• Por Sergio Mastretta
  • 19 Diciembre 2012
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Por: Sergio Mastretta

            Irresponsabilidad y miseria en la epidemia de Miahuatlán

         28 de julio. Domingo en el barrio de Santa Clara. Un grupo de campesinos juega béisbol, no hace caso de la carrera de mujeres tras una de las pipas de agua que los bomberos de Puebla. Así están ellas desde el miércoles, cuando la ciudad y sus funcionarios, espantados por el cólera que desnuda la más recóndita miseria, se acordaron del sol rencoroso de Tehuacán.

         Hoy los muertos están en reposo, a la espera de que pasen los nueve días para el levantamiento de la cruz. Hoy es día de descanso, ha desaparecido de las calles de polvo “el cerco sanitario”, la brigada de 150 médicos, enfermeras, técnicos, soldados y funcionarios que invadieron Miahuatlán para el salvamento de los que están hundidos en la miseria. Tal vez mañana reaparezcan.

         Hoy es domingo, y cuatro horas en esta comunidad arrojan al reportero denuncias precisas sobre las condiciones que en lo inmediato      generaron esta tragedia: un drenaje construido allá por 1978, que nunca funcionó y que ahora se encuentra taponado e inutilizable en su totalidad, un sistema de agua potable inoperable, que deja a dos barrios muy poblados Santa Clara y Cristo Rey, sin el líquido, a pesar de que desde 1985 los usuarios pagaron sus contratos; y un sistema hidráulico –la galería agrícola Hidalgo, utilizada para el riego de más de 30 hectáreas y el abastecimiento de agua potable para la comunidad de santiago Miahuatlán –altamente contaminado por la descarga de aguas negras, basura y cadáveres de todo tipo (fetos, perros, burros), situación conocida desde hace por lo menos un año por las autoridades de Salubridad, SARH y Secretaría de Gobernación según denuncias hechas formalmente por los responsables de la sociedad que controla el agua de la galería.

         Paralelo a todo eso, el conflicto político: el enfrentamiento entre el llamado Comité de defensa Social, que agrupa a militantes de la oposición perredista y panista, contra el grupo priísta que controla la alcaldía, problema que el año pasado derivó en tomas de la presidencia municipal y cierres de carretera por los descontentos antipriístas que demandaban cuentas claras al ayuntamiento.

         Hoy es domingo y “la enfermedad”, “el mal”, “el tóxico que se llevó a la gente” como aquí le dicen a lo que sucedió entre el domingo 21 y el lunes 22, corre todavía el agua de las galerías sin que las autoridades de Salubridad estatales y federales se pongan de acuerdo en sus versiones e informen a la población sobre qué fue exactamente lo que mató a su gente.

         Hoy es domingo. Hace una semana, en un medio día soleado y ventoso como este, una mujer, Dionila Cortés Villegas quedó tendida en una parcela del paraje de Chiltepintla. Ahí la encontraron sus familiares empapada en sus propias evacuaciones, casi ahogada en la fetidez que le salía de la entraña. De ahí la levantaron para llevarla al Centro de Salud de la población, ahí la atendió el doctor Vázquez y ahí por primera vez alguien imaginó que la revoltura intestinal de Dionila podría ser la enfermedad del cólera.

 


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