Tercera Parte y última parte
Mundo Nuestro presenta un conjunto de voces de mujeres de todos los sectores sociales de nuestro país. Y lo hace ante el hecho rotundo del asesinato de una mujer joven, Karla López Albert, a quien sus asesinos fueron a arrojar a un paraje yermo en el oriente de la ciudad de México. Una más entre miles y miles de muertes violentas de mujeres que, una por una, devastan todo ánimo por construir un mejor país.
Son voces que responden a preguntas directas al corazón de la catástrofe mexicana: ¿Qué violencia es esta? ¿Tú cómo la has sufrido? ¿Por qué se comportan así los hombres? ¿Es posible explicarla? ¿Qué pasa con este sistema judicial que lo permite? ¿Qué se puede hacer desde la acción civil?¿Cuál es la respuesta de las mujeres?
Su lectura impone un subrayado ineludible: la quiebra del sistema judicial mexicano. Su fracaso como mecanismo del Estado para frenar la violencia. La quiebra profunda de la sociedad mexicana.
Pero también ofrece un aliento lúcido: el de que es posible transformar nuestra realidad. Y que la acción inicia con la defensa que las mujeres hacen de sí mismas al decir ya basta, al defender su libertad, al demandar justicia.
(Las entrevistas fueron realizadas por el equipo del Taller de Periodismo Narrativo Mundo Nuestro, todos ellos estudiantes de Literatura en la Facultad de Letras de la BUAP: Alejandro Ramírez Rojo, Andrea Catzalco, Ednilma Durana Filizola, Inés del Río, Margarita de los Santos, Paulina Mastretta Yanes y Victoria Sandoval.)
Mira, los hombres son como quieren ser…
Imelda Pérez, campesina y ama de casa, 32 años, casada, dos hijas
En México y en Puebla existen muchos casos de maltrato a la mujer que no se denuncian por temor, la mujer se vuelve muy dependiente de un hombre y cree que sin él no podrá sobrevivir y acepta todo tipo de tratos para que no la abandonen, sin darse cuenta de que es un error el que se comete. Temen a denunciar esos casos también por estar amenazadas o sentirse aterradas.
No conozco un caso de violencia. Yo he vivido feliz hasta ahora en mi matrimonio. Sí hemos tenido nuestras diferencias, pero las hemos resuelto; él tiene su carácter, yo el mío, pero nunca hemos llegado a violentarnos por cualquier cuestión sin importancia, hemos sabido sobrellevarnos. Todo es cuestión de entenderse y sobrellevarse a pesar de los problemas que se nos pongan enfrente.
Quizá falta de comunicación. Por aferrarse a una persona, porque muchas veces la mujer cree que un hombre lo es todo en la vida, a pesar de que éste la golpee o la humille. Y también porque existen canallas que simplemente por demostrar su falsa hombría, se atreven a levantarle la mano a una mujer, quizás sus padres no tenían valores y mal educaron así a sus hijos, o porque veían que el padre así trataba a la madre; los hijos todo lo aprenden de quien toman como modelo a seguir. Como dicen por ahí, “violencia genera más violencia”, si uno inculca eso a sus hijos desde pequeños, éstos serán la viva imagen de sus padres, de sus conflictos… Uno debe educar correctamente, enseñarles a que no deben de ser agresivos, es lo más adecuado. Creo que, a veces el vandalismo en las calles y las influencias malas de chicos delincuentes podrían ser otra causa de que los jóvenes sean más violentos; no en todos los casos, pero, a veces el dejarles mucha libertad, los convierte en libertinos.
Mira, los hombres son como quieren ser, cada uno tiene su propia personalidad, no hay que generalizar que todos son iguales; pues hay quienes parecen buenas personas, pero no lo son, son mera apariencia; también los hay quienes tienen la facha de malvados, pero en el fondo son muy lindos; no hay que criticar por lo que se ve, sino por lo que se juzga en su comportamiento. No dudo que sí exista todavía el machismo en algunos, pero como ya lo dije, depende de la educación que se les dé en casa, es que luego las riendas del hogar las retoma el padre, y él enseña a tratar así a las mujeres al hijo. El sistema social también influye, hay pueblos donde todos los hombres tienden a tratar así a la mujer por poder, por dominación, la tratan como un animal, ya no como persona y eso no está bien; pero así son las costumbres de esos lugares, el que la mujer sea un instrumento de trabajo y que deben quedarse calladas y ser sumisas.
