• Inés del Río
  • 25 Febrero 2015
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Cuando era niña les temía demasiado, y era una pesadilla que llegara ese día. A mi papá le gustaba llevarnos, y ya sabía que después del carnaval de Huejotzingo y del miércoles de ceniza llegaba el carnaval de Cholula. Siempre escogía el lado de atrás o fingía interesarme en algo para meterme a una tienda y así evitar ver a los huehues con todo y su atuendo, incluyendo a las máscaras que al parecer escondían muchos rostros conocidos, pues muchos se acercaban a mi papá para saludarlo.

Para mí, desde muy temprano empezaba el carnaval. Como vivo cerca de un panteón, algunos cuantos pasan en la esquina de mi casa con música y todo para ir a bailar en las tumbas de los que mueren en el año y que fueron huehues. Cuando vivía en el centro de Cholula era peor,  para mi desgracia, uno de los batallones comía enfrente de la casa de mi abuelo. No quería ni salir de la casa.

Un día, con todo y mi miedo, decidí ir a ver el desfile y desde entonces, lo veo de manera distinta. Es todo un espectáculo. Desde entonces no dejo de verlo.



Estallido de la imaginación. El mundo de los huehues cholultecas. Foto de Inés del Río.

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 Desde días antes, en las noticias, sale el resumen del carnaval de Huejotzingo; el más grande de Puebla. Después anuncian el de Cholula: “Ya tiene más de 100 años la celebración del carnaval de Cholula y serán más de tres mil máscaras repartidas en 11 batallones…”

Hoy, y como casi todos los años,  me  preparo para ir a ver el desfile. A las 12:30 estamos en el centro de Cholula y apenas se aguanta el calor en el cuerpo, pero  al parecer a la gente poco le importa, pues las banquetas y en especial las guarniciones, están llenas de gente lista para el desfile del carnaval. Un niño con cara de sorpresa y emoción lanza el viejo grito: “¡ahí vienen los huehues!”. La gente se revuelve, pues efectivamente, ya se miran de cerca las nubes de pólvora y estremece el estruendo de los mosquetones que rompe la música de las bandas.



“Ai vienen los huehues…”

             

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Los caníbales abren el desfile. Ellos representan el inicio de la cuaresma, pues esa vinculación  o trasfondo religioso de la celebración le viene desde el mismo nombre, pues carnaval, según el origen de la palabra, significa quitar carne. Enseguida pasa la novia y al bandido Agustín Lorenzo. Los siguen todos los que representan al primer casamiento indígena oficiada por los franciscanos y después siguen los distintos batallones: Batallón del Centro, Batallón del Carmen, Batallón de Santiago Mixquitla, Batallón de Turcos de San Miguel, Batallón de Jesús II, Batallón de San Dieguito, Batallón de San Juan II, Batallón de Zacapoaxtlas de San Juan, Batallón de Suavos de Santa María Xixitla, Batallón de Zapadores del Centro, Batallón de Jesús II, Batallón de indios de San Miguel y el Batallón de Jerusalén.

Qué les parece, los identifico uno por uno.

La gente no duda en sacar cámaras o celulares para llevar con ellos un souvenir de lo que pasa ante su mirada: los trajes bordados, los sombreros que imponen, los mosquetones muy bien tallados, el baile enloquecido de los huehues, las risas burlonas  y el griterío de los niños huehues quienes a pesar del fuerte aroma a pólvora, aroma que quema la garganta, vienen vestidos como sus padres y en la mayoría de los casos, bailan sin importar el sórdido estruendo de los “camarazos” que venían detrás de ellos. Cada batallón llevaba a un “general”, todos ellos van vestidos al atuendo de un general francés, montados en un caballo y con una espada desenvainada.

 

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Termina el desfile. Por costumbre toda la gente camina hacia el zócalo, pues ahí llegan todos los batallones. La música se atropella, pues son varias las bandas que juntas tocan desaforadas. Parece una competencia.

Zapadores en el baile de San Miguelito. Foto de Inés del Río.




Zapador. Foto de Inés del Río.




Hacia la batalla de los Turcos, de San Miguel Tianguisnahuac. Foto de Inés del Río.



Batallón de Turcos. Foto de Inés del Río.



Turco. Foto de Inés del Río.



Zacapoaxtla. Foto de Inés del Río.





Indio. Foto de Inés del Río.

Ya en el zócalo, se puede decir que se representan tres acontecimientos. Uno es la representación de la batalla del 5 de Mayo en Puebla; esto explica los diferentes tipos de trajes y nombres de los huehues, pues zuavos, turcos y zapadores se enfrentan  a indios serranos, zacapoaxtlas y apaches. Entre humareda con aroma a pólvora, música y estruendo de mosquetones reviven aquella derrota. Otro de los acontecimientos que se aprecia es la leyenda del bandido Agustín Lorenzo, personaje heroico del siglo XIX, que según cuentan, se robó a la hija del corregidor de Huejotzingo; el corregidor, al enterarse del rapto de su hija, ordena su persecución,  pero ellos se casan a escondidas, representando así la primera boda indígena que ofició un franciscano.

El Corregidor y su hija. Foto de Inés del Río.




Representante en la boda indígena. Foto de Inés del Río.




Escaramuza en el rapto de la novia. Foto de Inés del Río.




Rapto de la novia. Foto de Inés del Río.




Agustín Lorenzo baila con la hija del Corregidos. Foto de Inés del Río.

Los huehues se fueron concentrando en donde estaba bailando el bandido y la hija del corregidor. Después de un tiempo, Agustín Lorenzo se la roba y conforme iba pasando por los portales del zócalo, los huehues simularon dispararle. La plaza se llenó de humo y risas burlonas de los huehues. Finalmente,  ante la fallida recuperación de la hija del corregidor, éste manda a quemar la casa de Agustín Lorenzo representada con una choza de zacate que queman los huehues a “camarazos”.

 

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Es así como viven el día de carnaval en San Pedro Cholula, caras escondidas detrás de esas máscaras que muchas veces dedican parte de las ganancias de su trabajo de todo el año para este día, como Don Beto,  quien es carpintero y juntó su dinero para poder comprar un traje nuevo. “Ya viene en la sangre, desde mi padre, él me enseñó esta tradición y es un gusto portar el traje, es una tradición muy bonita que los accidentes la manchan y hacen que cada año sea más estricta la vigilancia. Antes venía con mi papá y mi hermano, ahora traigo a mi esposa y a mi hija y espero que ella, algún día traiga a mis nietos…”

Como Don Beto hay muchos:  padres de familia, señoras, niños, comerciantes, carpinteros, obreros, profesionistas,  y familias completas son los que año con año esperan este día que lleno de euforia y algarabía, con la adrenalina de la pólvora y las explosiones, con los trajes bordados y coloridos, con las máscaras que esconden rostros e historias, con la música que todo lo envuelve. La jornada termina con distintas emociones y trajes llenos de nuevas experiencias y recuerdos que los participantes guardan con la espera de volver a salir al año siguiente.

 

Detalle en traje de huehue. Foto de Inés del Río.

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