• Sergio Mastretta
  • 28 Febrero 2011
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Por: Sergio Mastretta


Los extremos cafetaleros: en la zona de Xicotepec miles de hectáreas de plantíos a sol abierto y con el uso de agroquímicos producen intensivamente para la exportación a Alemania; los empresarios capitalistas recorren en helicóptero las plantaciones que, al cabo de cuatro o cinco años de explotación, venden a pequeños productores sin capital y tecnologías para repetir la experiencia; la productividad baja y con el tiempo las laderas reproducen el ciclo maicero de erosión y pobreza. En Cuetzalan, una región de pequeños productores, un cortador de café recibe 50 centavos por kilo en la cosecha para lograr si tiene suerte alrededor de 25 pesos diarios. En Huehuetla, luego de las lluvias, los acaparadores lo compran a 30 centavos contra el riesgo de que se pudra en el suelo.

• Al fin en la economía global, el boom de la industria de muebles rústicos para la exportación en la ciudad de Puebla ha multiplicado en los últimos cinco años la tala legal y clandestina, con decenas de aserraderos entre Chignahuapan y Huauchinango.

• Teziutlán, en el otro extremo de la economía, ha desarrollado en cinco años una actividad maquilera con 32,000 empleos directos en la confección textil. La migración genera hacinamiento urbano sin consecuencias para bien de las comunidades que aportan la fuerza de trabajo. La ciudad media reproduce los errores de los centros industriales de Puebla y el Distrito Federal.

• Un sábado de plaza en Zacapoaxtla arroja la realidad sin cifras del autoconsumo indígena y la relación desigual y expoliadora de las cabeceras comerciales y las comunidades: huacales de frutas son ofrecidos a las nueve de la mañana a quince pesos; son comprados a ocho al final del día.

• Tepetzintla es un municipio que en 1975 no había visto rodar por sus veredas ni siquiera una carretera. Muías de carga y hombres caminaban seis horas para llegar a Zacatlán. Ni luz, ni escuela, ni drenajes, sólo chozas alrededor de un quisco-pozo, una presidencia, un templo franciscano y un curato en el que los tatas veían de cuando en cuando un código del siglo XVI. Dos mil comunidades estaban asiese año. El esfuerzo del Estado y los pobladores revirtió esta situación con escuelas, luz eléctrica, ten-acerías y centros de salud. Sin embargo, para 1995 el 90% de los municipios comprobaba índices de marginación alta o muy alta.

•    A fines de los ochenta los indios de San Juan Tahitic, a tres horas y media de camino a pie de Zacapoaxtla. tomaron de un cacique sus tierras ancestrales. La policía de inmediato reprimió la invasión y recuperó los predios. Siguieron años de plantones y escritorios sin éxito en la ciudad de Puebla. Un día de 1993 el hijo del ranchero fue ejecutado sin más a balazos a las puertas de su casa.


Comunicada por tres rutas —la petrolera de Huauchinango- Poza Rica; la indígena de Zacapoaxtia-Cuetzalan; y la ferrocarrilera de la decimonónica minera y comercial Teziutlán—, la Sierra tiene presencia institucional añeja, pero delimitada en puntos estratégicos: la iglesia católica, con sus misioneros desde el siglo XVI y sus templos en cada una de las comunidades; el Estado con sus gobernadores y presidentes, sus jueces de paz y sus cárceles, la economía con sus presas de Necaxa y la Soledad, para energía eléctrica del Distrito Federal. El Estado también de las últimas décadas, con su Interserrana y sus terracerías, con sus escuelas bilingües y sus tecnológicos, pero con la carencia de una estrategia de inversión pública para el desarrollo en el largo plazo de la economía serrana.


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