¡Lo dejo! Así de simple; yo no soportaría sus malos tratos, soy de las mujeres que no deja que un hombre le ponga una mano encima. Respeto sus asuntos, sus problemas familiares, de trabajo, el que tome de vez en cuando, pero no que me involucre y mucho menos que me golpee por cualquier cosa. Afortunadamente él no es así y me respeta, es un padre amoroso, cariñoso, comprensivo, responsable, muy buena persona, por algo sigo con él.
Se debe denunciar. No hay que permitir que una mujer pase por eso, debe ser terrible, pero los familiares o las víctimas tienen que ser valientes y no dejar que siga pasando. Una debe aprender a valorarse, aunque la autoestima la traiga por los suelos; los padres tienen que ser partícipes y apoyar sus hijas. Aunque luego ni los padres se enteran, porque a sus hijas las tienen encerradas en sus casas los hombres, por eso la madre tiene que visitar de vez en cuando a la hija, ver ¿qué pasa?, ¿si es feliz o no en su matrimonio? Aunque luego piensen los maridos que la suegra no más va de chismosa o de metiche, pero si existen algo extraño en un matrimonio, es mejor cerciorarse. Por eso hay que saber bien con quién o con qué persona se casa nuestra hija. Con mis hijas haría lo mismo, porque yo las quiero mucho.
La justicia a veces es deficiente, luego uno se va a quejar y ni le hacen caso, es como lo del niño en el pozo, una vez ahogado, se tapa y ya. La verdad, yo no creo en ningún sistema de justicia, ahí sí, todos son iguales. Sin embargo, uno debe insistir para que le hagan justicia, eso sí. Hay que estarles exigiendo nuestros derechos, hay que hacerles cumplir con sus obligaciones.
Hay que participar, no dejar a ninguna mujer desamparada.
Ya que podemos hacer, es lo que me tocó vivir…
Consuelo Rosar, 70 años, campesina y ama de casa
No sé mucho de las condiciones en que se esté viviendo en México, menos en Puebla, por mí estado de salud no he viajado, todo el tiempo he vivido aquí.
Maltrato sí he sufiro. Yo he vivido eso en mi juventud, con mi mamá y luego con mi marido. Mi mamá era de carácter fuerte, cada vez que no obedecía o hacía algo mal me pegaba con una vara o con un palo, me decía: “¡Eso te enseñará a ser movida!”; quería que fuera una mujer trabajadora y buena esposa, eso era lo que se les enseñaba antes a las hijas, a ser buenas esposas, no se les daba mucho estudio. Desde que me casé, dediqué toda mi vida al campo, las friegas eran duras, puro trabajo de sol a sol. Mi viejo luego se embriagaba, y si era por coraje, llegaba y me daba mis buenas tundas, a veces con el cinturón o con la mano. Y como todo el tiempo usábamos la carreta para ir al campo, ya mi cuerpo resintió todos los malestares y dolencias; ya estoy mal de la cintura y de la pierna derecha. A mi viejo le duele la izquierda, ya también usa bordón (bastón).
Pues cada quien tendrá sus motivos. A lo mejor sus maridos son borrachos y golpeadores. Ya de por sí existen muchos hombres violentos. Y con eso de que ahora las mujeres son más liberales, se pasean por todos lados sin su marido, antes no, una vez casadas ya no teníamos permiso de salir a pasear ni a la esquina. Esos ejemplos se les quedaron a unos hombres, a lo mejor por eso quieren controlar a su mujer demasiado, cuando no entienden que ya son otros tiempos. Yo nunca estuve de acuerdo con los tratos de mi marido, pero ya que podemos hacer, es lo que me tocó vivir, elegí esa vida desde un principio.
