Carlos Mastretta volvió de Italia a mediados de 1936, terminados sus estudios en mecánica y convertido en un joven ofi cial del ejército italiano. En esos meses conoció a la joven Natalia Fernández, con quien vivió un romance perfi lado en estas cartas que consignan la ruta de su regreso a Europa, en noviembre de 1937, y la ruptura con la novia mexicana al término de un año. Revelan también con detalle la incertidumbre profesional del joven méxico–italiano, oficial del ejército, escritor en ciernes e desventurado empresario, arrollado como todo aquel mundo entonces por el torbellino de la guerra inminente.

Veracruz/30 Nov/1937

Natalia de mi vida:

Hoy fue por fi n el día temido en el cual he tenido que alejarme de ti. Hoy ha sido uno de esos días en los cuales siente uno que el alma entera se cae a pedazos. No te puedes imaginar cómo lloré saliendo de la Iglesia que tantas veces fue testigo de nuestro gran amor. (...) Mañana embarcaré y esta es por lo tanto la última misiva en tierra de México.

Quiéreme siempre, no me olvides y recuerda que para mí tú eres la vida entera. No llores, porque no me gusta que llores mientras como ahora te beso, pero créeme que volveré para recoger con besos ardientes las lágrimas que por mi causa ahora viertes.

Te besa y te quiere infinitamente

Carlo

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A bordo del “Iberia”

2 de Diciembre de 1937

Natalia:

Ayer a las seis de la tarde el barco abandonó Veracruz llevando a bordo a un pobre hombre que sufría lo indecible.

Ese hombre era yo, Natalia. En estos últimos días me he convencido de que tú y nadie más que tú puede hacer de mí lo que quiera. (...) ¿Por qué, tú y yo, que tanto nos queremos, hemos sido castigados así por el destino de este modo? (...) Sufro mucho, Natalia, pero estoy firmemente convencido de que vendré por ti aunque tenga que levantar el mundo entero con un dedo sólo. (...) Este sacrificio traerá consigo un día una dicha incomparable.

Carlo

A bordo del “Iberia”

5 de Diciembre de 1937

Natalia:

El barco ha tomado definitivamente el rumbo de Europa, después de una pocas horas en La Habana, abandonando América, continente en el cual dejo mi vida, mis ilusiones, mis esperanzas, mi amor. (...) Para mi alma el momento más triste lo constituye la mañana al despertar. Antes yo me despertaba lleno de alegría, porque en aquellas horas felices tú me esperabas en el Paseo de las siete: ¿Recuerdas?

Carlo

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A bordo del “Iberia”

17 de diciembre de 1937

Natalia:

Ayer a las once de la noche llegó el barco a Lisboa, y después de una breve permanencia de sólo dos horas salió rumbo a Inglaterra. (...) Estas cartas serán las primeras letras que recibirás el próximo año 1938. este año será para ti y para mí un año muy duro, será el año del sacrificio, el año de la dura prueba. Lo único que para mí deseo es que Dios me permita regresar a casarme contigo, en el próximo invierno de 1938–1939. (...) Tengo frente a mí tu fotografía. No sé qué decirte. Siento que una lágrima se desliza lentamente por una mejilla. Es una lágrima más en la historia de nuestra pasión. Cuántas más vendrán aún.

Ahora son lágrimas de tristeza. Mañana serán de inmensa felicidad. (...) Lloro y tengo veinticinco años. Bendita seas

Natalia...

Carlo

 

A bordo del “Iberia”

19 de Diciembre de 1937

Natalia:

Mi único sueño es que yo sea para ti lo que tú eres para mí, aunque yo no haya sido quizás sino un pobre hombre junto a una grande e incomparable criatura, que merece mejor suerte que no la de unir sus destinos a un hombre como yo. Aunque desde que tu amor puro y grande ilumina las tinieblas del turbio sendero de mi vida, tú no te puedes imaginar qué cambio radical se ha efectuado en mí. Al escéptico se ha substituido el creyente. Al descaminado, el hombre sensato. Hay momentos en mi vida en que me siento bueno. ¡Yo bueno...! (...)

De Lisboa a Inglaterra hemos tenido un tiempo magnífico, cosa rarísima en estos tiempos. Lo único es que hace un frío enorme, y yo ya había perdido la costumbre. Dentro de una horas desembarcaré en Francia y mañana llegaré a Milán. Quiéreme siempre. (...)

Carlo

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Milán 26/Dic/XV1

Natalia:

El tiempo es inexorable. Ayer mientras en Stradella visité la tumba de mi familia, constaté que tres de las personas que yo dejé ahora reposan en el cementerio de la risueña población alpina.

Stradella es una pequeña villa de doce mil habitantes, situada orillas del majestuoso Po y en las estribaciones de los Alpes. Sus colinas verdes y tranquilas, su castillo situado en el punto más alto de la villa y desde el cual se domina toda la llanura lombarda, que en un tiempo fuera el campo de batalla de todas las guerras, hacen de ella un lugar atractivo y tranquilo visitado por muchos turistas.

