• Sergio Mastretta
  • 06 Diciembre 2013
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Por: Sergio Mastretta

Qué onda, me estás filmando, eh, ya saca el contrato para firmar.

(Se me hace que tú eres el mero jefe aquí de la banda)

(Sonido de agua, las piernas de un hombre casi en la orilla baten el agua)

Te jala pa bajo, es mucha la fuerza que tiene abajo.

 

Es peligroso, tiene como unos quince metros, ahí esté el remolino, de ahí para adentro te jala, es mucha la fuerza que tiene el río. Bastantes se han ahogado aquí.

Un sábado, como a las cinco de la mañana me estaba ahogando aquí… Iba pa llá y me jaló el río, pum pum unos cuatro metros pa bajo, ai me votó pallá, pum pum, salí a la mitad hay un bordo, ahí fue dónde la pude salvar, ai me quedé a esperar a que se me quitara lo cansado para poder nadar a la orilla otra vez.

Hay veces que está más hondo, orita está bajito el río, más temprano viene la marea más fuerte, arrastra todo, maderas, botellas, todo lo que va recogiendo el río, así lo ves tranquilo, pero abajo tiene bastante corriente,, y lo peligroso de este río es que tiene dos corrientes, y no sabes si te lleva o te trae.

Por aquí no se pasa la gente, es que ahí se para la patrulla…

 

(La risa del muchacho, que nada más observa a los periodistas

 

Hay que ganarles a los de migración, andan como perros, andan a pata, andan en moto, luego no los miramos, pero ahí están, me entiendes, te andan guachando de a uno, muchas veces te dejan pasar pero ya allá los agarran, y el problema no es que los agarren sino que allá nos dan tiempo, nos meten en la cárcel…

Por aquí te puedes pasar, todo es cuestión de que les sepas ganar el brinco, que los sepas venadear, hay que tener paciencia, porque esos batos así como los miras no se ven, y ahí están, montan como una barricada, la cubren de monte, y ai te están guachando, pueden estar horas y horas y no se aburren, vienen y los relevan, pero ai están… hay que ganarles.

Hubo ese jale anteriormente, muchos migrantes iban pasando, los agarró Migración en el momento que llegaron aquel lado, y los agarraron a pedradas

 

Te voy a decir lo que pienso, allá no tienen madre porque allá muchos batos, verdá, perdonando la palabra son mucho más nopaludos que nosotros los mexicanos, están de aquél lado, provienen de la raza mexicana, así es la mayoría de los que son chicanos, me entiendes, son muchos mexicanos a los que descriminan, estás cotorreando y ellos a hablar puto inglés, inglés, y al que sabe, pus sí,  pero al que no pus no, y al que no pus lo quieren hacer menos. Son racistas, los guardias, los policías, esos no tanto, pero por decir así, los soldados, son racistas con madres, a ver tú pinche mexicano, y ves la comida, y no sabes qué, llégale para allá, no hay pa ti, y si te pones al pedo te meten un acaliente… Así está el jale, y sabes qués lo que más me amarga es que esos batos son más nopaludos que nosotros. Le digo, háblame es español carnal y ellos en inglés de acá pallá, y les llevas la contra con dos o tres jales…

 

Ai va la migra, ai acaba de pasar pallá, mírala…

 

Simón, le recuerdo no te ves mexicano, no te ves nopal, no te ves en la frente, y los batos más nopaludos que yo, y me llega uno a echar un choro, y yo le digo nombre padre, no me vengas a terapear, a mí háblame en español, y no es qué pinche mexicanos que la chingada si los batos son mexicanos, son descendientes de los mexicanos. Pero cómo ves Migración, son más gachos, todavía que lo agarran a uno en lugar de que nos deporten nos encierran. Es que estos cuates juegan carreras, ahí agarra prestigio el que agarra más ilegales, así van subiendo y van ganando más…

Esos chicanillos, nacieron allá y ya se quieren sentir la gran cosa. Cuando vienen acá uno los atiende, y les da su lugar, los trata con amabilidad, pero allá nos tratan como a un pinche perro, la neta.