Mucho sufrimiento en la mujer, a veces desesperación y otras ya ni se sabe, pues si bien les va se libran de un mal trato, pero si no, siguen sufriendo o mueren a golpes. Y los más afectados luego son los hijos, ellos recienten todo. Por ellos una debe ser fuerte, para sacarlos adelante. Por eso ha de haber muchos niños en la calle, pues cuando uno se pelea, ellos se escapan de la casa, porque se asustan, las peleas los espantan.
Algunos hombres son “canijos”, ya ni respetan a la mujer; pero no todos, depende de su carácter y cómo lo sepan controlar, cada uno es diferente, no todos son lo mismo, depende de que se les enseñe a ser. La violencia a la mujer se da más en los pueblitos porque allí no hay quien defienda a la mujer, si hasta la propia autoridad también abusa de las mujeres. ¡Qué no será en la ciudad! Donde existen miles de personas, ya ni le han de hacer caso a la que se vaya a quejar.
Yo lo viví, pero con el tiempo fue cambiando. Hablamos, hicimos acuerdos y aprendimos a llevarnos mejor a pesar de todo. Lo hicimos por nuestros hijos más que nada, porque, pues ellos eran los que sufrían más. ¿Quién vería por ellos? En eso pensamos; en un principio pensaba en salirme de la casa y llevarme a mis hijos, pero no sé qué vida tendrían ahora o qué hubiese sido de ellos, mejor seguí aguantándolo, lo apoyaba para que saliéramos adelante, y así fue, no nos separamos, cambió y dejó sus borracheras. Ya todo es diferente, crecimos a nuestros hijos y somos felices a pesar de nuestros achaques del cuerpo.
Ahora ya hay mucho apoyo para la mujer, ya sería cosa de que ella no se deje, puede denunciar todo tipo de maltrato; antes nadie te escuchaba y no había de otra que soportar por mucho tiempo golpes y gritos, hasta de la suegra. En todo caso ya existen los divorcios, así se evitan eso de sufrir. Malo si se tratara de una niña pequeña, porque, ¿qué sería de su vida?, ¿quién se encargaría de cuidarla o ver por ella? Con eso de que ya van a parar al DIF si no tuvieran familiares que se encargaran de ellas.
La justicia no ha hecho la gran cosa, pero ellos se faman de todo, ya ni se confía en ellos. La gente debe estar al pendiente de que… pues realmente funcione la justicia. Pero sobre todo que la gente dé un buen ejemplo a sus hijos, que no los lleven por un mal camino.
La violencia que sufrí se debió a la pobreza.
Yarely, 23 años, madre soltera, empleada doméstica
La violencia es muy grave, se ha expandido a gran escala. Por lo que he visto en Puebla, más de la mitad viven en esas condiciones y no lo aceptan, se niegan a luchar por exigir sus derechos, su prisión para ellas es un hombre o su propia familia.
De conocer otros casos no. Pero sí la he sufrido, con mis padres. Mi mamá es de carácter pesado, era violenta, ya no lo es. Antes nos pegaban a todos por igual, a mis hermanos y a mí. Mi papá casi no mucho, él sólo nos pegaba cuando nos portábamos mal y le rezongábamos. Mi niñez fue muy complicada, no culpo a mis padres, pero sí a la vida que llevábamos, de pobreza extrema. Vivimos en dos lugares diferentes, hasta que por fin dimos con este, el cual ya es fijo. Creo que en parte, la violencia que vivimos en ese entonces se debió a la pobreza.
Realmente no estuve casada. El tipo con el cual salía me mintió, nunca me dijo que ya era casado; resulté embarazada, mis padres no toleraron la noticia, discutí con ellos, me regañaron. Traté de enmendar mi error, y aquí estoy, vivo con mis padres, me han apoyado en todo a pesar de defraudarlos. Pero insisto, en que la vida de las clases bajas es un motivo por el cual la violencia llega a sus límites. Tanto mujeres como hombres sufrimos los golpes de la vida; la violencia en nuestras condiciones no distingue entre débil o fuerte, aquí todos somos débiles y aprendemos a ser fuertes y sobrevivir pese a todo problema o conflicto.
