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Por: Sergio Mastretta

En diciembre del 2012 arrancó el portal Mundo Nuestro. Y uno de los primeros momentos reseñados aquí fue la pequeña insurrección de un pueblo totonaca contra la instalación en su río, el Ajajalpan, de una represa para la generación de energía eléctrica. En las próximas semanas las entregas del portal presentarán algunos ejemplos del periodismo narrativo que queremos llevar adelante. Ventajas de la memoria electrónica que permite recuperar para los lectores un año de esfuerzo. 

Cuando un pueblo totonaco salta la muralla del idioma


Ignacio Zaragoza, Olintla, Pue. Con una muralla y una profecía le cierran el paso al buldózer de Grupo México. No te damos permiso, le dicen. Y se plantan el miércoles 5 de diciembre a la entrada del caserío colgado del barranco cafetalero, en el borde oriental del río Ajajalpan al que las corporaciones privadas metidas en el negocio de la generación de electricidad quieren cortar tres veces en un trecho de cuarenta kilómetros. Tres presas, con sus túneles de conducción, sus casas de máquinas y sus subestaciones de electricidad. La última en este municipio de Olintla. Tres presas en uno de los últimos reductos del bosque mesófilo de México.


Así, esta comunidad totonaca de no más de quinientos habitantes, se planta contra Grupo México, la poderosa corporación minera, ferrocarrilera y de la construcción que encabeza el empresario Germán Larrea. Sin más, la tercera entre las más importantes compañías productoras de cobre del mundo.


Pero los campesinos cafetaleros le han dicho no. No quieren la hidroeléctrica sobre su río Ajajalpan.


“Ya nos habían dicho los tatarabuelos que iban a venir los extranjeros --me cuentan apenas el domingo que llego a su pueblo--, y ya llegaron, pero no les damos permiso”

 

1.- Saltar la muralla

 

Es un discurso elaborado, que casi se entiende por la voz de sus manos, por los interrogantes de sus inflexiones, por el énfasis de la palabra repetida, por sus silencios. La he escuchado en medio del plantón contra el paso de la máquina. Habla para todos en totonaco. Y si la muralla del idioma es inexpugnable, entiendo en los rostros de su gente que todos asumen que yo comprendo por lo menos que ella es la primera que tiene que hablar. No la distingue nada de las otras mujeres: la blusa bordada, los aretes, los collares vistosos, el cabello cano, la dentadura perdida en el tiempo y la desnutrición; sus manos en el comal echando tortillas, es una más de las que atienden el plantón del pueblo contra el paso de la máquina.


Pero toma la palabra, y no la deja en totonaco por más de diez minutos. No la interrumpe nadie, sólo ella misma, cuando decide pasar al español. Entonces se me viene encima la fortaleza que tendrá que saltar la corporación minera más grande de México en su propósito por cerrar el paso del agua en el río que no vemos ahora, que no escuchamos ahora, que está resguardado cuatrocientos metros más abajo por la selva, los maizales secos de verano y los cafetales que vinculan a este pueblo con la producción capitalista internacional. Ella tiene que hablar, y conoce muy bien los recovecos armoniosos para saltar la muralla. En un momento, la palabra empresa salta, como un pez castellano en la gravedad de la corriente de agua cristalina de la lengua indígena. Y luego el salto, como quien brinca en el río de la piedra a la orilla:


“Ni beneficio para nosotros no es…”


Y no ha saltado a la orilla, simplemente, ha cambiado de corriente, ha saltado la muralla.


