• Armando Pliego Ishikawa
  • 23 Octubre 2014
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El autor de este es estudiante de la Facultad de Comunicación en la BUAP. Las fotografías también son suyas.

“Vivos se los llevaron, vivos los queremos” se escucha en las calles de distintas ciudades del país desde hace semanas. Este miércoles 22 de octubre el eco de esta consigna alcanzó la ciudad de Puebla, como parte de una convocatoria mundial para una jornada de actividades en apoyo a las familias de los normalistas desaparecidos en Iguala el mes pasado.

El llamado a hacer conciencia por estos hechos alcanzó los oídos de los estudiantes de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y la comunidad de la institución respondió con una marcha que partió desde Ciudad Universitaria hasta el zócalo de nuestra ciudad. 

La manifestación empezó pasadas las diez de la mañana, en el Colegio de Antropología, con un pequeño contingente armado de mantas y carteles con leyendas de solidaridad para los estudiantes normalistas de Guerrero y para sus familias, así como denuncias por la impunidad, la indignación y la rabia ante los hechos. El pequeño contingente de varias decenas de personas avanzó por el circuito interior de CU pasando de facultad en facultad, llamando al estudiantado a sumarse a esta marcha.

Los jóvenes anexaban al contingente mientras sus compañeros los observaban sentados desde palapas y jardineras. Algunos ya estaban listos con grandes mantas, y sólo esperaban a que la vanguardia pasara por su unidad académica para unirse. Otros improvisaban en carteles reciclados palabras de apoyo, y demoraban poco en formarse en la creciente masa de estudiantes que avanzaba hacia la salida de la Facultad de Computación. Ya pasaba de medio día.

 

 

Resguardado por varios ciclistas y manifestantes a pie que cerraban el paso a los automóviles, el grueso de la marcha, ahora de varios cientos, avanzó sin prisa sobre la 14 sur. Pocas cuadras más adelante, al pasar frente al Instituto Oriente, los gritos de simpatía no se hicieron esperar cuando los estudiantes vieron una lona que colgaba de una pared, en la que la escuela expresaba su malestar ante los hechos en Iguala, y mostraba un listado de los estudiantes secuestrados. “Sí se ve, sí se ve, ese apoyo sí se ve” repetían una y otra vez, mientras continuaban por su camino. 



Los automovilistas mostraban distintas señas, tanto de desaprobación como de apoyo: “Pónganse a trabajar”, gritó el conductor de un automóvil que pasaba a gran velocidad al otro lado del camellón. Su sentencia encontró oídos sordos en la mayoría de los jóvenes, pues sus gritos opacaban cualquier ruido externo, salvo el pitar de los automovilistas que sonreían y saludaban a la marcha; los jóvenes saludaban de regreso y agradecían la simpatía con vítores y aplausos. 



Mientras los bloqueadores cerraban el paso a los automóviles para que la marcha pasara, algunos jóvenes ofrecían a los conductores volantes con información sobre los sucesos del 26 de septiembre en Iguala y sobre las actualizaciones en el caso de los desaparecidos de Ayotzinapa.

Otros iban organizados arrojando engrudo a los postes y bardas y pegando carteles sobre los hechos. Además, un grupo armado con pinturas en aerosol escribía con destreza en Oxxo’s y otros negocios frases en las que condenaban los hechos de violencia en el país y responsabilizaban al gobierno por las desapariciones. “Estado represor”, “Pienso, luego me desaparecen” y “Justicia Ayotzinapa” eran algunas de las palabras que dejaron plasmadas tras su marcha.

Al pasar junto a la prepa Benito Juárez de la BUAP, los más jóvenes se asomaban desde sus barandales para ver a sus compañeros de educación superior desfilando con sus carteles, banderas y mantas. “Estudiante consciente se une al contingente”, les gritaban los marchistas, con la esperanza de que alguno saliera y se anexara a la caminata, sin embargo  permanecieron atrás de su enrejado blanco, algunos sólo observando y otros contestando las consignas que emanaban desde los manifestantes. 



Con el puño alzado coreaban “Ayotzin, aguanta, la BUAP se levanta”, “Ayotzin vive, la lucha sigue” y “Ayotzin somos todos”, mientras sostenían en alto imágenes con las caras de los normalistas. “Estado fascista que mata normalistas”, sentenciaban, convencidos de que fueron instituciones del Estado las que presuntamente asesinaron a los estudiantes de forma deliberada.

