• Anamaria Ashwell
  • 15 Septiembre 2015
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El 21 de Septiembre de 2014, cuando el Lic. Adán Xicale  convocó  a un foro ciudadano para discutir el parque comercial y turístico sobre suelos patrimoniales protegidos por ley en la Cholulas, yo presenté una ponencia en la que expuse la importancia de esos suelos no solo porque estaba pendiente casi todo en investigación arqueológica sino porque eran suelos que desde tiempos prehispánicos aún congregan ritualmente a los pueblos de la gran Cholollan mesoamericana (según  cartografía elaborada desde documentos coloniales por P. Kirchhoff y M. Nolasco). El parque, argumenté, afectaría irreversiblemente patrimonio arqueológico y cultural intangible que las leyes del INAH protegen. Y me referí también a “que somos cholultecas los que no podemos vivir en cualquier otro lugar, los que escogimos vivir aquí…y los que no somos indiferentes…a la destrucción del inmenso patrimonio histórico y cultural de nuestra casa cholulteca común. (Ver, “Nuestra larga habitación en estos suelos” en Cholula: la Ciudad Sagrada en la Modernidad. ICSyH-BUAP. 2015).

La referencia a quienes éramos los cholultecas  estuvo dirigida a la Cholula “profunda” (aludo a un concepto de G. Bonfil) invocando una convocatoria incluyente en la defensa de la zona porque se trata de un espacio sagrado del universo indígena mesoamericano muy anterior a la conversión de los cholultecas (como ellos) al catolicismo español en el Siglo XVI. La defensa  del subsuelo arqueológico nos debía congregar en primer lugar a todos- sin distinción- que residimos en las Cholulas y no solo a cholultecas de antigua habitación en estos suelos; pero también a los recientemente avecindados, además de antropólogos, arqueólogos, incluso extraños y extranjeros que no necesitaban ser católicos, ni creyentes ni residentes locales. Debí decir entonces, en mi ponencia, “somos ciudadanos cholultecas” y no “cholultecas” a secas- porque si ese parque se construye la destrucción del subsuelo y la expulsión de esa Cholula profunda es irreversible; y la pérdida del patrimonio cultural y arqueológico en este entorno culturalmente complejo y cargado de milenarios tiempos es uno que concierne a todos de todas las culturas del mundo. Hago ahora esta acotación porque es asunto espinoso, además, calificar o descalificar la pertenencia a un lugar que está legitimada, por igual para todos, por derechos de ciudadanía constitucionales. Y en un sentido histórico imposible de determinar qué inmigración étnica, qué conquista de élites religiosas y militares y en cual horizonte cultural, o en qué tiempo histórico, unos u otros obtuvieron más derechos que otros para reclamarse con más representación o derechos en este lugar. Cholula, hay que recordar,  ha estado habitada, en su zona urbana y ceremonial, por múltiples pueblos, múltiples lenguas y bajo predominio de distintos señoríos étnicos, por lo menos unos  dos mil años antes de la llegada de los españoles. Y que en el Siglo XVI a raíz de la conquista española esa población indígena fue casi aniquilada demográficamente. Los pueblos indígenas que sobrevivieron, mayormente en las periferias, fueron a su vez reubicados  por el Cabildo español y aculturados.  Lo que llamamos las Cholulas después del Siglo XVI evolucionó así en una sociedad mestiza, con aportaciones de esclavos negros (ver Norma Castillo, Cholula: sociedad mestiza en ciudad india. UAM 2001), entre etnias mezcladas que reinterpretaron su herencia cultural mesoamericana bajo el dominio de la colonización hispanizante. A la llegada de los españoles a Cholula la diversidad étnica en la gran Cholollan era decisiva e importante. No era un territorio étnicamente homogéneo sino un señorío multiétnico que se mantuvo unido por alianzas y conquistas y bajo el dominio de distintas elites religiosas y gobernantes. Después de la conquista española, sin embargo, fue la relación de subordinación colonial la que los “unificó” dentro de una sociedad mayor, “agrupándolos en un solo estrato” como “indios” y con una sola cultura que se definió, como explicó M. Nolasco, “como no española”.  Desde entonces fue posible distinguir, a pesar de la hispanización,  rasgos culturales “indígenas” en la cultura de los pueblos cholultecas  aun cuando estos pueblos no eran entonces, ni lo son actualmente, “indios” (ver M. Nolasco, “Cholula en al Siglo XVI”. Comunicaciones.1973).