Es un lugar encantador en verano y en primavera, pero su apogeo es en otoño, cuando se recoge la uva y se fabrica el vino. Porque toda la agricultura de la comarca consiste en el cultivo de la parra y por consiguiente en la fabricación del vino, que es de los más famosos en toda Italia. Te describo detalladamente todo para que te forjes una idea aproximada del lugarejo. Para transferirme desde Milán, me prestaron una pequeña cafetera o automóvil Fiat, que no corre más de ochenta kilómetros por hora, y en la cual pruebas la sensación de haber regresado a tus años infantiles y de tripular un cochecito de pedales. No obstante, en menos de una hora recorrí los sesenta kilómetros de carretera y llegué a Stradella a la hora de Misa solemne que es a las diez. Grande sorpresa causó mi presencia en ese lugar y no te puedo describir la cantidad de abrazos que recibí de todos y la cantidad de invitaciones a comer que todos  me hacían. Nuestra familia es muy conocida y apreciada y por consiguiente no te maravillas de tanta efusividad. La comida de navidad fue espléndida y los brindis frecuentísimos, hasta que por fi n a eso de las cuatro y media me libré de todos y me fui a la casa donde encendí la chimenea y concentré mi pensamiento en ti. A media comida, o sea a las dos, me levanté y pedí un brindis por la mujer más linda y encantadora de la tierra. Te besé apasionadamente. No sé cuánto tiempo permanecí en el sillón frente a la chimenea. Sólo sé que las campañas de la torre de la iglesia sonaban horas breves. He escrito frente a esa chimenea en mi diario páginas sacadas de lo más profundo de mi colorante corazón. Algún día, tú y yo, las leeremos sentados frente a otra chimenea. Yo las escribí pensando en lo más profundo y apasionado de tu amor.

Carlo

 

Milán, 31 de Diciembre de 1937

Natalia:

Quiero que mi último pensamiento de este año, que quedará impreso en mi vida con fuego, sea para ti.

(...) Para ti, que con ese amor me diste el ansia sublime de vivir y amar. (...) Cuántos recuerdos y cuánta dulzura deja mi alma este año: Enero, te ve veía y a las 2 y media en el Paseo, después de que el día 18 hablamos tres horas por la tarde en el Zocalo. (...) Febrero, me acompañabas hasta el despacho, yo siempre enamorado, tu siempre encantadoramente pícara. (...) Marzo, ¿recuerdas ese día diez? ¡cuántos sueños y cuántas ilusiones! Abril y mayo pasaron rápidos, como una sinfonía primaveral y amorosa. Anduvimos solos por todas partes. Después en junio empezaron los nubarrones. (...) El destino estaba en acecho. Vino tu viaje a la Hacienda en Todos los Santos, y la carta de Italia.

Vino noviembre, con su bruma y su tristeza y cuántas hojas

se llevó del árbol de nuestro incomparable amor. (...) 60 Milán, 1 de enero de 1938. He levantado yo también mi copa para brindar por ti y por nuestro amor.

Carlo

 

Milán, Martes 18/Ene/1938.–XVI

Mi carta de hoy será una carta triste y llena de melancolía. Leo lo siguiente en mi diario: “Hoy, 18 de enero de 1937, lunes, Natalia y yo, hablamos solos, de nosotros, del amor, de nuestra vida, en el Zócalo. Yo la quiero hasta el delirio.

Ella también comienza a quererme. Lo leí en una mirada.

Pero sé que no me la merezco. Parece un sueño, y es la realidad. Hoy ha sido el día más feliz y emotivo de toda mi vida.” (...)

Carlo

 


Milano, 3 de Febrero de 1938.– XVI

Natalia:

(...) Aquí todo procede a pedir de boca, y espero que a l mitad de este mes se resuelvan dos negocios, uno de los cuales es el de España y otro el de la fábrica de automóviles “Alfa Romeo”, que es una de las más grandes de Europa. Dios quiera y todo proceda bien. Las noticias que los periódicos de acá traen de México no son nada tranquilizadoras. (...)

La distancia ciertamente contribuye a ver las cosas con lente de aumento, sin embargo creo que algo de cierto hay en el fondo. Por consiguiente hay momentos en los cuales me dan ganas de regresarme, aunque mi presencia allá no resuelva nada.

Carlo

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Milano, 20 de aprile de 1938

Natalia:

Recibí hoy tres cartas tuyas, fechadas los días 26, 28 y 30 del pasado mes de marzo. Mucha risa me ha dado la salida de Carmen Fernández Hevia acerca de mis pretendidas declaraciones a Cuteta Díaz de Rivera. A ti ya te lo he contado. Efectivamente, durante las fi estas de Angelita

Espinosa en los primeros días de octubre de 1936 sucedió lo siguiente: Fernando Gómez Alvear y Eduardo Coghlan pretendían en aquél tiempo a Cuteta y yo le dije a Andrés Matienzo y demás pandilla: “A que me le declaro yo a Cuteta y dejo a ese par con un palmo de narices”, así fue que me puse a bailar con ella y de buenas a primeras en modo de que me oyeran los que junto bailaban (se bailaba en la antesala de Casa Espinosa), le dije cuatro palabras fogosas diguas de un romance de dos por cinco. Te pudes imaginar la |risa |de todos los de la palomilla que, al igual que yo, estaban algo en copiosas. Estas fueron según las lenguas envenenadas de los poblanos, mis picones hacia ti (...fue sólo a fi nes del mes de octubre, recordarás bien, el 25 de octubre de 1936, que en una mañana radiosa te declaré por fi n mi amor.

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(...) Recibí también carta de mi papá y de

Juan Matienzo. Mi padre me dice que por ahora renuncia en manera definitiva a regresar a Italia por un complejo de circunstancias. (...) Juan dice textualmente: “Natalia sigue más mona que antes, la veo siempre tan bonita en misa, que siento que tú no las puedas |espiar por una rendija.

Tus relaciones con ella siguen siendo objeto de discusión entre todos los conocidos. Yo soy de los pocos que aseguran que vuelves pronto y te defiendo a capa y espada”. Pobre Juanito. En el fondo tiene por mí una gran admiración, porque en su regeneración fueron mis consejos, antes que los de María, los que lo indujeron a cambiar de vida. Yo le dije: “Enamórate de una mujer que te domine”. Y así fue.