Las condiciones sociales, políticas y religiosas son las mismas aquí que en el resto del país, México no avanza. La gente misma no avanza, siempre siguen un sistema hasta dentro de sus vidas, como no controlan ni resuelven sus problemas exteriores, el resentimiento, el coraje y la impotencia de no hacer nada por su vida personal, social o de trabajo, terminan guiándolos hacia sus seres queridos, con ellos desquitan todo, se estancan y se pierden en sus vicios. A veces pasa que, nadie piensa en los demás, siempre piensa en sí mismo, en obtener lo que quiere y cuando no lo logran o fracasan, arremeten contra lo que no puede defenderse. Y en la mayoría de esos casos, la mujer al ser vista como el sexo débil, es tratada como el trapeador, con ellas se limpian sus derrotas los machistas.
Todo es originado por los patrones de comportamiento de una sociedad. Además de que vienen de una raíz, y esa raíz, es la misma familia y sus herencias de comportamiento; las normas que les fueron impuestas en un pasado siguen ahí, echando frutos que tarde o temprano se terminaran pudriendo por cómo está la sociedad hoy en día. Sucede hasta en las mejores familias. Ya nada es inevitable, todo lo genera el propio ser humano, y la palabra clave podrían ser “las influencias”, la intervención de una tercera persona entre dos, en el caso de matrimonios; aunque, también se da en casos juveniles, de noviazgo y de amistades no tan buenas.
No puedo decir, ni asegurar que todos los hombres son agresivos aún en un nivel menor, aunque uno que otro tiene ese instinto primitivo; es la naturaleza de todo “macho”. Pero sí existe el machismo, siempre ha existido esa rivalidad entre mujeres y hombres por comprobar quién es el que manda, quién debe llevar las riendas en el hogar, quién es el rival más débil. Y en todo el hecho de demostrar algo así, ha influido el sistema social, porque después de todo, la sociedad es quien dicta hasta los patrones de comportamiento, los que no siguen esos patrones y se rebelan contra todo, son expulsados del sistema, son mal vistos por la sociedad, la gente los reniega, provocando un desajuste en todo: en lo social, familiar, político, etc.
¡No pues yo no me dejo, me separaría de él inmediatamente! En el peor de los casos, lo demandaría y le quitaría todo privilegio de ver a mi hijo; de mantenerlo yo sola me basto para mi hijo, pero no permitiría que un sujeto como él dañara a mi hijo, ni a mí.
Las mujeres que vivan en esa situación deben levantar la voz para que los demás puedan auxiliarlas, aunque primeramente, deben abrir la boca para ser escuchadas. Lo más lógico es denunciar a la persona que está ocasionando un daño moral o físico, acudir con las autoridades correspondientes para que se encarguen del problema.
Pero el sistema de justicia es muy lento, no resuelve a tiempo los conflictos. Pero que de todos modos nos piden tengamos confianza en ellos, cuando no acuden a ningún llamado de auxilio hasta que pasen las 24 horas, los días y los procesos atrasados.
Tanto los hombres como mujeres deben dejar a un lado sus diferencias, que cada uno se dé su lugar dentro de una sociedad. Todos debemos ser partícipes de un sistema y proponer soluciones verdaderas y duraderas.
La violencia es el mal de los siglos.
Julia, 48 años, casada, ama de casa.
No es correcto que golpeen a una mujer, y menos que un hombre maltrate a una. Que antes de hacer tal cosa, piensen en sus hermanas, en sus madres. Que deben entender que lo que importa es el diálogo y no los golpes. Además en esas ciudades como Puebla siempre se ha vivido violencia, sea de manera oculta o muy discreta, existe mujeres golpeadas por sus esposo, novios, amantes, de todo tipo. Desde antes ya eran así, sólo que se mantenía callada a la mujer. Hoy nada ha cambiado.