“Todas no queremos esta obra que desconocemos… Habíamos desconocido, pero ahorita ya nos enteramos que nos hace daño, que hace daño para todos, no nada más para este, esta comunidad, no, se va ir cabando acabando, ¿y qué les dejamos nuestros nietos, nuestros bisnietos? Aunque sea un terrenito chiquito, aunque sea mamás un sitio para vivir… Si la persona no tienen nada de terrón, ni media hectárea, ni un cuarto de hectárea, pero se prestan o lo compró un sitio a dónde hizo su casa, va a ir a buscar, va a venir a buscar dónde le van a dar, que va a rentar para sembrar. Eso es lo que nosotros estamos pidiendo acá…”


Y luego la confirmación contundente:

“Yo no doy permiso, yo no quiero, no nada más yo, a todos esta comunidad no queremos, no queremos porque se van a acabar las plantas, se van a acabar los árboles, lo tumban, todo lo van a tumbar, y no nada más… el agua, todo todo, mira, se me van a decir, mira te voy a dar pa que siembres esto, sembrar, ¿a poco va a permanecer ahí? No permanece, se seca, por eso no queremos, contamina todo, contamina y nosotros vamos a llegar a enfermar… Es el motivo que nosotros no queremos, no sabíamos, declaro que no sabíamos, pero donde ya se han puesto, donde ya se han dejado las gentes, nos han informado, ya lo estamos viendo que no sirve, que no sirve ese trabajo… Es más ese trabajo es un pobre mi hermano rico que tiene mucho dinero, por eso quiere entrar, por eso quiere violarnos, quiere adueñar nuestra tierra, porque tenemos los cerros, porque tenemos el agua, ora nos dicen, nos dijo el ingeniero, cosa que a mí me dijo cuando le pregunté, no queremos, no vamos a tocar lo que están tomando los manantiales, no, vamos a tocar nada más el río, pero a poco estamos yendo a tomar los manantiales desde allá lejos, no, acá están, están acá mismo… Es lo que yo veo, se va a secar todo, se va a secar todo… todo, todos somos de acá… Sí, a lo mejor no horita, aquí un año, a dos años, yo creo, o vienen los años, no le va a pasar nada, yo creo que sí vamos a ver así verde, ¿pero después?, ¿pero después?. Ora sí ya van a venir su maquinaria, ¿o creen ustedes que mi comunidad se va a servir? Van a ir a trabajar…”

 



2.- No te damos permiso

 

Así le pusieron el alto al bulldoser:

Fue el miércoles, como a las tres y media cuando llegó la máquina. Primero llegó la patrulla. Le tomamos foto a la máquina, así vino, sobre las llantas, le fueron volteando las llantas. Estaban los trabajadores, y los policías, y llegó el síndico, que es de aquí, se llama Domingo. Sabes qué, le digo, qué es lo que estás haciendo. A mí no me molestes, me dice. ¿Y por qué no?, lo que tú estás haciendo le digo está muy mal, porque nosotras no votamos para que tú nos trates de esta manera, le digo, gracias a nuestra mano ya estás comiendo, ya estás en la presidencia, y qué estás haciendo, ya nos estás pisando, en vez de que nos apoyes, ya nos vendiste, y por eso hora se queda la máquina donde quedó. No, me dice, va a pasar la máquina porque va a pasar. Ah, sí, con qué derecho, muéstreme el permiso, y voy a ver con permiso de quién, la máquina se detiene, hasta ahí nomás. Y ya toda la gente le empezó a decir y ya hasta por fin lo mandé traer uno de los policías, dicen, ya quítate, ya que hablen todos aquí, y lo fue a traer y lo trajo, y yo voy tras él, ora sí le digo, no tengas miedo, te aguantas y ponte bien tus pantalones, ora sí enfréntanos, le digo, nos ves cara de tontos, pero no tanto, y ahí voy tras dél, y ya no sabía ni qué decir.


Regresó al día siguiente el ingeniero. Nos dice, ora por qué se oponen, que son tontos, como quiera, y no hay permiso. Tan siquiera hubiera venido el presidente a pedir permiso. Dice, el camino real no necesita permiso, es camino libre, y le decimos camino libre para la gente, para los caballos, pero menos para la máquina.

