante que se refiera a la Rinconada, lo cual indica que la calle no tenía acceso al río y formaba una plazuela en rincón y que ya tenía esa denominación.



Pero si esto no bastara para demostrar que la casa, que estaba ubicada en la 8 norte 414, formaba parte de bienes protegidos en razón de ser construcción anterior a 1900. Procedo a colocar dos planos del siglo XIX y uno de 1902. En ellos consta la presencia permanente de la casa, toda vez que el conjunto edificado a la ribera del río, con la plazuela en rinconada y cerrando al paso a la calle que baja hacia el río, aparece constantemente.

Según el plano de Careaga hecho en 1856:



Del mismo Luis Careaga, en 1883:



Y según el plano de Atenógenes Carrasco, levantado en 1902:



Conclusio saecunda: Existe plena evidencia documental, según material cartográfico, de la existencia de la casa al menos desde 1758, la cual fue permanente hasta las alteraciones ocurridas en esa área por el “embovedamiento” del río San Francisco , sin que se destruyera en su totalidad hasta este mes de noviembre de 2012 en que fue demolida.

Conclusio tertia: La casa que estuvo en la 8 norte 414 fue un edificio de alrededor 254 años, que además de su antigüedad, fue establecimiento de trato de curtiduría, proveyendo de géneros a los mercaderes que deambulaban en esa parte de la ciudad, especializada por cuatro siglos en el intercambio de mercaderías. Además, se asentó sobre el predio que formó parte de los corrales del rastro del carnero, dependencia de abasto y manutención para la ciudad de Puebla por cerca de un siglo. Esto le añade un valor histórico al sitio, al inmueble demolido y obliga a una protección fehaciente de toda la zona.

Puede extrañarse en estos apuntamientos que no anote las características del inmueble; obtenerlos implica la búsqueda en el archivo para averiguar si acaso se  hizo un avalúo que la describa o los contratos de obra para su construcción o modificación. Dicha pesquisa no garantiza que dichos papeles subsistan, pero lo aquí expuesto es suficiente para demostrar que el inmueble era un edificio histórico y su sola antigüedad resultaba suficiente y lo hacía objeto de la protección bajo la Ley Federal de Monumentos. En mi opinión, los datos de estructura que pudiese  –acaso- hallar en el archivo, ya no se podrán confrontar con el análisis arquitectónico, simplemente este no se hizo.

 

Notas:

1 Archivo del Registro Público de la Propiedad y del Comercio [en adelante ARPPC], Libro de Censos, vol. 25, f. 325 y vol. 27, f. 208.

2 Miguel de Alcalá y Mendiola, Descripción en bosquejo de la imperial cesárea muy noble y muy leal ciudad de Puebla de los Ángeles, cur. Ramón Sánchez Flores, México, UAP, 1997, p. 71.

3 Archivo del Venerable Cabildo Metropolitano de Puebla, Expediente sobre propiedades de Juan Cordero y cesión hecha a la cofradía del Santo Ángel.

4 ARPPC, Libro de Censos, vol. 42, fs. 184-185.

5 Archivo del Ayuntamiento de Puebla [AAP], Expedientes, vol. 197. Expediente sobre el parián.

6 Hugo Leicht, Las calles de Puebla, Puebla, JMMCMMP, 1997, p. 136.

7 AAP, Expedientes, vol. 197, fol. 482.