 

En la resistencia que suscitó y suscita la construcción del parque turístico y comercial sobre suelos arqueológicos y ceremoniales en el entorno de la gran pirámide, la Cholula “profunda” se expresó por voz del Lic. Adán Xicale Huitle: él insistió desde un inicio que ellos no necesitaban la “dignificación” que le ofrecía el gobernador Rafael Moreno Valle porque ya eran dignos. El parque Intermunicipal, dijo, solo los despojaba y excluía de prometidas recompensas económicas a futuro. Y dio voz a algo mucho más simbólico: a la tradición cultural  de pueblos cholultecas que arrastran costumbres, estética y valores ancestrales  (esa que Julio Glockner llamó “cultura tradicional presente y actual”) y que reclamaban con él (y sus acompañantes) su propia modernidad y actualidad. El Lic. Adán Xicale hizo visible durante las fiestas septembrinas en las Cholulas una movilización social, política y cultural, compleja, que lleva más de un año y no tiene miras de rendirse. Una resistencia social donde se expresan también tiempos simultáneos pero distintos (en el sentido de Roger Bartra; ver La sombra del Futuro. FCE.2012); y en el cual el INAH (no la Secretaria de Turismo) debió ser la institución decisiva. Pero el INAH en vez de buscar congraciarse con el gobernador Rafael Moreno Valle ofreciéndole alternativas para que no detenga su proyecto mercantil sobre suelos arqueológicos, al no hacer valer los dictámenes críticos de sus investigadores y al haber postergado proyectos de investigación, salvamento y reconstrucción arqueológica en toda la zona ceremonial protegida por la ley de 1993, provocó que el conflicto social cholulteca creciera. El gobernador Rafael Moreno Valle y el alcalde Leoncio Paisano, abusando de la ley y el poder, violando derechos humanos y civiles, procedieron entonces impunes a extender órdenes de aprehensión con cargos inventados a doce ciudadanos cholultecas y recluyeron en la cárcel, hasta el día de hoy, al Lic. Adán Xicale y su hijo Paul.

 

Pero la voluntad de una clase política gobernante que entiende la banalización y la frivolidad como programas culturales de gobiernos (es decir, que el patrimonio histórico y arqueológico se conserva solo si no mueve a la reflexión y no contribuye a enriquecer conciencias porque debe servir solo para el entretenimiento; y que no respeta tierras ni aguas de los pueblos, ni sus sitios sagrados, ni su cultura ancestral, ni sabe dialogar respetuosamente con ciudadanos cuando les resisten sus obras “modernizadoras”) finalmente alcanzó también al INAH. En Puebla, durante el gobierno PRI-ista de Melquiades Morales (1999-2005) cuando Rafael Moreno Valle era su secretario de Finanzas, ya se había experimentado con una Secretaria de Cultura estatal que asumía o suplantaba funciones del INAH regional. Se discutía entonces una ley general de Cultura (2004) promovida por Priistas en el Congreso federal y se ventilaban criticas al INAH como una institución improductiva; redundante en su relación entre cultura y educación tarea más bien de universidades públicas; ineficaz para defender patrimonio y al mismo tiempo estorbo a iniciativas de gobernadores para realizar obras públicas o abrir mercados turísticos por ejemplo en zonas arqueológicas…comentarios que personalmente escuché cuando asistimos varios ciudadanos cholultecas a esa Secretaria poblana a defender patrimonio edificado de san Pedro Cholula. El miércoles dos de Septiembre durante el segundo informe de gobierno, E. Peña Nieto (ver Judith Tello; “La Nueva Secretaría: en la polémica”. Proceso. 13 Sep. 2015) anunció la creación de una Secretaría de Cultura y nueva adscripción y atributos para el INAH federal. Al día siguiente apareció la “propuesta” publicada en la Gaceta Parlamentaria: la intención detrás de aquella Ley General de Cultura de 2004 que buscaba pasar la tutela de los bienes culturales de la nación a los gobernadores y a los estados se actualiza con esta Secretaria de Cultura. Y en las Cholulas ¿se avecina entonces el momento en que el gobernador Rafael Moreno Valle, sin el “estorbo” de la ley  y de investigadores del INAH, pueda construir su nuevo Angelópolis sobre suelos arqueológicos y en el entorno del santuario de Nuestra Señora de los Remedios?

 

(Foto de portadilla tomada de ladobe.com.mx.

 

 

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