 

 


3.- El Espinazo del Diablo

 

Carretera  Cuatro Caminos-Hueytlalpan-Olintla, inaugurada por Calderón en el 2008. La Sierra se derrama en tantos montañosos y carreteros hacia Veracruz: en el oriente, por el cerro en Chignautla, allá en Teziutlán. La montaña de piedra en Tlatauqui y el río  Apulco apresado en Mazatepec.  El caserío blanco en Cuetzalan y Los nichos oscuros de las pirámides de Yohualichan. En el norte, el altiplano se desbarranca por Huauchinango, observa el desastre de cien años de las represas en Necaxca y Tenango de las Flores, confirma la desaparición de las selvas por los cafetales en Xicotepec, y se rinde en los lomeríos petroleros de Venustiano Carranza. Carreteras viejas, algunas de la primera mitad del siglo XX, cuando el Estado Mexicano recuperó la Faja de Oro en Poza Rica.


Las otras han tardado. Como la Interserrana, con sus 120 kilómetros que van de Zacatlán a Zacapoaxtla. Tal vez treinta años transcurrieron entre la primera promesa gubernamental y su culminación, a principios de los años 80. Otras van más lento todavía, y no han logrado saltar barreras naturales y políticas. Como ésta que recorro desde el crucero de Cuatro Caminos, en un filo de la Interserrana, entre Tepango y Zapotitlán, bombardeada de baches y abandono, cruzada de soledades entre pueblo y pueblo, atorada en Olintla ante el barranco abierto por el rio Ajajalpan, sin puentes que lo crucen y unan a los pueblos del Totonacapan de Puebla y Veracruz. Por la línea de los cerros se destacan los pueblos: Amixtlán, Coatepec, Bienvenido, Hueytlalpan, Ixtepec, Atequizayán, Zoquiapan, Jonotla, Huehuetla, Olintla. Logro ver algunos desde el Espinazo del Diablo, como le pusieron los campesinos a esta especie de puente colgante que los ingenieros armaron en este desfiladero desde el que se miran las dos cuencas, la del rio Zempoala y la del Ajajalpan. En ninguno falta el palo de los voladores de la Sierra, que no de Papantla, dirán los lugareños.


El sol de diciembre rebota contra la bruma, los cerros nerviosos casi desaparecen en el sopor del mediodía. Puedo ver desde aquí en el extremo del horizonte, el cerro Zotolo, allá en Tetela; un poco más acá el Cózotl, dominador de los municipios de Huitzilan y Zongozotla. Los caminos se pierden en el tiempo, por un instante no hay combis ni mulas en las quebradas, sólo senderos ocultos en la selva. Veo subir desde el sur a los caminantes nahuas que huyen de las guerras aztecas; veo subir desde el norte a los caminantes totonacos que se ocultan de los señores que los persiguen desde la costa para las mismas guerras floridas. Subir, esconderse en la montaña. Rosar, quemar, sembrar maíz.

 

Ahí están las dos cuencas de estos ríos internos, abruptos, serranos. Zempoala y Ajajalpan. En ellos se encerraron hace seiscientos años nahuas y totonacas. Ahí pelearon sus guerras locales, huyeron de las guerras imperiales, vieron llegar a las espadas, los arcabuces y los perros. Y también a los misioneros que con la fuerza de los brazos indios levantaron los templos y sepultaron en los altares cristianos a sus dioses. No sepultaron a los ríos. Sobreviven los vestigios de los puentes de piedra. Plantaron sus iglesias sobre las cornizas de los montes oscuros y fríos, sobre las lomas en las cañadas calientes y brumosas. Desde ahí pelearon las guerras externas, se hicieron famosos sus guerrilleros en el partido de La Montaña, se cobijaron en los nuevos señores locales. Al final los vieron también muertos en los pedestales dedicados a los los tres juanes de la Sierra, festejados a tamborazos en los jolgorios patrios auspiciados por el Estado de la revolución mexicana.