(...)

Carlo

 

Milano, 28 maggio, 1938.– XVI

Natalia mía:

(...) Si soñamos despiertos en nuestro polvoso Paseo y caminamos juntos largo tiempo, ¿es un sueño o es una realidad? Comprenderás que es un sueño por ahora. Un sueño que tuve hoy por la madrugada pero que se puede convertir pronto en realidad. Lo que hoy he soñado, mañana puede ser cierto. Puedo salir en cualquier momento para México, siempre y cuando las cosas lleven el camino que hasta ahora han tomado. El negocio procede lentamente pero seguramente, y mientras más tiempo le emplee en desarrollarlo, mayores serán las probabilidades de éxito.

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Creo sin embargo que el desenlace definitivo se verificará en estos días pues las circunstancias han llegado a un punto en el cual una decisión se impone. Sea positiva que negativa dicha decisión, estoy preparado para recibirla de dos modos: Sí es positiva, tres días después estaré en altar mar rumbo a México. Sí es negativa, me quedaré en Italia y me lanzaré de lleno en el negocio de España, que si bien más modesto es más seguro y más duradero (...)

Carlo

 

Milán 15 de junio de 1938

Natalia mía:

Tus cartas fechadas los días 23, 25 y 27 de mayo me han traído una vez más un aliento dulcísimo de fe y esperanza.

Contemporáneamente a tus cartas me llegó un larguísimo telegrama de Marcos y te puedo decir solamente que en estos momentos se está jugando la última carta del complicado negocio. Si la respuesta será afirmativa los acontecimientos se desarrollarán vertiginosamente y no te puedo precisar por ahora absolutamente nada pues más vale no hacerse muchas ilusiones y esperar con calma la evolución lógica de este negocio, en el cual he puesto toda la poca inteligencia que Dios me ha dado. (...) Creo firmemente que en este momento estamos con el objeto de cumplir una misión para que nuestro paso por la vida no sea estéril. (...) Yo estoy convencido que tarde o temprano tendré que trabajar en México. Por ese país tan profundamente infeliz y tan inmensamente rico que te hace pensar en el paroxismo de un infeliz mendigo sentado sobre un saco de oro. México paga con su desgracia el pecado de su inmensa riqueza. Sin embargo existe una fórmula capaz de devolver a México la tranquilidad y hacer que su riqueza sirva para curar las llagas de su profunda y antiquísima miseria. En México, Nena, existen cosas profundamente contrastantes: se pasa de las maravillosas avenidas de la capital a la profunda desolación de los pueblos indios abandonados a su triste destino; desde el lujoso automóvil al indio del estado de Chiapas que por veinte centavos te transporta 100 kilos por cincuenta kilómetros. Sin contar con la funesta política del agrarismo y de un socialismo estúpido e inhumano. Son cosas que para cualquiera que ha nacido en México pero que ha vivido, conocido y practicado otros mundos y otras ideas, conmueven profundamente. Es necesario que fuerzas nuevas cierren las llagas de tanta miseria.

Vendrá un día en que... (...) Vive tranquila, Nena, y piensa sinceramente que quizás pronto nos veamos. (...) Tuyo.

Carlo

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Milano, 25 de Giugno 1938

Natalia mía:

Hoy Marcos se cortó la coleta de soltero y no quiero hacer ningún comentario acerca de lo triste que he estado todo el día pensando (¡oh ironía de la vida!) en lo feliz que serán, con su casa nueva, sus ilusiones y en una palabra con todo lo que habrán soñado o dejado de soñar. (...) En la mañana fui al viejo altar del Duomo de Milán a pedir por su bienvenida felicidad. Hubiera preferido que marcos hubiese esperado un cierto tiempo, pues de hacerse “nuestro negocio” Marcos tendrá que venir a Europa conmigo y le tocará dejar un tiempo a Sarita en Puebla sola. Esto no es sino un proyecto mío, Marcos no sabe nada de nada, y por consiguiente queda todo entre nos. (...) Paciencia Nena, he sabido soportar todo esto hasta ahora, con una estoicidad casi única, No sé porqué el destino me ha dedicado un programa tan selecto de sinsabores. (...) Tengo un miedo terrible a que si la adversidad continúa mi fe comience a flaquear. (...) Te quiero siempre. Tuyo.

Carlo

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Milán, 11 de julio de 1938.– XVI

Natalia mía:

¿Sabes qué día es? (...) Un día que ha traído un dulce, dulcísimo recuerdo de nuestro grande amor. (...) Mis ojos se detuvieron en una fecha en mi diario: 11 de julio de 1937. ¿Sabeas lo que estaba escrito? Te lo diré brevemente. ¿Recuerdas tu enfermedad del año pasado? Duró desde el 27 de junio hasta el 11 de julio, día en el cual saliste por primera vez y nos vimos en el famoso portón de la casa de las Robles en la calle que es el respaldo de la del despacho.

¿Recordarás como voló el tiempo ese día? Fue un día en que nos envolvimos en la nube dulce y serena de nuestro amor y por más de tres horas platicamos de ti, de mí, del mundo nuestro. (...) Siento que te veré pronto, Hoy hace un año te vi después de diez días. ¿No puede ser que dentro de un año recordemos juntos estas fechas? (...) Tuyo.