Pues mi madre me trataba así, era muy grosera y agresiva conmigo; yo heredé ese carácter fuerte con mis hijos, los trataba mal cuando no me obedecían, cuando me rezongaban, les pegaba, les gritaba. ¡Gracias a Dios! Pude cambiar eso, controlé mi genio, mi carácter se hizo más pasivo, fui más comprensiva. Ya no trato a mis hijos así, los logré recuperar, me perdonaron y hemos vuelto a ser una familia unida, a pesar de las carencias que hemos sufrido, le hemos echado ganas a todo, sobre todo al trabajo. Y ya hasta hemos hecho nuestras casitas de piedra, no que antes; por enfocarnos en puros apuros y problemas, habíamos dejado de apoyar a nuestros hijos; teníamos una casa de madera y lámina, todo el frío nos atormentaba en invierno.
Por no saberse entender entre parejas, por diferencias, por adicciones a cualquier otra cosa que puede llegar a influir tanto en hombres como en mujeres, pues a veces mujeres maltratan a mujeres, no solamente hombres a mujeres. Surgen problemas a veces de la nada y al no saber enfrentarlos, las personas se desquitan con otras que no tienen la culpa de nada.
El resultado es que muchas parejas se divorcien, que los hijos sufran y sobre todo, que la violencia se haga parte de nuestras vidas. Nadie la acepta, pero es como el mal de los siglos, desde las guerras prácticamente ha existido.
Cada hombre es como quiere ser, no existen buenos, pero tampoco malos, la responsabilidad es de los padres y de la sociedad que los forma. No niego que sí existe el machismo y que el hombre quiere tener el control de todo en su familia, en el trabajo, es competente pero arrogante, terco; pierde los valores de casa una vez que se enfoca en sus intereses, en creerse superior, en ambicionar todo lo que el mundo le ofrece. Lo social sí ha influido al hacerlos creer que son más inteligentes que una mujer y que lo debe demostrar ante todos. Sin embargo, no se dan cuenta de que siempre necesitarán de alguien más, sobre todo de una mujer para procrear, para tener una compañera de apoyo, y se les olvida que una mujer fue la que los trajo al mundo.
Se me llegó a dar en ocasiones, pero mantuve el control de todo, todo es cuestión de saber hablar y de entenderse. Había diferencias muy marcadas, pero establecimos acuerdos, nunca llegamos a agredirnos a pesar de nuestras discusiones fuertes. Seguimos siendo felices, seguimos juntos, salimos adelante juntos.
No hay que permitir que más mujeres callen y sufran en silencio. Entre mujeres hay que apoyarse. No permitir que la violencia acabe con la vida de una mujer, las personas debemos ser más razonables y solidarias.
La justicia a veces funciona para unos cuantos y a veces ni funciona. Es corrupto. No protege a los más desprotegidos, ha enviado a inocentes a prisión. Todos debemos aportar de nuestro granito de arena para contribuir a reestablecer una sociedad más digna, más justa y mejor.