 


4.- El proyecto de Estado

 

Algún día de los últimos meses del 2011. Pablo Rodríguez Regordoza, Secretario de Economía en el gobierno de Rafael Moeno Valle, hijo de Herberto Rodríguez, prohombre de la UPAEP, empresario industrial y político panista, despliega los planos que le ha dado Grupo México para la presa en Xochimilpas. Tiene la difícil tarea de convencer a los serranos de las bondades de los proyectos mineros e hidrológicos que traer las corporaciones privadas. Señala a la reportera que lo entrevista los sitios en los que se plantará la cortina de una de las dos presas que Grupo México quieren construir en el río Ajajalpan. Es la que cerrará la caída de trescientos metros que el río tiene entre los pueblos de Xochimilpa (Zacatlán) y Xochicuautla (Ahuacatlán). Su índice sigue la línea de conducción de agua que corre parelela al río, centenares de metros arriba en la quebrada, desde el embalse y por la ribera poniente, y hasta la casa de máquinas, unos tres kilómetros y medio hasta la cortina. No vemos ahora el río seco, perdido el cauce en el estiaje, con pozas aquí y allá donde sobreviven los peces a la espera de las lluvias de junio que derramarán por el punto de fuga de la presa.

Pozas como peceras en el imaginario de los ingenieros.

--¿Qué empresa hará todo esto? --pregunta la reportera.

El Secretario toma aire, levanta la cabeza.

--Grupo México --confirma orgulloso.

 

14 de abril del 2012: repaso fotos y videos que encuentro en la red y que dan cuenta de la rueda de prensa en la que el gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle, y Xavier García de Quevedo, un jerarca del Grupo México, el poderoso grupo minero que ostenta el tercer lugar mundial como productor de cobre. Firman el convenio “Generación de Energía Limpia”. Anuncian que serán cinco las plantas que desarrollará esta corporación, empezando por el “Proyecto Hidroeléctrico 1 Coyolapa”,  en la Sierra Negra y que desarrollará la subsidiaria Compañía Hidroeléctrica de Puebla SA de CV.

 

Octubre del 2012. Documental sobre la Central Hidroeléctrica Atexcaco, construida por GFM Energía en alianza con la empresa Minera Autlán. Inaugurada este año, la manifestación de impacto ambiental fue autorizada en el año 2008. El proyecto se presenta como el de una planta para la generación de electricidad limpia, eficiente y sustentable. "GFM Energía une hoy fuerzas con la naturaleza para crear un ambicioso proyecto de ingeniería que nos llena de orgullo". El reto, dice, es hacerlo con el menor impacto ambiental posible. En qué consiste: cuatro estructuras que canalizan el agua hacia dos túneles, uno de mil metros de longitud, otro de seis mil metros, tanques de regulación y ducto de 700 metros de caída hasta casa de máquinas, construida en una caverna excavada a 400 metros de profundidad en la montaña; dos generadores y dos turbinas transforman la fuerza del agua en 30 Megawatts; línea de transmisión a subestación eléctrica que transforma la energía en 115 kilovolts que se entregan a la red de CFE. La inversión es de 100 millones de dólares. La empresa asegura que con la planta se dejarán de emitir a la atmósfera 97,000 toneladas de CO2 al año; afirma que plantarán 25 mil árboles. "La inversión genera progreso, bienestar y empleos", afirma GFM Energía. Rafael Moreno Valle dijo en la inauguración: "La inversión de 1200 millones de pesos y la generación de dos mil empleos nos estimula como poblanos".


El documental, sin embargo, no expone los interrogantes sobre las consecuencias ambientales que las presas hidroeléctricas dejan en los ríos que pierden su caudal en más del 80 por ciento.

 


5.- Para una decisión correcta: estudios ambientales rigurosos, objetivos.

 

Sigo en el Espinazo del Diablo. Quiero ser objetivo. “Energía limpia, eficiente, sustentable”, dicen las corporaciones. ¿Quién lo sabe? En la memoria de la sierra, otras cuatro grandes presas: las centenarias de Necaxa, tres, diseñadas y construidas por los ingenieros ingleses; en Tlatlauqui, la presa de la Soledad, que encajona el río Apulco, construida por la CFE. ¿Qué se sabe de ellas? ¿Cuánto es su azolve? ¿Qué ha pasado cañada abajo? ¿Murieron los ríos así cortados? ¿Existen estudios con bases científicas, técnicamente bien elaborados, que respondan estas simples preguntas? He buscado la opinión de una bióloga mexicana que estudia un doctorado en Inglaterra especializado en genética de poblaciones de los bosques templados de México. Así me ha respondido por correo electrónico:


“El agua del río no es un recurso infinito. El agua de los ríos es un servicio ambiental que depende de los ecosistemas que existen en las montañas. La lluvia que alimenta los ríos pareciera un fenómeno que ocurriría con o sin árboles, y es en parte así, pero es el hecho de que existan las especies de árboles, plantas y hongos que conforman los bosques lo que genera microclimas, mantiene la humedad, favorece la regularidad de las precipitaciones, evita los deslaves y hace que se formen ríos. Las presas hidroeléctricas necesitan ríos saludables que existan en el largo plazo. Las empresas hidroeléctricas no deberían considerar la conservación y la reforestación de los bosques como un compromiso burocrático a cubrir, sino como la lógica fundamental detrás de su funcionamiento.

“Es en este sentido que la existencia de presas podría jugar en parte a favor del medio ambiente: la construcción de una nueva presa podría ir de la mano con financiar la conservación de grandes extensiones de ecosistemas naturales a los que está asociada y con la seria obligación de restaurar las zonas deforestadas. Esto último implicaría no sólo reforestar cierto número de hectáreas, sino hacerlo con las especies nativas adecuadas acorde a cada sitio y brindando el mantenimiento necesario para que los árboles logren establecerse de forma definitiva y los ecosistemas puedan funcionar por sí mismos. Una postura así requiere inversión, estudios ambientales específicos, rigorosos y objetivos, requiere también un cambio de mentalidad respecto a la relación de las presas con la biodiversidad que las rodea.”


No han llegado así a la sierra estas empresas. Ninguna ha dicho “voy a invertir en la reforestación a largo plazo, voy a crear centenares de empleos para mantenerla, voy a pagarlos por diez, por quince años, voy a contribuir a recuperar la vocación natural de las montañas, sus bosques de niebla, voy a apoyar de raíz a sus pueblos originarios, voy a…”


No han llegado así. Han aparecido sus ingenieros y sus topógrafos. En México han presentado sus manifestaciones de impacto ambiental, algunas rechazadas en el primer intento. Volverán a intentarlo. Pero a las comunidades han llegado calladitos. Sin pedir permiso.


El viento es seco y frío en el Espinazo del Diablo. La bruma no se condensa en este mediodía, la luz vertical del sol aplasta los contornos. Sigo mi camino.

 


6.- El poder de la radio.

 

Es el Juez de Paz. El hombre del radio en el pueblo. Ese aparato que da prestigio, que confirma el nombramiento por la comunidad. Antes no había pueblo, las casas estaban regadas por la loma. Tenían una foto de Ignacio Zaragoza, y cuando llegaba el 5 de Mayo buscaban un botecito y dos palos, y luego enredaban la hoja de piña como corneta y le soplaban, y desfilaban todos por las veredas, con la foto del héroe por entre los cafetales. Así que cuando los llamaban los maestros en Olintla decían también van a venir los de Ignacio Zaragoza, porque tenían una foto.


“Nadie sabe del presidente, hasta la fecha no ha venido. Me senté dos veces con el presidente, me está obligando que yo convencer a la gente, pero yo no tengo derecho para convencer la gente, los terrenos que tienen ellos, pobre la gente, ahora no son grandes terrenos, porque si yo los convenzo, qué posibilidad de que voy a pagar los terrenos, y además orita la gente están luchando porque no quieren que les quiten sus tierras… Ahorita están todos echando la culpa yo estoy alborotando la gente… si la gente está viendo qué está pasando, yo no estoy obligando el planton. Cuando más orita ya vinieron a amenazar, ese día, creo que antier, me vinieron a ver, quitarme el radio, hasta orita yo lo tengo para comunicarme con ellos, va a ver un paciente, los borrachos que se pelean entre ellos, ¿cómo lo voy a hacer comunicarme con ellos para sacar…? ¿Qué clase de cabeza tienen ellos?, porque no se debe de ser lo que están siendo ellos, mi punto de visto creo que no está bien, ta mal hecho, con todo respeto ellos que se reporten bien como se debe de trabajar”.


