• Sergio Mastretta
  • 06 Diciembre 2013
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Por: Sergio Mastretta

Dos tiempos de Mandela, dos tiempos del mundo.

Por la lucha contra el horror absoluto, la cárcel.

Por la apertura de un mundo nuevo, el futuro siempre incierto.

Dos textos recojo aquí, en el marco de la muerte del viejo líder que batió al racismo más extremo.

 Invictus/William Ernest Henley

El poema de la cárcel.

En la noche que me envuelve,

negra, como un pozo insondable,

doy gracias al Dios que fuere

por mi alma inconquistable.

 

En las garras de las circunstancias

no he gemido, ni llorado.

 

Ante las puñaladas del azar,

si bien he sangrado, jamás me he postrado.

 

Más allá de este lugar de ira y llantos

acecha la oscuridad con su horror.

 

No obstante, la amenaza de los años me halla,

y me hallará, sin temor.

 

Ya no importa cuán recto haya sido el camino,

ni cuantos castigos lleve a la espalda:

 

Soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma.

 

Discurso de Nelson Mandela como Presidente Electo de Sudáfrica (1994)

 

Nuestro miedo más profundo no es que seamos inadecuados.

Nuestro miedo más profundo es que somos poderosos sin límite.

Es nuestra luz, no la oscuridad lo que más nos asusta.

Nos preguntamos: ¿quién soy yo para ser brillante, precioso, talentoso y fabuloso?

En realidad, ¿quién eres tú para no serlo?

Eres hijo del universo.

El hecho de jugar a ser pequeño no sirve al mundo.

No hay nada iluminador en encogerte para que otras personas cerca de ti no se sientan inseguras.

Nacemos para hacer manifiesto la gloria del universo que está dentro de nosotros.

No solamente algunos de nosotros: Está dentro de todos y cada uno.

Y mientras dejamos lucir nuestra propia luz, inconscientemente damos permiso a otras personas para hacer lo mismo.

Y al liberarnos de nuestro miedo, nuestra presencia automáticamente libera a los demás.

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