Carlo

 

Chinsa de Periu, 23 de julio de 1938

Natalia mía:

Cuántas cosas en tan poco tiempo. Aquí me tienes ahora de ofi cial como hace cuatro años exactamente. Duermo bajo la tienda de campaña sobre un saco enorme lleno de paja, como a gran velocidad, casi no me lavo y camino todo el santo día por estos montes, que puedes ver en la tarjeta postal que envié ayer. Es un lugar simpático y agreste: un pueblo pequeño se encuentra a tres kilómetros del campamento, donde viven bajo las tiendas de campaña más de 200 personas. La corneta despierta al trabajo cotidiano a oficiales y soldado a la misma hora: las tres y media de la mañana. Después del café, que se toma siempre en Europa, se emprenden las ejercitaciones por los montes arcaicos que rodean la cuenca. A las 11 se suspenden las ejercitaciones para consumar un breve u frugal alimento y a las 12 y media se emprende el trabajo que dura hasta la 66 hora de regreso que es a eso de las cinco de la tarde. A las seis se cena, en un pequeño restaurant del pueblecillo y a las ocho y media se va uno... a la cama si es que se permite el nombre, más cansados que un buey que ha arado. Vida como ves rígida y al tiempo mismo alegre. Mis cuarenta soldados que comprenden mi pelotón cantan todas las veces que las exigencias lo permiten. Han hecho entre ellos un coro de diez voces moduladísimas que vale la pena oír, en estas noches de medio verano, cantando canciones nostálgicas o guerreras. Yo en mi tienda permanezco largo tiempo sin dormir pensando en ti. (...) Desde este rincón del mundo, donde me encuentro, existe una línea espiritual imperceptible, pero formidable. Es la línea fina y sublime de mi amor, que es tu amor sereno y apacible. (...)

Tuyo siempre.

Carlo

 


Milano, 8 de Agosto de 1938.– XVI

Natalia mía:

Hoy fui a Vicenza, ciudad de 120 mil habitantes, que se encuentra cerca de Verona, patria de Romeo y Julieta. La región es encantadora y la ciudad parece una villa de la edad media y el renacimiento, sino fuera porque los autos y camiones te conducen de golpe al siglo XX. Fui a arreglar un asunto de mi papá y gracias a Dios en un solo día arreglé todo. Sigo siempre solo en Milán y ahora me he quedado solo también en la ofi cina, pues la mayor parte de los empleados y empleadas se fueron a sus tradicionales quince días de vacaciones. Yo me quedaré en Milán siempre, a excepción de los días 13, 14 y 15 del corriente, que como sabrás son de fiesta obligatorios en toda Italia.

Mañana tengo que hablar del petróleo con otros tipos y toda la semana será igual. Se pasan los días y los meses con una velocidad impresionante: y si me pongo a estudiar la situación me desespero pues con tantas cosas no soy capaz de ver claro nada todavía. (...) De Luis sé solamente que se embarca en el “Rex” el 14 de los corrientes en Nueva

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York. Viene al “Campo Dux” a Roma sólo por dos meses.

Aprovecharé este viaje para enviarte muchas “chivas” que por correos imposible, a ver si te gustan. Yo iré a Nápoles o Génova a recibirlo con mis tíos y demás parentela, que están felices, pues basta que vean la posibilidad de paseos, luego luego se entusiasman. Mañana estoy invitado a comer con el cónsul de México González Roa, muy inteligente y de los mexicanos que se saben distinguir. (...) Te quiero con una pasión sublime e inextinguible. Tuyo.

Carlo

 

Roma, 28 de agosto 1938.– XVI

Me encuentro en esta Ciudad con Luis que ya entró en el famoso Campo del Lido de Ostia. El vapor entró en Nápoles ayer a las dos de la tarde y tuve oportunidad de hablar largamente de tantas y tantas cosas que te será fácil imaginar. Te agradezco muchísimo los regalos, Sagrado

Corazón y el San Cristóbal que por medio de Luis me enviaste y que de hoy en adelante me acompañarán a todas partes. Lo que más te agradezco es lo que me mandaste decir con Luis. Eres incomparable. Ahora te contaré de Luis. (...) A bordo del “Rex” se unieron con la caravana de muchachos y muchachas que vienen de Canadá. Por información de los acompañantes supe que Luis se la pasó casi todo el tiempo en el camarote sin ir a ninguna de las fiestas del barco, y que siendo las muchachas del Canadá setenta y los chicos un total de veinte, las niñas, de diez y ocho años del Canadá les daban la caza a los chicos. Sé, sin embargo, que no obstante los reiterados ataques de una morenita canadiense, Luis siguió en su propósito de buen chico. En fin, para no hacer el cuento largo, parece que “el niño” está enamorado de una chamaca de Puebla, que según le he podido sacar ya es su novia y le juró que no bailaría nunca.

Así me gusta, ¿o no? Después de llegar a Nápoles les pusimos en el tren de Roma y después al puerto de Ostia.

Se encuentran en un campamento bajo los pinos marinos a 40 metros del mar. Los vistieron de marineritos y están muy guapetones. (...) Permanecerán en Ostia hasta el día

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10 de septiembre y después se los llevarán de paseo a través de Italia. Yo me regreso a Milán mañana por la noche y lo volveré a ver cuando obtenga una licencia de cinco días par visitar a los parientes. Saldrán dentro de un mes en el “Roma” rumbo a México. Yo creía que con Luis me mandarían lo que pedí referente al negocio, sin embargo no trajo nada. Septiembre será un mes en el cual se resolverán muchas incógnitas una de las cuales... ya la sabrás. Está

Roma Soberbia. Te quiero y te beso. Tuyo.

