• Inés del Río
  • 22 Enero 2015
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Ocho de la mañana, ya es tarde y empiezo a caminar aprisa para alcanzar el “directo” que pasa a más tardar a las ocho con cinco en la parada de siempre. Se llena poco a poco el camión, siempre las mismas personas, es como si ya nos conociéramos; algunos se ve que van a la escuela y otros más al trabajo, en fin. Apenas si caben los pasajeros de la última parada justo antes de empezar la recta, muchos mejor eligen no subir de tan lleno que ya va el directo.  Y el chofer con su cantaleta, recórranse para atrás, como si fuera posible; unos con cara de desagrado apenas si se mueven y otros más dejan salir insultos hacia el chofer.

            El camión avanza,  y en el trayecto cada quien a lo suyo, a la música en los audífonos, a un libro, muchos al teléfono, a dormir o simplemente observar lo que pasa ante sus ojos. Si hay suerte, no sube el señor con su guitarra que canta canciones antiguas parea hacer ameno el viaje, pero nos aburre, pues antes de cantar nos cuenta parte de su vida. Siempre lo mismo, es como si hubiera escrito un pequeño discurso y lo hubiese aprendido de memoria.

            Al final de la recta, viene la primera parada. Empiezan los empujones y los pisotones, es casi imposible llegar a la puerta trasera para bajar. En la última parada, casi para llegar a la “11”, sobre la 4 Poniente, el directo se vacía y ahora empieza la confusión. ¿Qué camión me deja cerca?

            “Con el metrobús ya no se sabe por dónde pasan los camiones. Ayer llegué tarde a mi trabajo”, le dice una señora a otro señor que vende gelatinas en la esquina de la 13 Sur.  El señor confundido le dice que no sabe, que está igual que ella pero que en el camión que él toma había una hoja pegada detrás del chofer donde dice que por disposición del gobierno la ruta va a cambiar y junto al anuncio un croquis de la nueva ruta que seguirá. Enojada la señora, empieza a parar camiones al azar para preguntar por dónde pasa hasta que se sube en uno.

            Yo camino desde el Paseo Bravo hacia Reforma hacia el centro. Así lo he hecho en todos estos años de estudiante de Literatura en la BUAP. Camino y pienso en toda esta situación que afecta a tanta gente. Desde que entré a la universidad, siempre tuve el problema del tiempo. Parece que “el gobierno que transforma” decidió transformar a la ciudad cuando inicié la licenciatura. Calles cerradas, puentes en construcción y además el proyecto prometedor del metrobús. Siempre había tráfico, filas infinitas de autos que ensordecía a la gente con su prisa.

            Ahora el Metrobús.

            Quizá exista algún beneficio para algunas personas, pero la verdad es que ha ocasionado muchos problemas para los poblanos que ocupamos el transporte público, y para muchos el metrobús no es una opción para llegar a nuestro destino. Cada día tardo más en llegar al centro, sólo al centro de la ciudad, pues los camiones tienen que dar más vueltas por los cierres y  si no hay tráfico en donde lo querían evitar, sí lo hay en otras calles, es decir, resulta casi lo mismo.

            ¿Habrán pensado en los choferes? ¿Qué va a pasar con el empleo de los choferes? Ha disminuido el pasaje en algunas rutas, unos choferes hasta dicen que tienen que dar otra vuelta para completar lo de “la cuenta”.

Ya no  es como antes, es como si la transformación de la ciudad también contaminara a la gente, pues con la pretensión verla convertida en una gran ciudad, las personas  ahora caminan más rápido, todos tienen prisa por llegar.

            Recientemente leí en un artículo sobre un estudio que hizo una empresa no gubernamental que dicho proyecto tiene deficiencias, entre ellas la poca información que existe, ocasionando confusión no solo en los usuarios del transporte público y el metrobús, sino también en los automovilistas. Entre otros conflictos está el problema de las concesiones, el tiempo de espera de los pasajeros que va de 15 a 25 minutos. Y ahora se ha denunciado que que los camiones que están comprando para el metrobús son reciclados del metrobús del Estado de México.

            La pregunta que surge después de todo esto es: ¿Cuál es el beneficio? Aún hay tráfico y cada día necesito salir más temprano de mi casa para llegar a tiempo, pues ahora no sólo son los cierres de calles por obras inconclusas, sino también el cambio de ruta de los camiones que pasaban sobre la 11.

            Por lo pronto camino. Alguna ventaja tiene este desastre de transporte público.

Tráfico, obras y puentes en construcción, manifestaciones… Mi trayecto de todos los días.

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