La presencia de la policía no tardó en hacerse notar, pero la escolta ciclista de la marcha se encargó de mantener a gran distancia a las dos patrullas que seguían a los estudiantes, y así siguieron su camino por detrás de Plaza Dorada, para luego subir por todo el Boulevard 5 de Mayo, donde más patrullas de tránsito aparecerían para impedir el tránsito de automóviles frente al paso de la manifestación.

La muchedumbre gritaba de forma enérgica a la vista de los espectadores que observaban detenidamente desde las banquetas mientras les decían “a ti que estás mirando también te están chingando”. Al pasar frente a la Procuraduría de Justicia del Estado los gritos de “asesinos” se tornaron ensordecedores por un momento. Luego regresaron al orden, y en varias ocasiones se escuchó al unísono “Esos son los que chingan la nación”, mientras señalaban con el índice al personal de la institución estatal que atestiguaba el paso de la marcha.

Entre el bullicio también se mencionaban los casos de Chalchihuapan y de Cholula. Más de alguno gritó hacia el edificio “asesinos de niños”, haciendo referencia a la muerte de José Luis Tehuatlie, mientras otros gritaban “presos políticos, libertad” exigiendo la liberación de los cuatro opositores al Parque Intermunicipal de las Cholulas que fueron detenidos en días pasados. 

Mientras el contingente se acercaba al centro de la ciudad, las manifestaciones de apoyo desde los transeúntes y los automovilistas se hacían más constantes. Varias fueron las manos con los pulgares arriba que se asomaban desde las ventanas de los coches y los puños que se levantaban por encima de los toldos. Un autobús lleno de niños fue el clímax de esta lluvia de aplausos. Sonreían y saludaban con emoción, y menos conmovidos los universitarios respondían a sus saludos. 



Con ese mismo ánimo el contingente entró al Centro Histórico por la 3 Poniente, abriéndose paso entre las jardineras frente a la facultad de Psicología, cuya entrada estaba tapizada con las fotos de los normalistas y cartulinas. Una de ellas rezaba “#TodosSomosAyotzinapa Psicología BUAP”.

Al llegar al edifico Carolino alumnos de los distintos posgrados del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la BUAP “Alfonso Vélez Pliego” se encontraban con cartulinas y mantas que decían esa aglutinadora frase “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”. Con bocinas y micrófono en mano coreaban las consignas que el contingente gritaba en su paso por la plaza de la democracia.

Finalmente, más de tres horas después de que la marcha diera inicio, los universitarios entraron al zócalo de Puebla, e instalados frente al Palacio Municipal, dieron inicio a un breve mitin en el que distintos representantes de las facultades de la universidad, así como miembros de otras universidades, como la Ibero Puebla y el Instituto Normal del Estado de Puebla, hablaron frente a la gran masa de personas, celebrando la participación de la universidad en estos temas de coyuntura, y exhortando a la comunidad a mantener el ímpetu por la transformación del país, recordando que los graves sucesos de Guerrero son parte de una problemática de inseguridad que lleva azotando el país por años, y que ha cobrado más de cien mil vidas.

Tampoco dejaron pasar los hechos de nuestra entidad, y haciendo una revista rápida por los problemas que atraviesa Puebla, instaron a los presentes a mantenerse firmes y a no dar un paso atrás en las distintas luchas que se están llevando a cabo. 



Luego de que la lista de oradores encontró su fin, los estudiantes se reunieron con los compañeros de sus facultades en un breve proceso asambleario. Se comunicó que la asamblea general de la universidad tendrá lugar el próximo lunes al mediodía en la Facultad de Economía. 



Los espectadores se dispersan, y el tráfico de automóviles poco a poco vuelve a la normalidad. Esta breve disrupción a la vida del centro encuentra su fin, pero su eco permanece en los volantes que se han repartido y que se ven en las manos de jóvenes, adultos y ancianos que pasean por el zócalo mientras observan algunas de las cartulinas que ahora descansan sobre las piernas de los estudiantes que están sentados en el piso, recargados sobre sus mochilas, disfrutando de la sombra de los árboles luego de su largo recorrido. 

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