Carlo

 

Viaje a Roma. Fotos tomadas por Carlos Mastretta en 1938.69

Milán, 17 Sept. 1938.– XVI

Natalia mía:

No obstante sea ya muy noche pues son casi las dos de la mañana, y acabo de llegar de Roma, te escribo para contarte la odisea de este viaje, que más me hubiera gustado no haber efectuado. Luis se embarcará en Génova la próxima semana y de Italia no habrá visto sino Roma pues no me fue posible obtener un permiso para pasearlo por Italia como era mi deseo. Paciencia. (...) Ciertamente esta vez no te desmiento. Hace tres semanas que esta pobre y vieja Europa se sacude ante el preludio de lo que puede ser una guerra general. En Italia, por virtud del Duce, reina sin embargo una paz y una tranquilidad absolutas. En Italia sabemos que el Duce quiere la paz y estamos seguros de que la obtendrá. En estos momentos en los cuales los hombres de estado de Europa dan síntoma de haber perdido la brújula y amenazan con lanzar en el espantoso remolino de una guerra toda la juventud de Europa, en estos momentos agudamente decisivos en los cuales los pueblos sienten la pesadilla de una guerra sobre las espaldas, Mussolini y tras

El toda Italia, no sólo conserva una calma grandiosa, sino que indica a unos y a otros la única solución posible: Mussolini dará al mundo la paz. Vive tranquila, porque muy pronto nos veremos. Espero con calma la solución que se avecina, que estoy preparando con toda meticulosidad.

Dios me iluminará. (...) Tuyo.

Carlo

 

Milano, 27 Sett.1938.– XVI

Hoy a bordo del “Roma” salió rumbo a México, Luis.

Como te anuncié salí rumbo a Génova en coche hoy por la mañana y llegué a los ocho de la mañana después de haber atravesado los Apeninos con un chaparrón espantoso.

Luis estaba ya a bordo y yo me puse a hacer lo posible por conseguir un permiso para subir a bordo, permiso que no conseguí. Me encontré entonces yo en tierra y él a bordo 70y sin saber en qué forma le entregaba yo las tortas y la pulsera y el prendedor que te mandaba yo. Por fi n, después de mucho buscar encontré dos muchachas de Canadá que me habían presentado días antes, las cuales con mucho gusto se prestaron a subir el paquete a bordo. Pero cuando eché mano a la bolsa buscando el paquetito con la pulsera y el prendedor con gran rabia constaté que no los tenía. A gritos le hice entender a Luis lo que me pasaba. Hoy volviendo a Milán encontré el paquete encima del buró de mi recámara. Por lo que se refi ere al suéter que me enviaste, regresa con Luis a México, porque él se vio imposibilitado de devolvérmelo. Cuando estaba en Roma durmiendo bajo la tienda de campaña me dio pena ver que no tenía de México ninguna ropa de lana. Yo le dejé el suéter con el encargo de ponérselo si tenía frío, pero de devolvérmelo apenas estuviese fuera del campo. El pobre ni se lo puso, pero cuando llegué a Génova ya estaba a bordo y no me lo pudo devolver. Espero me perdonarás. Ese suéter me lo pondré este invierno en México. Todas estas escenas se registraron en medio de una lluvia y neblina atroces. Te puedes imaginar el estado de ánimo que tengo hoy pues regresando a través de los Apeninos encontré lluvia, niebla y dos ponchadas de llantas. Todo esto con el disgusto de no haber podido casi hablar con Luis me han puesto los nervios de puntillas. Menos mal que las muchachas canadienses subieron el paquete con los pasteles. Se trata de una torta llamada del “Paraíso”, que es una especialidad de estas tierras lombardas, espero que la gustes y sobre todo espero que me perdones todos mis atarantamientos. Hoy me llevé otra desilusión más pero espero que sean las últimas pues el triunfo se acerca. Cuando pienso que pronto te volveré a ver desaparecen de mi mente el pesimismo y demás cosas. Tuyo.

Carlo

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Casale Tesonferrato, 5 Octubre 1938

Natalia mía:

La calma ha vuelto a reinar en Europa y a cuanto parece la paz tan famosa como ausente, una paz basada en la justicia entre los pueblos está por aparecer. Dios lo haga. Mientras tanto yo sigo en mi Regimiento en espera de la orden que me devuelva a la vida de siempre. He vuelto a ser el buen oficial del Cuerpo de Ingenieros y mi deber lo cumplo integralmente y estrictamente. Así pues desde la levantada a las cinco hasta las cuatro y media de la tarde vivo entre mis soldados ocupándome a todas esas pequeñas y al mismo tiempo grandes e importantes cosas de los soldados cuales son la instrucción y la disciplina militar junto con todo lo que concierne a la comida y al descanso. El tiempo pasa rápido y sin darte cuenta los días, son ya casi ocho que estoy aquí, se van también como las hojas secas que barre el viento de este otoño opaco y frío. Cuando no llueve a cántaros la neblina con su blanco y denso manto, todo lo esconde. Los árboles se vuelven amarillos y las hojas caen rápidamente. Te describo esto para que te imagines cuál es el estado de ánimo cuando terminada mi jornada de servicios en el cuartel regreso a la pequeña recámara del insignificante hotel donde duermo. (...) Permaneceré en el regimiento unos 15 días más y espero regresar a Milán para mediados de mes a ver cómo van mis negocios. Las cosas no van bien que digamos, sin embargo, no obstante esos incontables reveses de la suerte en estos últimos tiempos, espero que pronto todo cambie radicalmente... (...)