Es que él no era así…
Alejandra, 21 años
La entrevista siguiente es un caso especial, después de buscar e indagar por toda la comunidad sobre el tema de “la violencia contra las mujeres”, me encontré con una madre indignada por lo que le había pasado a su hija, precisamente por haberse ido a vivir con su novio, dejar su casa y sus estudios de la prepa, ya hace tres años que se había juntado con él, sin el consentimiento de sus padres; puesto que sabían que ese chico no le convenía, siempre había sido un irresponsable, alcohólico, pandillero; según lo que veían y les habían contado los vecinos a los padres. La joven no hizo caso de lo que se le advertía y ciegamente confió en él prospecto, obteniendo como resultado una vida desafortunada. Su madre fue quien la encontró en mal estado, cuando la visitó; ella ya se había percatado de la situación, luego de no ver a su hija durante un año. El novio se la ocultaba, siempre decía que había salido con amigas o por el mandado. El lunes 17 de febrero, a eso de la 9 de la mañana, la madre tocó a la puerta de la casa del novio, al ver que nadie salía, decidió entrar por la puerta trasera, pasando por un pequeño solar; quería averiguar sobre su hija. Y así fue como la encontró, llorando acostada y enroscada sobre una cama, golpeada, con un ojo hinchado, el labio partido, dolorida del cuerpo; al parecer desde hacía tiempo la golpeaba, ya no la soportaba el novio pero ella no lo quiso dejar, se había vuelto dependiente de él y toleraba todos sus maltratos físicos y psicológicos. Pedí a la madre me dejara hacerle una entrevista a la víctima, al principio se negó rotundamente, pero insistí, en lo que se encargaban ellos de los trámites de la demanda contra el sujeto. Regresé dos días después y volví a insistir. Al parecer ya la demanda estaba en proceso y al sujeto se lo habían llevado preso.(Magui de los Santos)
Lo conocí a los 17 años. A los 19 me fui a vivir con él. Cuando mis padres ya no me permitían verlo. Él no era así… (llora amargamente) No era así, me trataba bien, siempre me apoyaba en todo, me consentía, por eso me fui con él cuando me lo propuso. A pesar de que mis padres no estaban de acuerdo.
Desde el año pasado empezó, a finales de enero, ya no quería que saliera a la calle porque se ponía celoso. En febrero fue cuando me empezó a gritar y a insultar, me decía “estas fea y gorda”. En septiembre me dio una bofetada por no haber hecho bien la comida, luego me pidió disculpas, me suplicó que lo perdonara que ya no lo volvería hacer. En octubre volvió a golpearme, todo porque quemé por accidente una de sus camisas para su trabajo con la plancha, me jaló del pelo, me cacheteo y me gritó. Después de eso, casi todos los días eran de maltrato. Me encerraba en la habitación con llave, me aventaba los trastes en la cara, me dejaba sin cenar; ya ni comía por tristeza. Él me dijo que me iba a dejar, porque ya no le gustaba, pero yo me aferré a él y no lo quería dejar ir, le pedía perdón por lo que no había cometido, aceptaba la culpa de todo.
Es que lo quería mucho, no podía vivir sin él. Y cuando me quería dejar, quise quitarme la vida. Quería cortar mis venas con un cuchillo, cuando él no estaba, pero, llegó justamente cuando lo estaba intentando, me gritó y golpeó, me dijo que él no se iba a hacer responsable de mi muerte. Yo ni siquiera tenía el valor de hacer tal cosa.
Me pegó porque lo iba a dejar, me di cuenta de que había cometido una equivocación al irme con él. Le grité sus cosas, eso lo molestó más. Me dijo que a lo mejor era por otro que me iba, siempre estaba ebrio por las tardes, creo que a veces se drogaba, no lo veía bien. El lunes llegó muy de madrugada y peleamos justamente por eso, ya estaba harta de sus malos tratos. Él me jaló del pelo nuevamente, y como yo me defendí esta vez, arañándole la cara y picándole los ojos, me lanzó un puñetazo en la cara, quise esquivarlo, pero me alcanzó el ojo izquierdo, luego, me dio otro en la boca, su meñique me partió el labio.
¡Gracias! Yo también espero eso, salir de esta pesadilla. Por ahora cuento con el apoyo moral de mis padres y los valoré mucho cuando estaba sola en esa habitación encerrada. Pero aprendí una lección que jamás olvidaré.
Cuando tuve hijos decidí romper con esa cadena de violencia.
Fátima Xicoténcatl Morales, 48 años, empleada doméstica, divorciada
Soy de Cholula y, como muchas mujeres en este país, en este planeta, he sufrido violencia hacia mi persona, mi integridad, mi cuerpo, mi dignidad, todo.
Desde que era niña mi padre me golpeaba, al igual que a mi madre y a mi hermana, pero, cuando cumplí 15 años llegó Marcial, mi marido, 15 años más grande que yo y habló con mi familia, pagó por mí, como si fuera un mueble o un animal, me pusieron precio y él pudo pagarlo. Ahí empezó mi infierno.
