• Gabriel Hinojosa
  • 29 Noviembre 2012
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Por: Gabriel Hinojosa




   Llegamos a Calais para tomar el Ferry que partía como a las 2 de la mañana, hace frio y nuestras chamarritas mexicanas no protegen suficiente, Pepe, que es el más extrovertido y quien domina el Inglés, hace conversación con un ejecutivo que viene de regreso de hacer negocios en Suiza, tan pronto conoce nuestra aventura va a su maleta para darnos a cada uno una barra, más bien triángulo de chocolate Toblerone que por primera vez pruebo y me parece maravilloso, platicamos en el barco y nos invita a ir a su departamento en Londres para bañarnos y desayunar. Viajamos temprano de Dover a Londres en estas extrañas carreteras con la circulación al revés, encontramos el lujoso edificio de nuestro amigo y tomamos una reparadora ducha ya impostergable, nos ofrece desayuno y nos despedimos agradecidos. Ya estamos en Londres, faltan unos días pero hay muchos pendientes.


   Nos reportamos a la oficina del Rally, ya llegó el giro, revisamos licencias deportivas, placas internacionales, visas y otras cosas, todo funciona y nos dan los libros de ruta, calcomanías y placas metálicas con el número 19, listo, nos citan en 4 días al coctel de bienvenida a pilotos y al día siguiente a las 9:00 hrs. en la puerta del estadio de Wembley. Después de instalarnos en un hotelito tan barato como pudimos encontrar, nos dimos a la tarea de comprar e instalar el medidor de distancias, parecido a un taxímetro, llamado Twin Master para poder seguir la ruta sin perderse. Posteriormente buscar una tienda especializada para instalar lámpara flexible de navegación, quedamos maravillados con las tiendas y talleres dedicados al automovilismo deportivo, adicionalmente nos dimos el gusto de comprarnos tres chamarras iguales de rallies, tanto para el frio como para sentirnos más a tono. Por último buscábamos un taller de rotulación para pintarle al coche nuestros nombres, tipo de sangre y México en el cofre, cuando observamos en una callejuela a unas personas con tipo de artistas pintando sobre los muros, nos paramos para pedirles direcciones, Pepe les explica, ellos ofrecen hacerlo gratis, nos adoptan, son como siete, hombres y mujeres, hacemos chorcha mientras ellos pintan el auto, se nos ocurre en homenaje al fallido matrimonio de Pepe que hizo posible esto, agregar en letras más chicas debajo de MÉXICO el letrero “El abandonado” sin imaginar que pronto todos los medios deportivos europeos que cubrían el Rally estarían reportando la historia con la foto del auto,  eso tendría importantes repercusiones positivas para nosotros.


   El domingo 19 de abril temprano nos dirigimos al estadio de Wembley, nuestras chamarras y auto bien rotulado y con faros de niebla nos hacían sentir que estábamos preparados, si no fuera por el detalle de que después de pagar todo, solo teníamos tanque lleno y $200 Dls. para recorrer más de 25,000 kilómetros en carreteras de Europa y Sudamérica durante 37 días, pero ya estábamos aquí, dispuestos a tomar la salida y sin reflexionar demasiado sobre lo mucho que nos faltaba en dinero. Nuestros amigos artistas nos vienen a despedir al estadio y traen sanwiches, les entregamos nuestras maletas con todo lo no indispensable que de todas formas no cabía en el Vocho, solo las chamarras y una muda de cada uno nos acompañan. Nos despedimos de nuestros amables amigos que se van a las gradas a disfrutar el espectáculo y nosotros con todo y auto a pasar los últimos controles, todo bien, adelante, el ambiente es festivo con 93 coloridos autos formados en la cancha para tomar salida, bajamos a esperar nuestro turno.


   Son las 10:00 a.m. y parado en el césped subo la mirada para ver a un estadio a medio llenar, tengo 20 años y me golpea la realidad ¿Como llegué acá? Un toque en el hombro de mi nervioso coequipero de 17 años Toño interrumpe mi reflexión; Gabriel, es hora de prepararnos, no podemos distraernos. No se escuchan las porras del futbol pero si el peculiar rugir de los motores y en el aire el aroma de gasolina de alto octanaje con aceite Castrol, el sonido local habla de los participantes y  patrocinadores como el Daily Mirror y otros. Estamos en la rampa de salida del Rally de la Copa del Mundo Londres-México 1970 a bordo de nuestro Vocho color naranja, casi rojo, marcado con el número 19 y rodeados de otros 92 competidores entre los que se encuentran muchos de los mejores pilotos del mundo de la especialidad y que cuentan con el apoyo millonario de grandes fabricantes automotrices. En el momento de tomar la rampa de partida se encuentra al volante  José Manuel Pérez, de mi misma edad y hoy mejor conocido como Pepe Momoxpan. Ocupo el asiento del navegante y Toño en el asiento trasero se inclina entre nosotros para no perder detalle, cae la bandera a cuadros para marcarnos el arranque y los flashes iluminan la leyenda en el cofre: “MÉXICO” en letras negras y grandes en diagonal y un poco abajo a manera de subtítulo “EL ABANDONADO”.


   Convertimos el sueño en realidad e iniciamos una aventura que nos llevaría por mucho de Europa y terminaría para solo 23 competidores el 27 de mayo en el estadio Azteca, para nosotros el 18 de mayo con el auto volcado a las 2 de la mañana de una fría noche a unos metros de la orilla del lago Titicaca en Bolivia, pero esa es otra historia.


Gabriel Hinojosa Rivero a 4 de Agosto de 2012, Puebla, Puebla, versión 1.1

 


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