Cuando esta carta tge llegue será ya, casi, el 25 de octubre, fecha memorable enn la cual hace dos años te declaré mi amor con unas palabras que repito siempre y que son las más bellas y sinceras que han brotado de mi corazón. (...)

Tuyo siempre.

Carlo


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Milano, 13 Octubre 1938

Natalia mía:

En tus cartas me informas que mamá se encuentra completamente restablecida. Gracias a Dios que así es, pues no te escondo mi pena leyendo tus cartas en las cuales me narrabas las horas angustiosas transcurridas al pie de la cama de mamá enferma, por su madre adoptiva, por ti Nena. Tus cartas eran un opaco grito de protesta contra el destino cruel que te persigue. Siento en el alma que sufras también por causa mí. (...) ¿Por qué ha de sufrir Natalia, ella que no ha tenido en la vida sino bondad y fe? Esta es la pregunta que dirijo al cielo desde que comprendí otras cosas que en tu carta aparecen entre línea y línea como en una tenue sombra. (...) Volviendo a Milán, después de esta ausencia forzosa de quince días encontré muy a mi pesar que casi todo mi trabajo de estos meses se ha esfumado y, lo que más me disgusta, que la cuestión del petróleo se ha esfumado completamente. Pocos días de abandono bastaron para destruir un trabajo de siete meses. La vida es injusta y cruel hasta la exasperación. (...) Sólo tu fe me sostiene y me sirve para continuar esta lucha desigual y estéril. (...) ¿Nuestro destino quiere que nuestra vida sea una continua sucesión de obstáculos y sufrimientos? No, no lo será. Yo lucharé por hacerte feliz a cualquier costo.

(...) Te beso. Tuyo.

Carlo

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Milano, 4 de Noviembre 1938

Natalia mía:

Ayer por la noche después de cenar me fui al cine a ver una película conmemorativa de Verdi. Salí a eso de las once y media. La noche era fría y envuelta en la neblina peculiar de Milán. Me encaminé a pie a casa pensando en los acontecimientos de hace un año cuando el 4 de noviembre te anuncié mi salida para esta tierra. (...) Pensaba yo estas cosas con inconmensurable tristeza y nostalgia. (...) Todo mientras caminaba por las calles de Milán envueltas en el blanco sudario de la neblina otoñal húmeda y triste, cuando escuché una voz de chiquilla que decía: “Cómpremelas, señor, para su novia”, al mismo tiempo que de entre la niebla aparecía una vivaracha criatura de ocho años de edad vestida de campesina, con una cesta de violetas preparadas en ramillete y una carita de ángel rubio con un sonrisa en los labios y dos ojos vivaces que brillaban en la niebla como luciérnagas. Me di cuenta de que estaba yo en el Teatro Carcano y que la chiquilla esperaba la salida de la gente para vender su mercancía, violetas, fl ores invernales, que una antigua tradición hace vender a las chiquillas a la salida de los teatros y cines de Milán. Por toda respuesta le dije: “Si supieras, niña, cuán lejana está mi novia”. Ella respondió: “Cómprelas en su nombre, le traerán fortuna”.

(...) Así comencé mis 26 años y mi onomástico, y espero que la frase de la chiquilla rubia que vendía violetas en la fría noche de un otoño avanzado se vuelva realidad. (...)

Con pasión y cariño. Tuyo.

Carlo

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Milano, 24 Diciembre 1938

Natalia:

“Esta noche es noche buena”. Así comienza una antigua canción mexicana que de chico oí cantar. Cuántos recuerdos, cuánta nostalgia. No es el caso de comenzar a cansarte con mi eterna e incurable melancolía. Después de un año de cartas en las cuales sólo melancolía y desengaños se encuentran archivados, no quiero que esta carta sea como las demás, especialmente después de haber recibido tres cartas, una de las cuales la del 1’ de diciembre, me narra como el destino quiso que pasases la noche del 30 de noviembre, fecha de aniversario de mi salida. Cualquier otro enamorado se hubiera roído el corazón con los celos al pensar en los diez hombres que te “abrazaron” (para emplear la frase de tu Papá) en el baile del Hotel Reforma. Yo no, Nena, a treinta días de distancia gozo pensando que tú, después de tanto sufrir, de tanto vivir aislada, pasaste una noche en la cual tu belleza incomparable, tu infinita dulzura, habrá brillado como un faro en el Salón suntuoso y te habrá dado un momento de felicidad que yo desgraciadamente no te puedo dar. (...) No quiero sufrir pensando en la vida retirada que te obligan a hacer las lenguas envenenadas de Puebla. (...) Sé perfectamente que si tú bailas, ríes, y vas a todas partes tu corazón siempre me pertenece. (...)

Mi amor vive por encima de todo, como está el sol sobre la tormenta que azota la tierra sin piedad. (...) El destino está volteando la hoja en el libro de nuestro amor que no obstante la adversidad vive y siempre vivirá. Te quiero, te beso. Tuyo.

Carlo

 

Milano, 26 Dic/38

 Natalia:

Pasó Navidad, con su tradición y su alegra paz. Hoy recibí dos cartas tuyas. (...) En una me dices que te ha salido un pretendiente y debido a la amistad que lo une con tu Papá te acompaña a veces. No tienes necesidad de prevenirme contra las lenguas maldicientes pues bien sabes lo que pienso de ellas. Mi vida sigue tal cual. Ninguna novedad en nuestro asunto. (...) Estoy resignado ante un destino que juega conmigo y no me maravillaré, ni quejaré de la solución que en los primeros días de enero se presentará. Todo se juega en una carta sola. Te quiero siempre.