Me casé con Marcial y me llevó a su casa, fui la criada de los suegros, mi marido me pegaba cada que hacia algo “mal”, cuando tomaba, cuando nos acostábamos, cuando nos levantábamos, siempre me agredía; nunca se me va a olvidar una ocasión que yo estaba haciendo atole de masa, llegó de trabajar, le tomó a la taza, pero antes de eso le dije que estaba muy caliente, dio el sorbo, escupió enfurecido y me arrojó el atole caliente en la cara, pude reaccionar y voltearme para protegerme el rostro.
Tuve dos hijos, y hasta entonces, decidí parar esto, un día mi niña estaba jugando con su hermanito y sin querer tiró un vaso de agua, yo no estaba había ido al mercado con mi suegra, y cuando llegué, mi hija estaba toda golpeada y sangrada de su naricita, todo su cuerpecito estaba lleno de moretones “Ni un golpe más” me dije. Agarré mis papeles y unas cuantas mudas de ropa para mis hijos y me fui al D.F. Nunca más supe de Marcial ni de su familia ni de la mía, éramos mis hijos y yo, me dediqué a trabajar de ama de llaves en casas que me permitieran tener a mis niños; después de 3 años regresé a Puebla, compré un terreno y construí una casa para mis hijos.
Desde que yo era niña supe qué era un golpe, creía que era normal, pero hasta que tuve hijos y los vi envueltos en esa horrible situación, decidí que era momento de romper esa cadena.
Creo que México es un país demasiado cerrado, y Puebla especialmente es una ciudad muy religiosa, que inculca a las mujeres católicas que deben ser sumisas y humildes ante los hombres. Pienso que desde el hogar empieza la educación y la enseñanza de valores, yo desde niña sufrí violencia y no quise repetir el patrón con mis hijos.
Creo que el machismo es la causa número uno de este problema, así como la sociedad carga más virtudes al sexo masculino ante las oportunidades de trabajo. Para impedir que esto siga pasando, creo que debería haber más información, que se difunda el respeto entre individuos, no sólo a las mujeres.
Las palabras dolían igual que un golpe.
Belén Martínez Gámez, 38 años, ama de casa, casada
A pesar de que no sufro situaciones tan penosas de violencia, cada día se vuelve más frecuente en nuestra sociedad, tanto en mujeres preparadas o adineradas así como en mujeres sin estudios o de clase baja. Creo que se debería dar o inculcar una educación de respeto y pacifista a todas las mujeres, enseñarnos desde pequeñas que no es “normal” que nos maltraten, que nos ofendan o nos agredan.
Hace tiempo sufrí violencia psicológica con mi ex marido, pasaron muchos años para que me diera cuenta del daño emocional que me había hecho a mí y a mis hijos, palabras que dolían igual que un golpe, expresiones que pisoteaban nuestra autoestima. También he tenido varias vecinas que han sufrido violencia física y aunque he tratado de explicarles que la situación en la que viven no es normal, que los golpes físicos no son naturales, pero, lógicamente, el pánico que sienten hacia los hombres que las maltratan, se apoderan de su razón y no hacen nada, ¡el valiente vive hasta que el cobarde quiere!
Una de las razones por las que suscitan estos casos de violencia es la ignorancia de nuestros derechos, desconocemos las leyes que nos avalan y “protegen” como individuos ante una agresión de cualquier tipo. Al igual que el fomento “machista” que hay en nuestros hogares, nosotras como madres educamos a nuestros hijos e hijas con esta forma de vida, hacemos hombres machistas, niños que crecen con la mentalidad de que su madre o hermana están a su servicio, de igual forma con las niñas, se les enseña que deben hacerse cargo de servirle a su padre o hermano, lavar trastes, barrer y demás labores domésticas que “sólo” las mujeres deben hacer.
Creo que no quisiera volverme a encontrar en una situación violenta o que pasara de ofensas a golpes, y creo que a mi edad podría deshacerme de una pareja que intente maltratarme o atentar contra mí. Pienso que las mujeres que están en esas situaciones deben denunciar, aunque a veces nos topamos con un sistema legal muy mediocre y machista.
