• Diana Benítez
  • 11 Diciembre 2014
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Hola Maestro. Me he estado acordando de ti porque en la Universidad tengo una materia que me gusta mucho y donde analizamos la obra de Dostoievski. Recuerdo que en una ocasión me comentaste sobre tu especial gusto por sus novelas y recuerdo haber leído tu obra de teatro Las noches blancas, que conserva el espíritu de la Rusia en el siglo XIX.

Pues mi maestro, el doctor M., un chileno que llegó a México en los años setenta tras ser perseguido por la dictadura, nos dejó la lectura de Memorias del hombre del subsuelo, una joya de libro. La materia que nos da es: “La trampa del mundo. Lo real y lo simbólico, estudio del héroe.” Asistir a sus clases me hizo entender mucho de lo que nos habías platicado del héroe/anti-héroe, que yo no terminaba de comprender. Ahora sé de dónde viene esta parte de tu literatura y también como está reflejada en tu dramaturgia.

 

La figura del anti héroe, que tanto defiendes tiene unas raíces profundas en las lecturas que han significado tanto a lo largo de tu vida. La filosofía sobre el mundo moderno que tanto agobiaba a los autores europeos de finales del siglo XIX y principios del XX, se viene a entrometer en la construcción de tu propia literatura, y nos la ofreces de manera tan sencilla.

 

En Dostoievski se presenta la inminencia de las guerras y los desajustes entre lo que se esperaba del hombre y lo que realmente sucedía. Autores como Hesse, Flaubert, Lukács y otros, pudieron comprender lo que se avecinaba. La búsqueda de la novela moderna con su héroe que no para de buscar sin encontrar, el espíritu incompleto que plantea la novela; un universo que se desmorona donde el héroe ya no encuentra cabida, el desencanto general que muchos se negaron a reconocer. El realismo objetivo que más tarde se convirtió en un realismo subjetivo como el de Kafka y que no a todos gustó. En tu obra, Las noches blancas, cuando Él habla con Nástenka, en un largo monólogo ubicado en La segunda noche, le dice:

 

Usted quiere saber lo que nuestro héroe, o mejor dicho yo, puesto que yo soy el héroe de esta historia, hago en mi rincón, ¿no es cierto?

 

Se plantea de manera irónica por primera vez como héroe frente a la chica que le gusta.

Más adelante en el mismo monólogo:

 

[…] La fantasía ha envuelto a nuestro héroe en su red y lo ha llenado de visiones. […] ¡Qué le importa a él nuestra vida real!

 

El mismo personaje habla en tercera persona para referirse a él mismo y se reconoce como un hombre dentro de un mundo cerrado, alejado de lo real.

 

[…] Oh, Nástenka, tendrá que admitir que es muy natural, entonces, que cuando uno está viviendo esta aventura de la imaginación, se ponga confuso y desconcertado cuando de pronto se abre la puerta y entra este amigo y nos hace un saludo como si nada estuviera sucediendo.

 

Lo que sucede cuando el amigo interrumpe es efectivamente la intrusión de la realidad a un mundo cerrado lleno de fantasía. El héroe se siente incapaz de cambiar la tremenda realidad por la que transita el mundo que lo rodea y prefiere crear el suyo propio. Tal vez ahí no tenga que enfrentarse a todos los desajustes, a los escombros que tarde o temprano habrá que volver a organizar. En la realidad no le queda nada más que ser una persona cualquiera lleno de miedos, incapaz de ser el héroe que una mujer espera.

 

Maestro, cuando leía la obra de verdad me asombré tanto, creo que ésta es una de las mejores obras que has escrito, y no sólo por el sustento literario que demuestra el gran horizonte de tus lecturas y tu cultura literaria, también porque creo yo, es la única que no se ajusta al estilo de las demás. Nos tenías tan acostumbrados a los temas que involucran directamente al mexicano y su entorno, con esta relación compleja de la justicia/injusticia, con tu visión analítica sobre los momentos y evitando darnos las respuestas fáciles. Y de pronto Las noches blancas, como un homenaje a uno de tus autores favoritos. (Y en este espíritu también encuentro algo de  Kundera, a quien sé también admirabas.) No cabe duda que te admiro más y que extraño tener este tipo de conversaciones literarias contigo. Porque no sólo me enseñaste a escribir correctamente dentro de la acción misma del taller, algunas de las mejores lecciones fueron precisamente en nuestras noches de chelas en el bar y lo bien que la pasamos.

 

Estoy inmensamente agradecida por asistir a tu taller.

 

Tus enseñanzas ya forman parte de mi propia manera de trabajar. Cada vez que me enfrento a la escritura, escucho tu voz como un susurro y se convierte en mi guía, pues me convence de que no utilice tantos adjetivos pues éstos debilitan la fuerza del sustantivo, aguas con los gerundios, ojo con los que y todas las muletillas para no restarle seriedad al texto por su poca riqueza de lenguaje. Me repetiste tantas veces estas normas o reglas, al grado de hacerlas mías. Hace quince años no las sabía, sólo tenía ganas de escribir como fuera, aún con mis faltas de ortografía.

 

Inclusive, la primera vez que llegué al taller, con un texto lo primero que me dijiste después de criticar mi pequeña historia, fue: “Benítez se escribe con acento en la í.” Desde ese momento comenzó todo. Mi mundo se transformó. Yo creía que escribir era sólo una diversión, ahora, además, significa un objetivo en mi vida.

 

Y dentro de este espíritu de la corrección, “re escribir es lo mejor”, decías.  “Ahí está el verdadero trabajo del escritor, en la re escritura, ahí está la chinga, pero es lo que más se disfruta.” A mi también me gusta re escribir, porque es como jugar sobre un suelo seguro, pero más que nada, es tener una segunda oportunidad.

 

Qué lastima que la vida, ésta donde habitamos, no nos ofrezca una segunda re escritura.

 

Siempre en mi corazón

Diana

            México, D.F, diciembre, 2014

Diana Benítez es escritora. Participó en el taller de los jueves

Foto de portadilla: http://tinyurl.com/lev8dsj

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