El radio no se lo quitaron. Y lo fueron a buscar el síndico y los policías hasta su casa al señor Juez de Paz, pero no hallaron ese aparato negro que distingue en Ignacio Zaragoza a la comunidad. Lo tiene la gente. Todo lo cuenta primero en totonaco, después en castilla, como le dicen por acá al idioma de la ciudad.

 


7.- Dialogo

 

El plantón acoge al periodista. Expertos traductores, están dispuestos a romper la barrera del idioma. Recojo otro diálogo:


Hombre
: El presidente nos quiere atrapar. Que los ingenieros van a tomar muestras, pero mire el tamaño de la máquina contra el tanto del camino real. Porque pasa en medio de los terrenos…


Muchacha
: Es como yo les digo, si nomás quieren el camino real, a poco no va a afectar. Dicen, puro camino real, pero qué es lo que pasa cuando llegan, a poco la máquina nomás va a ir a pasear y se da la vuelta, así le dije, si quieren permiso, que vaya una persona, que vaya el caballo, pero menos con máquina.


Hombre
: Es un engaño, tienen metidos muchos trazos allá abajo, muchas brechas, por eso, nomás que entre la máquina hasta el río y ya lo tienen hecho, tienen diez, quince veinte brechas, una vez entrando se van sobre las brechas, ya lo tienen todo trazado.


Muchacha
: Nadie ha vendido, ellos entraron como quiera sin permiso, tumbaron los palos ya en los cafetales, a uno mi suegro lo arrancaron, le tiraron todo, desde la raíz, y tenía mucho café, yo creo que no es justo, y además, nadie le pidió permiso.


Hombre
: Estaría eso bien, pero primero ponernos de acuerdo con la gente de la comunidad. Pero por eso no los aceptan. El señor que viene, el topógrafo, les hacemos preguntas, de dónde son, que de Zacatlán, y los demás de dónde serán… Por eso nos ven cara de tonto, porque no les pedimos identificación a ellos. Y les hacemos preguntas, quién les dio permiso, quien les dio el orden, y a dónde está el gobierno federal a su nombre, lo hubieran traído, o del gobierno de Estado, o de aquí de Olintla. Esconden la cara porque ellos recibieron millones y millones de pesos. Nos vendieron el federal, el estado, Olintla, por eso el presidente no nos quiere dar la cara…

 


8.- Paraíso perdido

 

Ya es media tarde. El grupo se ha tomado la foto al pie del bulldózer. Es tiempo de la comida. En la olla guisan las mujeres una sopa de fideos para el plantón. En el comal se cuecen las tortillas. Nos entretenemos con el recuento de lo que estos montes producen. Las escucho y apunto en la libreta, y me lleva una página entera: yuca, papaya, naranjas, empiezan. Y se siguen: pimienta, chirimoyas, mandarinas, guachis, platános, frijoles negros, bayos, calabazas, calabacitas, chayotes, chile verde, de árbol, cuaresmeño, serrano, piquín, aguacates, guayabas, mangos, mamey, zapote caballo negro, melones, duraznos, caña de azúcar, cilantro, quelites de los que quieran, yerba mora, yerba buena, epazote, cebollinas, porque no cebollas, café, claro, vainilla, ajonjolí, arroz, de nuevo plátanos macho, dominico, manzano, colorado, pera, amarillo, tabasco, Roatán… Y maíz, dos cosechas al año.


Ya no quedan árboles de caucho. Olintla, por la memoria antigua así bautizado, era el lugar cerca del hule, el lugar en el que los árboles escurrían goma.