Ellos están allá, ganan su dinero, pero si estuvieran en el lugar de nosotros, ¿a ver qué sentirían?

¿De que la rolamos allá? Ja, ja… Mi compañero y yo trabajamos en una oficina de regularización de vehículos, hacíamos el aseo y parqueamos los carros de los clientes que llegan, los fuera americanos, pero no los pueden meter acá porque los chingan los fiscales, así que tienen que regularizarlo a fuerza.

Mis papás viven aquí, pero yo vivo aparte, en unión libre con una chavita.

Para el que la sabe hacer, pus sí,  todo tiene solución.

 

Yo trabajo por allá, na más que ahora ando acá… trabajo con un señor, lo ayudo en una tienda de venta en internet, accesorios usados, joyería, neumáticos, computadoras, escritorios para oficinas, todo ese jale, pero ando por acá de vacaciones, je je, me mandó de vacaciones Migración, já, já, já.

Andaba pedo, no me lavantó el estado, la policía, me arrestaron, y me entregó con Migración. Me levantaron y me mandaron a una corte federal, me llevaron como quince días, me mandaron a una corte ahí por la Isla del Padre, en un condado federal, en un lugar que se llama Los Fresnos, Ahí está tranquilo, lo tratan a uno bien, le dan de comer, y ahí hay de todo, mexicanos, centroamericanos, de Honduras, Guatemala, El Salvador, pero también chinos, coreanos, portugueses, hasta iraquís, neta, no chingues, un madral, y jamaiquinos, no chingues, todos revueltos, y negros, de esos mayates que se ponen la manteca en el cráneo, les apesta a los bastardos, no perdón, eso no lo pongas, bórralo… Já, já. Y ahí todos los guardias son chicanos, y esos son buena onda, no todos. Lo único que te puedo decir que no vale madres el consulado de México, porque mira, me deportan hasta Matamoros, y va uno al consulado para que lo ayuden a uno, ahí nomás pasando el puente, y nada, negativo, y uno sin saber qué hacer, porque no conoce uno el barrio, cómo corre el agua…

El plan Paisano, qué te puedo decir, ese presidente que tenemos, el Fox, no vale madre, no más anda de chismoso en todos los programas.

No más anda robando para pura mansión en Haway no más… al chile, ¿en qué nos ayuda? Al contrario, no más nos chinga, dice que quitando la pobreza, y dónde están los trabajos y las empresas para que uno trabajara, puro pedo, al contrario, ayuda a los polis para que nos chinguen más a nosotros, para que una ande de malandra ahí robando para que se moche con ellos, pero nel, uno jala por la derecha y diosito lo ayuda aunque sea pa la botana y pa la fama… Pinches polis son bien gachos, ¿verdá carnal?

Mi vida en Omnilife

 

Chaparrito, bigotón, con una playera que deja descubiertos unos brazos fuertes y decididos, sus manos disparan tarjetas de la empresa que representa a la menor provocación. Nacido en Monterrey, Beto Dimas, con su esposa Ludivina, vive el sueño americano ganado a pulso tras quince años de trabajo en Estados Unidos. “Soy muy feliz –dice--, he edificado mi casa, mi familia, mis hijos y yo somos felices, con mi esposa, estamos llenos de felicidad”. Ex trabajador de Teléfonos de México, en 1988, a los 40 años, dejó todo para cruzar la frontera, y lo que siguió fue un derrotero que poco a poco lo llevó a descubrir al comerciante que llevaba dentro.

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Ahora vende productos Omnilife. En un corredor del mall de MacAllen ataca a una muchacha que atiende una máquina de masajes de agua. Beto camina como si huyera de sí mismo, un vendedor implacable, que no deja una oportunidad de venta. Avista a la presa y ya le habla tres metros antes de llegar a ella:

--No se vaya a meter ahí –le ordena a la chamaca al tiempo que le pone en la mano una tarjeta--, si le duelen los pies, si le duelen los músculos, yo traigo para eso este producto, se lo toma y santo remedio. Es más usted debería vender esto también aquí...

-- ¿Distribuidor...?

