• Ramón Lozano
  • 10 Enero 2013
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Por: Ramón Lozano

LA RECUPERACIÓN DE LA CASA DEL MENDRUGO


Fue una decisión repentina, de las que cambian para siempre el rumbo de un proyecto vital.

El proyecto de restauración se le dio a Alicia Medina y a Myriam Peregrina, entonces dos jóvenes arquitectas socias. Fue un impulso, fue un acto natural al tener claro lo importante. De ellas sólo había presenciado semanas antes la defensa de su tesis asistiendo a su examen profesional de arquitectura. Su proyecto lo realizaron en conjunto. Nos presentaron su visión transformadora de una avenida importante en un espacio urbano donde todo armonizaba, los ciudadanos, los edificios, las áreas verdes, el contexto, el uso, el tráfico, el transporte público, el comercio, la vivienda, los servicios. Una idea fresca, insólita,  de un par de arquitectas jóvenes recién egresadas de la facultad.

 

Nos arreglamos de inmediato, Alicia trabajaría desde Vancouver, en Canadá, donde haría sus estudios de postgrado en urbanismo, y Myriam en Puebla le daría seguimiento al desarrollo y ejecución del proyecto y me acompañaría a la obra todas las veces que fuera necesario.

 

Me entusiasmó la dimensión  impetuosa que la juventud de ellas le impartía a la aventura de reconstruir el monumento. No sólo era revivir la ruina, revivir experiencias pasadas y explotar la creatividad, era también un reto para ellas el experimentar desde lo más profundo de su joven talento la audacia de crear un espacio diferente y único.

 

Gracias a ellas deseché  mis ideas tradicionales de reponer en la casa estructuras que pareciesen antiguas cómo de las épocas pasadas. No, insistían. Respetemos la casa como la encontramos, con las huellas del paso del tiempo que tiene tatuadas pero no más. Lo que hagamos nuevo que contraste, que se note, que no se mezcle. Donde había vigas pongamos vigas, piedra donde piedra, ladrillo donde ladrillo. Busquemos los pisos antiguos y usemos los mismos materiales para los pisos nuevos, aprovechemos la madera de las vigas, hagamos puertas y muebles con ellas. Recuperemos las arcadas, pero no pongamos arcos donde no estaban. Abramos los antiguos pórticos que se marcan en los muros, pero no violemos los muros abriendo pórticos dónde no los había. Busquemos pisos más antiguos enterrados en los pisos que se ven, pero no más. No recarguemos de detalles los espacios, no distraigamos la atención de la mirada con mucho que ver. Donde ya no había techos o muros aprovechemos la luz, usemos cristal, pongamos muchas plantas, rompamos paradigmas, arriesguémonos a la crítica,  sacrifiquemos estructuras de épocas recientes que liberen estructuras escondidas de épocas anteriores. Inspirémonos, sepamos qué retirar y qué dejar.  Todas las épocas están aquí, para nosotros, esperando las ideas, el pico, la pala, el taladro, el martillo y cincel creadores. Piedra, madera, acero, barro, cristal, tierra, esperando a que nuestras manos arranquen, corten, tallen, rehagan, y liberen.  Esta casa será inevitablemente lo que deba ser. Parte de lo que fue volverá, parte no lo será. Será también lo que nunca fue. Será como si brotara otra vez del interior de la tierra misma desde la madre cultura  Olmeca, desde la fundación de la ciudad por obra de una fuerza creadora completa, inalterable, lógica y no necesariamente correcta.


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