• Sergio Mastretta
  • 17 Octubre 2013
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Por: Sergio Mastretta

Cólera en México.

Es una memoria en tiempo presente: el reflejo del sol en  las asequias y canales, estanques y jagüeyes, en el agua inocente y mortal de la estupidez humana. Invisible, como el olor rancio de la miseria. Llega de tiempo en tiempo, asomada por supuesto en las fotografías de los funcionarios públicas que anuncian severos programas de contención. Y a cuenta gotas, la suma de las victimas de la enfermedad: 159 casos en el Estado de Hidalgo. Es nuestra memoria en saltos precisos, como piedras que rebotan y vuelan como patitos sobre las aguas negras de nuestra historia.



En Mundo Nuestro reprodujimos ya este trazo de lo ocurrido en Puebla en 1991. Así empezó el reportaje;

 

Santiago Miahuatlán, julio de 1991. La imaginábamos lejos, en las fronteras orientales de la indigencia asiática, en el paisaje desértico del hambre africana, en las montañas míticas de Sendero Luminoso.

Ahora está a la vuelta de Tehuacán.

A menos que el laboratorio diga que a los cinco muertos de Santiago Miahuatlán simplemente se los llevó su muy natural miseria.

Hay ratos en que las estadísticas se levantan de los números fríos e insensibles para convertirse en reclamos vivos. Cólera o diarrea, la epidemia que se abate sobre ese poblado atranca todo sueño de modernidad y nos arroja a nuestro rezago endémico.

Cualquier médico dirá ahora: “La esperábamos”.

Y recordarán brotes similares que se han llevado poblanos a mejores rumbos. Como aquella a principios de los setentas, una epidemia de tifo que perforó intestinos y arrancó la vida como no se veía en mucho tiempo.

Ellos, los médicos, lo entenderán como algo natural. Y explicarán que no se refieren a argumentos celestiales sino a condiciones de vida. Y si tienen información fortalecerán su decir en que el estado de Puebla está en el fondo, pegadito a Chiapas, Oaxaca y Guerrero, si se trata de marginación en el campo.

Así que no hay catastrofismo que valga.

Insolentes, violentos, los muertos campesinos acosan la indiferencia de la ciudad. Y rompen nuestros tímidos amarres con la civilización y el progreso.

 

Dejo aquí los enlaces a ese reportaje sobre el dolor reflejado en el agua contaminada por las industrias en las asequias campesinas.

http://mundonuestro.e-consulta.com.mx/index.php/cronica/item/cronica-hostorica-colera-en-puebla-julio-1991

http://mundonuestro.e-consulta.com.mx/index.php/cronica/item/cronica-hostorica-colera-en-puebla-julio-1991-copy

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