--Independiente de Omilife –sigue Beto--, son  unos productos maravillosos... atrás trae todas las enfermedades que padecemos, y las que no caben ahí también se curan, todo, hasta el SIDA... Porque estos son nutrientes, es vitamina al cuerpo, es nutrición, es lo que nuestro cuerpo necesita, por eso uno se enferma, por eso agarramos SIDA, por eso agarramos el cáncer, porque el cuerpo está desnutrido y esto es nutrición, es comida... las defensas se elevan al cien por ciento, al doscientos por ciento y se acabó enfermedad, se acabó todo. Una vez vine y agarré a unas personas que se estaban metiendo ahí y les vendí y se curaron...

La muchacha sonríe. Sí, que bueno, responde. Y no tiene tiempo de leer la retahíla de padecimientos que el dueño de las Chivas del Guadalajara alcanza a meter en un rectangulito, desde el estreñimiento hasta la calvicie, igual la celulitis que la migraña, y por supuesto el cáncer y el envejecimiento.

--Tómelo en cuenta, esto es maravilloso –dispara Beto, quien ni siquiera mira el aparato,  un enorme tubo de plástico transparente en el que la clientela se introduce como si sus pesares se perdieran en el vacío. ¿Es eléctrico?, ¿tiene línea de flotación?, ¿no te empapas? Aunque la muchacha lo intenta --es la fuerza del agua, cuando pega el cuerpo--, dice nada de eso inquieta a Beto.

-- ¡Tiene fuerza el agua! –intuye Beto.

--Te da el masaje –sigue ella, quien tampoco es mala vendedora--, no te mojas porque estás abajo del plástico, sus manos y tu cara están afuera. Se siente bien rico...

--El agua es como si fuera una lavadora –añade Beto--, más o menos, a presión.

--Sales como persona nueva.

¡Qué maravilla¡ ¿Y cuanto cuesta el masajito? Mira, aquí están los precios... mira, siete minutos son diez dólares y si quieres más tiempo tenemos... Diez minutos, quince minutos... ¿Y la gente viene así y se mete y no de la pena?

-- No, no ¿porqué? –dice Beto. Ahora los dos son sonrisas.

-- No, ayer dice una muchacha: “yo encuerada, si no es encuerada, entonces no”.

Más risas. Beto toma terrenos personales: ¿Tú de dónde eres?, ¿tú no eres mexicana, verdad? Pero ella es de aquí. Ajá, naciste aquí. Freno. Vuelta a la distancia y al propósito: toma en cuenta estos productos, para tu familia, para tu mamá, para todos. Se oye muy bien... ella tiene una amiga que vende lo que Beto. 

--Y no le has creído.

--No, sí le creo.

Beto mira la tarjeta en la mano de la muchacha: no la pierdas de vista…estos productos son ma-ra-vi-llo-sos.

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Beto tiene cuatro razones para estar enamorado de Estados Unidos: lo bien que les ha ido a los suyos: dos hijas, una es burócrata en el gobierno de Mission, la población en la que viven, la otra está casada con un obrero soldador americano, y ya les dio una nieta; dos hijos, uno es gerente en una cadena de cines, el otro es empleado en una financiera. Dice Ludovina, su mujer: “Aquí es el país de las oportunidades, bendito Dios... México es excelente también, pero aquí he visto bastante rendimiento económico, moral, no sé, yo tenía miedo de venirme porque siempre me decían que aquí los hijos se me iban a desbalagar, que iban a ser drogadictos, que una cosa, que otra, ¡bendito sea Dios!, ni un dolor de cabeza nos han dado hasta ahorita.”

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Beto y Ludovina viven en un suburbio de Missión, a un lado de MacAllen, en una casa que construyeron ellos mismos. Una planta y techo de dos aguas. Jardín arbolado, backyard con asador y juegos infantiles para los nietos.