Carlo

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Milano, 5 Gennario 1939

Natalia:

Como me pides, contestaré esta carta en manera especial, y no hay porqué temer, pues ninguna nube puede mínimamente opacar el inmenso cariño que por ti sustento y sustentaré, aunque las circunstancias y los inmerecidos golpes del destino separen que te diviertes, me regocijo. Ve a todas partes, baila, ríe, goza de la vida, pues la juventud no se debe sacrifi car a ciertos convencionalismos burgueses de rancio arraigo en la sociedad de Puebla. (...) Lo que me ha causado mal humor ha sido el concepto bastante mezquino en el cual ciertas personas tienen a nuestro sublime cariño.

Alguno te ha dicho que lo nuestro es “juego de niños” y tiene razón solo en parte. Nuestro amor por lo puro y lo inocentemente sublime es un “juego de niños. Un “juego de niños” que me ha abierto en el corazón una llaga, que ha resistido el tiempo, distancia, contrariedades, que me ha hecho desear para ti lo más grande del universo. (...)

Y si el destino cruel que me persigue me obligara a seguir alejado por mucho tiempo de ti, probablemente llegará el triste momento de la renuncia. (...) el destino quiere que deseando yo sólo tu felicidad hasta ahora no te he dado sino dolor y quizás desengaño. Triste amor el que renuncia y se le llama “juego de niños”. Tuyo para siempre.

Carlo

 

Tu casa, febrero 12–939

Carlos:

Aunque el tema que voy a tratar en esta carta es doblemente doloroso para mí, no me queda otro remedio que abordarlo, suplicándote antes que si hubiese algo que te desagradase lo pases por alto, pensando que no es esa mi voluntad sino simple torpeza de mi mano que sabe explicarlo.

Dos o tres veces he sido causa de frases irónicas y mordaces en las cuales no reparé, pero hoy desgraciadamente me he enterado de que todas esas burlas son debidas a una indiscreción tuya, perdóname, es la primera vez que me atrevo a reprocharte tu conducta; si los resultados de ella atacaran únicamente a mí, los hubiera dejado pasar de largo como uno más en la larga chismografía poblana, pero trayendo consigo en plan de choteo la reputación del ser más querido para mí, como es mi padre, no estoy dispuesta a permitírtelo ni hoy ni nunca.

He aquí la versión completa de este pomposo lío...

En días pasados recibió Juan Matienzo una carta tuya en la cual te muestras lleno de “indignación” contra mi padre por el grave delito de haber llamado “juego de niños” a nuestro noviazgo, recuerdo la frase, es mía; con sinceridad te dije esa inofensiva opinión de papá creyéndote discreto y pensando que como novio podría confiar en ti.

Pero dejando tú a un lado la caballerosidad que te caracteriza, escribiste sin duda alguna en un momento de ligereza la fatal carta.

No sé si Juan la enseñó o fue María quien después de leerla divulgó la noticia, pero es el caso que el texto íntegro de tu carta la conocen mi familia y la palomilla. Parece ser que existen algunos párrafos elocuentes, que no puedo conocer, ya que he notado tratan de ocultármelos.

Sin embargo la casualidad me puso después frente a Juan y no pudiendo yo reprimir mi ansiedad, le pregunté de manera disimulada por tu carta; me quedaba aún la esperanza de que todo fuera mentira, pero pronto desapareció al caer Juan en las redes que maliciosamente le tendí, en medio de una conversación chusca y amena. Inocentemente me dijo y me confirmó cuanto me interesaba saber; que te quejabas amargamente y que estabas indignadísimo con papá, por la califi cación que éste concedió a nuestro noviazgo, etc., etc. Redoblando mi astucia lo comprometí

a que me enseñara tu carta, pero recapacitando muy a tiempo sobre los “otros párrafos” que tan mal me ocultan, se negó terminantemente.

Afortunadamente poseo dos dedos de frente para comprender que en ellos haces referencia a alguna compatriota tuya...

Termino suplicándote que en lo sucesivo te abstengas de mencionar en manera alguna tanto a mí o mi familia en las cartas que a tus amigos dirijas. Un saludo cariñoso.

Natalia

p.s. Para evitar nuevos líos, que serían funestos para los dos,

te encargo no digas nada ni de esto ni de nada, a Juan.

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Carlos Mastretta, a Natalia, borrador fechado a lápiz el 27 de febrero de 1939.

Cayó el juguete y, Pierrot se desprendió del conjunto...

Como el juguete roto así ha pasado con nuestras relaciones... Escribo esta carta tristemente y bajo el constante recuerdo del amor sublime que iluminó mi vida y deja en ella la imborrable nota de tu apacible e divina bondad. Contigo se va la parte mejor de mi vida, la única infinita parte de bondad que ha habido en ella. Soñé tu felicidad: no te he dado ni te daré más que dolor y desengaño. Mi alma al calor de tu amor alcanzó las vetas más altas de ternura y felicidad. Cuántas y cuántas horas alcancé en aquel polvoso paseo, que en su enmohecida banca hospitara nuestro cariño y nuestros sueños, bajo el siempre azul cielo de la tierra incomparable que nos vio nacer. Era todo demasiado bello.

Era todo un ensueño que la dura e impía realidad de la vida cotidiana ha vencido, pero no acabado. Este amor, puro, grande, sublime, este amor de primavera, de juventud, belleza que perfumó la parte más bella de mi vida, jamás me abandonará. Triste destino de una triste vida que hoy me impone el imperativo categórico de la renuncia, único medio de para lograr tu futura felicidad. Entre el amor y la vida se ha abierto el abismo invencible de la crueldad humana que jamás podrá arrojar su lodo nauseabundo sobre este cariño inmenso que nunca me abandonará y que deja en mi alma una infinita tristeza rebelde y mordaz. El fin ha llegado. Solamente la voluntad implacable de vencer a cualquier precio mi adverso destino, me impone de continuar un camino duro, durísimo que yo escogía y a través del cual por casi dos años he obligado a seguir y a sufrir al ser que tanto quiero, a ti.