 

9.- La profecía

 

Del maíz a la profecía. Hace una semana lo cosecharon. El montón se lleva la habitación entera, la principal, a la entrada de la casa de José, el hombre cuyo tatarabuelo lo vio venir.  Al fondo, la cocina deja ver el fogón en el piso. De los blocks sin repellar cuelgan bolsas y maletines, pero el maíz gana la plaza, el montón alcanza el metro, casi cubre la figura menuda de la esposa de José. Es maíz amarillo, bien guardado en la hoja. Lo sembraron en junio, y creció sin fertilizante alguno. Mazorcas recias, largas, empeñadas en cumplir el cometido mágico dado desde los tiempos antiguos: la sobrevivencia del cuerpo y del espíritu Lo trajeron desde la orilla del rio, cargado en la bestia a hora y media de camino. Nada más él fue. Si no, a los animalitos quién los cuida, quién ve por la casa. La muralla del idioma. Ella habla sin parar de su maíz, de su nixtamal, de sus gallinas. Él sonríe. Los vio venir: Sí, lo siembro yo, quien más, y en una terrenito en renta, no en lo propio. El café sí, ahí mismo, orilla del río, por eso no queremos que entre esa empresa porque se va a echar a perder todo, se va echar pa bajo, ya no voy a ver mi terreno, porque se va a subir agua hasta alto, ochenta metros, pero yo no quiero que entre esa empresa, no queremos, ya no vamos a aprovechar nuestro café, ni maíz, naranja, nada, se va a estar desierto, se va a secar la tierra, todo. Y manantiales, todo se acaba, ¿qué vamos a tomar? Y luego nosotros, puro campesino, no tenemos negocio grande, ¿con qué vamos a pagar agua para comprar? ¿La vamos a comprar en otro pueblo? Ya no podremos comprar nuestra agua, porque somos indígenas, no tenemos negocios grandes. Por eso no queremos empresa, ese hombre viene a hacer una violación. Es un daño que está haciendo, lo anda engañando a las personas indígenas al ver que es muy sencillo. Más tiempo que viene atrás de nosotros, dijeron los abuelos, vienen unas gentes así, más preparadas, ni sabrán lo que te va a pasar en la sierra, dijeron, pero ya tiene tiempo cuando hablaron, mi tatarabuelo así habló, pero ya cuántos años tiene que se fue, mi papá tuvo setenta años, ya tiene tiempo, no conocí al tatarabuelo, mi papa platicaba, todo eso va a suceder… Hoy llegó, quién sabrá, nadie, por eso por mi parte yo allí ya estaba yo… Tengo un libro, ai lo estoy viendo, entons va a suceder, poco a poco, al tiempo, pero va a suceder, se va acercando, y ya llegó ahorita, pero esas personas ni sabrán nada lo que va a pasar, ni quieren venir la junta, no quieren escuchar, dicen es un engaño lo que están haciendo, no, va a suceder, y pior, viene a más pior, más atrás de nosotros… Los niños que están creciendo no sabrán lo que van a pasar, ya no van a poder vivir, sin agua, sin dinero, o ya no se da su maíz, como en estos tiempos tenemos maíz, pero ellos ya no van a tener maíz mucho, porque se va a secar todo, los manantiales se acaban…

 


10.- Palo sangrado

 

Camino a Vicente Guerrero desde Ignacio Zaragoza pasando por la cabecera de San José Olintla. En línea recta no pasan de dos kilómetros, pero entre quiebre y salto de barranco, se convierten en diez. Los primeros dos kilómetros están pavimentados, pero los siguientes siete serán de brecha con pedregones blancos bien afilados que amenazan a la más ranchera de las llantas.


Acompaño a cuatro campesinos de Ignacio Zaragoza que han decidido ir a este pueblo colgado también de la barranca del Ajajalpan, una cañada más allá. Es la hora en que regresan a casa desde sus cafetales los hortelanos, me digo, para juntar en un solo canasto hombres, mujeres  y niños, de todas las edades, todos con su mecapal, todos con su costal a la espalda, todos como hormigas imbatibles con sus cuerpos doblados por la carga de diez, treinta, sesenta kilos, según la fuerza.


Es una buena ruta la que seguimos para valorar la realidad campesina maicera: por todas partes las cañas esperan la cosecha, pero en todas partes están sembrando, en un toma y daca de la montaña baja y el trópico (estamos a 600 metros sobre el nivel del mar, pero el río corre cuatrocientos metros más abajo), del invierno que no existe pero que cala en el hueso de la noche. Dispuestos de rectángulos, y vistos de loma a loma, adivinas la corriente antigua de la tierra y la vida.


