• Verónica Mastretta
  • 04 Septiembre 2014
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Hace un tiempo, en el Museo Amparo de la ciudad de Puebla,  se montó  una exposición que merece verse. Presenta las máscaras, joyas, cerámica y otras  piezas enigmáticas encontradas en la tumba del rey maya Pakal, nacido en Palenque en el año 603 D.C. y fallecido en 683. ¡Un rey que gobernó 68 años! Que ni se entere Fidel Castro, ya que junto al gobierno de Pakal el suyo le va a parecer corto.

Su tumba fue encontrada en 1952 por el  antropólogo mexicano Alberto Ruíz Lhiller. Permaneció oculta e inviolada durante 1269 años,  ubicada debajo del templo de las Inscripciones en Palenque. Se cree que el rey Pakal la empezó a construir   unos años antes de morir, cuando se sintió viejo. La tumba es tan pesada y la maravillosa lápida que cubre al sarcófago tan ancha, que es imposible haberla metido cuando el templo ya existía, por lo que se supone que Pakal primero construyó la tumba y luego sobre de ella  los ocho cuerpos de la pirámide que la cubren. Los mayas no levantaban templos en calidad de monumentos funerarios, ni criptas secretas.

 El caso de Palenque es único. Y es que Pakal fue considerado un dios en la tierra mientras vivió. Cualquiera se cree dios después de gobernar 68 años. Ya ven aquí después de seis como se ponen. Pakal bien que sabía que dios no era, pero  imaginó que lo podría ser después de muerto. Y por eso los jeroglíficos  de la loza que cubre su sarcófago explican e ilustran los pasos y la lucha que Pakal tendrá que librar para deificarse después de su muerte. ¡Cuántas cosas se nos ocurren a los humanos para querer librarnos de la muerte y su posible fatalidad! Y digo posible, porque nada sabemos de la posible nada que nos espera con la muerte, de ahí nadie ha regresado a contarnos como le fue. Imagínese el lector, si aquí o en China a cualquier político se le desgobierna el cerebro después de gobernar unos años, como sería la mente de Pakal después de 68 de reinado absoluto. Y viendo llegar la muerte, planeó y describió en su lápida funeraria como regresaría al mundo convertido en el dios del maíz. La lápida describe el trance de Pakal antes de lograr su triunfo y regreso; su figura aparece suspendida  en el centro de la lápida, a punto de entrar a las fauces de dos serpientes abajo de él, símbolos de las puertas del  inframundo al que bajará a luchar para ganarse su derecho al retorno. Por la cabeza, su cuerpo aparece conectado al árbol de la vida simbolizado por la ceiba. El marco de la estela  en esa zona era azul, símbolo de la luz del día; en la de abajo, el marco es obscuro, como los dominios de la muerte. Todo sucede en la parte baja de la estela en medio de ríos de sangre. Pakal flota entre su muerte, su descenso al inframundo y su resurrección, simbolizada por una semilla de maíz que le sale de la boca, de la que él mismo germinará para convertirse en dios. Como buen político, Pakal planeó su permanencia infinita sin sufragio efectivo ni relección, sino transmutado en dios. ¡Cuándo se iba a imaginar que aparecería con todo y sus cuentas de colores , su pectoral, su máscara maravillosa, y todo lo que le colocaron en la tumba, en un museo de la ciudad de Puebla, expuesto a nuestra irreverente curiosidad! Existen otras dos versiones sobre la tumba de Pakal. Una, que es la tumba de Votan, otro de los nombres míticos dados a Quetzalcóatl, un hombre de gran altura en comparación de las alturas promedio de los mayas. Y es que el esqueleto de Pakal es la de un hombre alto.

La otra versión, que se hizo popular en los años setentas, cuando se escribió el libro "La nave de los Dioses", es que Pakal vino en una nave espacial y en ella se fue. Por eso en la  estela- dicen a los que les gusta lo esotérico- aparece flotando, relajado, como dentro de una nave en la que no hay gravedad. Que cada quien crea lo que le guste y convenga.

Pakal ordenó que su tumba fuera tapiada para evitar  la profanación, llenando el conducto que conduce al sarcófago con conchas, cerámica, piedras, y los cadáveres de cinco hombres y una mujer sacrificados en su honor. Al final de nada valieron sus esfuerzos: todo apareció. La tumba escupió su secreto, así que eso de que  uno guardará el secreto de otro como una tumba no hay que creérselo y no debe uno contar lo que no quiera que se sepa, ya que sus secretos, como los de las tumbas profanadas, acabarán en el museo del anecdotario popular, igual que Pakal. Todo eso pensé mientras me asomaba a la réplica del sarcófago con todo y su cadáver de a mentiras y las joyas de a verdad de quien en vida fuera Pakal, el rey y dios que vino al mundo, se fue y quiso regresar como un dios. ¡Ay Pakal,  me diste ternura! Gracias por dejarnos tus ilusiones y tus máscaras. Al final acabaste siendo de carne y hueso. ¿Para qué guardar tantos secretos? Ni conchas, ni caracoles, ni corazones destrozados impedirán que se conozcan. Al morir alguien revolverá nuestras cosas, pocas o muchas, vaciará nuestros bolsillos, y a rey muerto, rey puesto, por mucho que nos hayamos creído ser en vida reyes, dioses o por lo menos especiales. Mejor viajar ligeros de equipaje, que  al final  de nuestras vidas  todos  seremos tumbas profanadas.

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