Pienso que tenemos la obligación como sociedad civil ser solidarios y romper con la indiferencia, hacernos los que “no oímos” cómo maltratan a la vecina, a la amiga a cualquier mujer, no nos lleva a nada provechoso, porque el día de mañana esa vecina o esa mujer, pueden ser sus madres o hermanas.
La mentalidad de México es muy patriarcal, muy machista, mocha e ignorante.
Evelyn García González, 26 años, contadora, soltera
Pienso que la violencia, en general, es una realidad que siempre ha estado ahí, no es actual, desde tiempos antiguos ha surgido este problema para las instancias legales, un ejemplo muy claro ha sido la trata de blancas en Tlaxcala, un delito que no ha sido castigado y profundizado con el rigor que se debería, un caso más cercano es el de la chica embarazada, un caso que se suma a la lista de impunidades que sólo se queda en el expediente de Puebla y ya. A pesar de los impulsos y la propaganda que tratan de fomentar ante la violencia, creo que solo se queda en eso en una simple publicidad.
He sufrido violencia psicológica, tuve una relación con un hombre “celoso” que me decía “no te pongas eso, no salgas, etc.” Vivo en un Infonavit y es común ver los maltratos que sufren las vecinas u oir la serie de palabras altisonantes que sobajan la integridad de una mujer.
La mentalidad de México es muy patriarcal, muy machista, mocha e ignorante, y es un problema serio, ya que la figura de la mujer que venden las telenovelas es de un ser débil que siempre sufre y necesita un hombre que la rescate de los problemas, este estereotipo de la mujer frágil ha sido adquirido por muchas generaciones de mujeres que son maltratadas. Creo que este problema jamás cambiará hasta que las mujeres dejemos de criar niños con mentalidades machistas.
Pienso que el machismo es una falla microsistemática de márgenes frágiles, tengo vecinos alcohólicos que agreden a sus parejas con palabras grotescas hasta golpes y también a nivel estado, es decir, exosistema, que no solo implica la violencia contra las mujeres, no hay leyes que castiguen severamente esto.
Definitivamente, nunca dejaría que un hombre me golpeara, y si llegase a dar la situación, creo que respondería de la misma forma, ya que una denuncia jamás procedería ni le haría nada.
Pienso que nuestras autoridades deberían hacer una revaloración de la educación que hay en nuestro país e intervenir ante estos casos abrumadores, que las miles de asociaciones e instituciones en verdad apoyen a las mujeres y no solo las pongan a hacer manualidades, sino que, deberían enseñarle sus derechos como mujeres, terapia que las ayuden a valorarse y que demuestren que son lo suficientemente capaces de salir adelante sin un hombre y sin malos tratos.
Carmen Álvarez Luna, 24 años, estudiante Facultad de Cultura Física, soltera.
Pienso que la violencia contra la mujer es un crimen, una violación a los derechos humanos, un hecho injustificable que, a pesar de que no somos iguales corporalmente, nunca se podrá comparar la fuerza de un hombre con la del sexo opuesto, ningún ser humano debería enfrentarse ante estas situaciones que dañan el físico y la moral de las personas.
Creo que ejemplos de violencia hay muchos, de nada sirve contar y contar historias de mujeres golpeadas, creo que tú y yo y todo el mundo conocemos mínimo cinco experiencias de este tipo de casos, yo he sido maltratada por mi padre de manera verbal y psicológica, el maltrato hacia la mujer no solo es entre pareja, también entre filiales, etc. Mi padre de golfa y prostituta no me bajaba cada que se enteraba de un noviazgo mío, a una niña de 14 años decirle eso, obviamente afecta gravemente el autoestima.
Siento que México atraviesa este problema fuertemente por cuestiones culturales y políticas, sus leyes no castigan con rigor estas faltas. Nuestro sistema de justicia es basura, no sirve. Nuestra sociedad machista, la cual incluye a la “justicia”, debe romper el silencio y la ineptitud, lo que, lamentablemente, tardara siglos en cambiar.