Eduardo es un joven que terminó la preparatoria. Nació en Ignacio Zaragoza, y como todos los muchachos de estas familias totonacas, es sembrador y cultivador de café. Su mirada atenta nos señala la calidad de los cafetos, buenos y malos según el trabajo. Por el camino, Eduardo y sus compañeros analizan la situación de los cafetaleros totonacos: puede llegar a venderse hasta en 32, 33 pesos el kilo. Ahora está a 18, 20, ya seco. En cereza, verde, a 8, 10 pesos; conviene más en cereza, pues seco lleva mucho tiempo. No hay beneficios. Hay quien lo seca, lo lava, lo despulpa, unos cuantos tienen despulpadora; depende de la huerta, 200, 300 kilos. Trabajando bien la huerta, más, algunos llegan a los mil kilos; si es planta nueva, una ramita, unas pocas más al principio, si es planta vieja, muchas ramas que estorban, se da menos; otros cafés llegan, pero no aguantan la lluvia, se cae; son variedades de fuera, de costa rica; no hay cursos, ninguno ha participado en capacitación; no llegan los técnicos, o los comienzan pero no los terminan; falla el gobierno; la organización Tozepan no llega, están en Olintla; aquí cada quien su huerta, depende si lo cuidan o no lo cuidan; antes sí, con el Instituto Mexicano del Café, les daban para mantener, apoyos como el abono, eso cuentan los hombres grandes; a veces vienen unos ingenieros, y sí lo pueden cultivar mejor, pero no tienen dinero, no lo pueden pagar, no hay buen precio, no se puede trabajar, por eso muchos dejan sus huertas, por eso necesitan un gobierno que les consiga buen precio, entonces sí, se ordenan, chapean, abonan, lo cuidan pa que no se caliente demasiado…


En un rincón de la cañada se cierra el monte. Aparecen las caobas y cedros sobrevivientes. El ojo afilado de Eduardo reconoce el palo matanka, el que utilizan los taqueros para cortar su carne. Y sigue la vista totonaca por la foresta: por allá un akalpu, un fulnikihue, pero mis ojos son ciegos, mal educados, ignorantes.


“Ese es un palo sangrado”, acierta Eduardo, si te cortas, no más lo escurres y la sangre se para.

 


11.- Presa por carretera

 

El cielo estrellado, luminoso, acoge la soledad de la montaña. Busco al presidente municipal de Olintla, Héctor Arroyo Bonilla, ya de regreso de la comunidad de Vicente Guerrero. Ha oscurecido, y las luces del pueblo apenas resisten el encierro negro del monte. El alcalde sale a la calle y ahí platicamos. Llegó al Ayuntamiento con las siglas del PAN, y me pregunto si eso importa realmente en esta sierra. No sé mayor cosa de él: tiene una tlapalería o herrería, creo que la misma gente del pueblo no lo tiene claro. Ahora, por lo escuchado en Zaragoza, la gente lo mira como al principal promotor de la hidroeléctrica. No le gusta nada cuando se lo digo --yo no promoví nada, casi me grita--, pero no duda en decir que es la única salida para sacar a Olintla de la miseria extrema y el abandono. Presa por carretera, confirma, y se anima al pensar en un camino pavimentado que salte el río y abra la puerta por Jopala hacia Veracruz y rompa el aislamiento de estas cañadas totonacas. Y doscientos empleos, por dos o tres años.


Del proyecto dice que no sabe nada. Ni el nombre de la empresa. Que nada les han presentado por escrito. Pero que los de Zaragoza ya habían aceptado. Y que la bronca es política. Y que son los de la organización Tozepan los que metieron ruido. Y que es un profe bilingüe el que hace grilla. Y que no tiene la menor idea de las consecuencias que tendrá para el río que le quiten el agua por dos o tres quilómetros. Que eso ya lo explicará la empresa.


Y también me dirá que si el gobierno federal les construye esa carretera, ni él, n nadie, hablaría de una hidroeléctrica.