“Fui comerciante todo el tiempo –explica Beto--, yo llegué aquí vendiendo sandías en un carrito, sandías, melones... para que vean el querer es poder... A mí se me dijo: oye, aquí no es como en México, aquí no puedes vender en la calle;  y un día me salgo yo por la calle y veo carros vendiendo, veo gente vendiendo  en la calle y pues me dije: ¿porqué no se puede?, y me puse a vender en contra de la persona que a mí dijo que no se podía vender en las calles y nadie me dijo nada. Vendía sandías, vendía melones, yo vendía piñas arriba de la cajuela... cuando una persona llega, y no tenía necesidad porque créemelo cuando yo me vine de México yo tenía mi dinero, porque tenía mis casas, yo tenía tres casas en México,  pero yo me vine demostrando que aquí también se podía hacer, sin darme vergüenza siempre con ese espíritu de vender. Empecé vendiendo sandías, empecé vendiendo melones, naranjas, piña, después me fui a vender a las pulgas, naranjas con chile... en las pulgas, partía las naranjas y agarraba así y les echaba el chile así, tipo México... ¡vendía bastantes naranjas con chile! Entre mi esposa y yo diariamente sacábamos trescientos dólares de puras naranjas partidas así con chile... ¡Sí señor!, Eso es cierto y es una maravilla. Una vez vino un amigo mío de Monterrey, y me conoció y me dice: Oye, ¿tú andas vendiendo naranjas aquí y traes esa troca tan hermosa?”, me dice: Allá el que vende naranjas apenas tiene un burro para estirar el carro.

Dice Ludovina: “Claro, claro que sí... a pulso todo lo que tenemos, sudada la frente y todo el cuerpo. Sí, yo siempre lo he acompañado a donde quiera, siempre he sido su sombra. Ay, yo lloraba al principio, lloré bastante, porque es una vida bien... un cambio bien brusco...

-- Andábamos en el betabel... –dice Beto.

Y Ludovina: “En los trabajos... nos íbamos al norte, en el verano,  cuando salen los muchachos de la escuela, dos, tres meses. A Minnesota, a Nebraska, a North Carolina, a Sur Carolina, ¿verdad? Pero ahí no había ni sábados ni domingos, los siete días de la semana, completitos, desde bien temprano hasta las nueve y media de la noche... trabajando.”

--Nosotros trabajamos mucho para tener lo que tenemos –concluye Beto.

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Beto mira a México frente al orden y la pulcritud de los barrios texanos:

“Y aquí todo trabaja sobre ruedas, todo, todo está bien organizado. Es lo que yo digo porque en México, ¡por qué chingados!, por qué no esperan hasta que ya está hasta la madre de gente, y hacen un desmadre, y mira aquí lo hacen para que la gente no batalle, pa’l progreso, ¿porqué en México no hacen esto?, ¿porqué no piensan pa delante?, van pensando... van como los cangrejos, dicen que nosotros somos como los cangrejos: que estamos dentro de un bote y los otros cangrejos te estiran para abajo para que no salgas y estés jodido todo el tiempo allí abajo... ese es mi coraje que yo tengo, soy mexicano y yo aprecio mucho a México, me da tanto coraje, pero yo veo aquí, ¿porque en México no se hace lo mismo que aquí?, ¿porque no se piensa?, si dicen que somos muy listos, ¡no es cierto!, ¡no somos listos!, ¡eso no es cierto!, dime tú dónde está la inteligencia que se dice que tenemos en México, ¿dónde está?, muéstramela tú, ¡nunca!... Mira aquí...”

Y remata: “Adoro a México, pero no adoro a sus políticos porque son pura carroña, buscan no más para ellos... y el país, al pueblo lo tienen pisoteado.”

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Encontré a Beto en Brownsville, afuera de la iglesia a la que llegó la Antorcha Guadalupana luego de cruzar la frontera. Alguien le ha pedido que ayude con la imagen de Guadalupe. “Fue tan espontáneo –dice--, no pensé que fuera un cuadro de la virgen. Sentí una emoción muy grande, recuerdas todo tu pueblo, toda tu gente que está atrás, que sigue esperando  una oportunidad que nunca llega, que los gobiernos de México nunca se las dan. Si realmente México quisiera cambiar podría ser un país tan maravilloso como Estado Unidos.”

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