Paso a contestar tus cartas que fechadas los días 8 y 12 del corriente mes, que el correo aéreo hoy me trajo. Te contesto sin tratar de salvar mi despreciable persona, que nada vale, pero salvaré, a costo de cualquier sacrificio, el cariño que por ti sustenté y sustento, del derrumbe general de mis ilusiones. Y antes que nada te confirmaré mis anteriores confesando que prefiero tu odio a tu desprecio. Fracasado el asunto de Fiat he comprendido una vez más que no te merezco, y no mereciéndote, jamás te podré dar la felicidad que en justicia no te debe faltar. De volver a México por ahora, y en varios años no se puede ni hablar. No creo, como te he dicho, en los milagros de índole económica y por consiguiente no quiero que tú continúes esperando un hombre indigno de ti que no te ha hecho sino sufrir. Si nuestro cariño hubiese sido una de tantas cosas comunes y corrientes que infestan la vida real ciertamente lo hubiésemos concluído. Pretendí hacer de nuestro cariño una obra maestra. No lo he logrado, pero mil veces es preferible una obra incompleta que deja un dulce recuerdo, que no una obra mediocre que deja en el alma el amargo sabor del arrepentimiento. (El siguiente texto está tachado en el original: Este cariño es viático y crisma de mi vida, que me acompañará siempre en mi errabunda existencia y será constante estímulo de perfección y de bondad.)

Me odiarás, pero no me despreciarás, recordando que mi amor queda intacto y sin mancha, sin mediocridad y sin fin. Por lo que se refiere al irreparable error de la carta que escribí a Juan Matienzo en un momento de crisis aguda de desolación, reconozco mi culpa. Existe solamente la malísima fe de tus gratuitos y ruines informadores. La reputación de Tu Padre, a quien siempre admiro y respeto, no fue en mínima parte tocada por mis palabras. En dicha fatal carta no me “indignaba” yo con tu Papá: únicamente expresé mi dolor por el concepto no muy elevado que ha tenido de nuestro cariño. Lo que tu Papá piensa de mí no me interesa, pues tiene razón totalitariamente. Me ha dolido el concepto ligero hacia nuestro cariño que se demostró desde los tiempos lejanos en los cuales siempre se negó a escucharme. Tuvo razón, pues tu papá comprendió desde entonces que yo no era digno de ti.

En dos años intenté lo intentable por alcanzarte o por lo menos por merecerte. Como el prisionero de las arenas movedizas mientras más luché por alcanzarte más me alejé de ti y del merecerte. Por lo que se refiere a los párrafos que te han hecho tanto cavilar, pues en vez de mostrártelos te los ocultan, yo te los diré enseguida y si antes no lo hice fue porque quise ahorrarte preocupación que ahora ya no tienen razón de ser. En estos 14 meses de separación, de luchas, de viajes y peripecias sin fi n he conocido infinidad de mujeres y como decía yo a Juan sin velos y sin pudores inútiles, yo jamás las busqué: ellas me telefoneaban, me venían a buscar a la oficina, me tendían redes de todas clases... Jamás ninguna me pudo hacer olvidar por un solo momento la mujer de mi vida, la mujer de mi corazón, la mujer que el destino me ha negado. Esto lo decía yo clara, clarísimamente. Pero estos párrafos que hablaban de la sublime grandiosidad de mi amor no te los comunicaron. Te dijeron lo que mal interpretado te podía hacer daño demostrando a la luz del sol la ruindad humana. No te preocupes que en adelante pueda suceder algo parecido: nunca más volveré a nombrar a tus familiares o a ti en carta alguna, pues terminado lo nuestro no me volveré a ocupar de escribir a México, excluyendo a mi familia, y rompiendo así los últimos puentes que me unen al país del cielo siempre azul que me vio nacer.

Concluiré esta carta tan necesario como dolorosa implorando a Dios, la bendición para ti. Dios te bendiga Nena (permíteme que así te llame por última vez) por la bondad y el cariño incomparables que en mi persona indigna derrochaste. En las horas tristes de la vida, que para mí son las más, te invocaré como se invoca la más dulce, grande e incomparable ilusión que se ha perdido pero que nunca se abandona. Me odiarás, pero repito prefiero tu odio a tu desprecio: Dios en su infinita justicia me concederá la 80dicha inmensa de saberte feliz, gracias al dolor que hoy me ha costado el escribir esta carta. Perdóname y recuerda que bajo cualquier cielo y en todas las circunstancias de mi vida el faro, la luz, el viático que me acompañará siempre ha sido y serás siempre Tu, sólo tú.

p.s. Escribo también a tu buena Madrina. Ella te hará comprender y si será necesario te consolará de cuanto desgraciadamente estoy obligado a hacer. Te ruego me comuniques lo que debo hacer con cuanto me habla de ti: con tus cartas. Ahorraremos al cariño inmenso, del cual no soy digno, la odiosa y cursi devolución de los regalos. Con mis cartas te suplico hagas una fogata: lo mismo de las fotografías: en el humo que el viento elevará al azul cielo de Puebla se irán las ilusiones que mis cartas, pobres telegráficas cartas, en dos años te llevaron. Perdóname.