• Inés del Río
  • 12 Marzo 2015
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Imagina un concierto de sapos. Estás en la temporada de lluvias, el río San Francisco inunda el callejón de la 6 Sur. La gente ha aprovechado la crecida del rio y de él sacan la fuerza para sus molinos, y como el agua se estanca, no tarda en llenarse de sapos, montones de sapos. En las noches es un concierto imparable el del coro de anfibios. Suyo es el callejón de los sapos.

Esa ciudad se ha ido.

Queda el nombre. Y la plaza con su piedra de Santo Tomás. Y las casonas que guardan sus historias y la encierran. Y observan la vendimia un domingo en los Sapos.

 

Pasan de las 2 de la tarde y parece que la gente nunca terminará de pasar. En su mayoría turistas asombrados que con sus cámaras  retratan las viejas casonas. Muchos se acercan a los puestos y preguntan precios, y el interrogante severo: ¿es original? Se observa, se escudriña, se negocia. Son incontables los puestos.

 

 

La gente no termina de pasar…

 

El ojo observa, escudriña…

 

 

Escojo uno: el de Don Ricardo Sandoval. Ha llegado desde muy temprano a poner su puesto de juguetes antiguos y artefactos de colección de una marca de refresco muy conocida. Ya tienen muchos años vendiendo, desde mediados de los 80´s, y dice que para vender no se necesita tanta ciencia:

“Si es un buen conocedor, sabrá valorar el objeto y pagará sin objeción, si no, vendrá otro coleccionista y ya. De otra forma, podría cambiarlo por otro objeto de colección que más o menos valga lo mismo. Así es el negocio y así se encuentran las cosas, a veces sin querer. Por otro lado está la diferencia entre lo viejo y lo antiguo. Lo antiguo es lo que tiene más de 100 años y por lo general tienen mayor costo. Lo viejo es lo que tiene más de 10 años, más o menos”. 

Lo antiguo, lo viejo. ¿Quién mide el paso del tiempo? ¿El ojo experto?

¿Y en dónde se detienen los ojos? ¿En una mecedora, en un secreter, en un abollado  bote para repartir leche, en un cochecito de pedales?

 

 

 

Las tardes pueden ser agradables viendo cosas que alguna vez pertenecieron a otras personas, a otra época. El ambiente está lleno de aromas, colores y hasta música que en momentos te transporta a viejos recuerdos o historias que alguna vez hemos escuchado. Los billetes, las monedas, los libros, los juguetes que ya no se venden en estos tiempos, discos LP, muebles que seguramente guardan historias, juegos de té que parecen sacados de películas en blanco y negro, y electrodomésticos que en otros años fueron de los más novedosos… ¿Qué fue de las vidas de toda esa gente que tuvo esos objetos en sus casas? ¿Qué callejones tomaron? ¿A dónde irán a parar?

 Me detengo ante una pequeña fuente con un sapo  en el centro; de su boca brota el agua en borbotones que el sol convierte en puñados de diamantitos.

Y a lo lejos, en la memoria del barrio, el coro de los sapos.

 

 

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