• Dick Keis
  • 29 Mayo 2014

(Tomado del blog Moving on http://dick-keis.blogspot.mx/ del escritor y fotógrafo norteamericano Dick Keis, de quien Mundo Nuestro ha publicado entre otros textos Oaxaca, una ráfaga de viento http://tinyurl.com/msddf98 y ¡No es fácil morir! En memoria de Marie le Glatin http://tinyurl.com/kwc2daj. Todas las fotos que ilustran el texto son del propio autor. La traducción es de Victoria Sandoval/Taller de Periodismo Narrativo).

 

Estoy de vuelta en Corvallis, después de estar casi seis meses en el mágico Oaxaca. Fue tiempo bien gastado. Pero, es muy fácil regresar a Corvallis, especialmente en primavera cuando los días son más largos, con más horas de luz. Redescubro todas las cosas que me gustan de vivir aquí: buenos amigos, lugares hermosos, la paz y la calma de una ciudad pequeña, y las acogedoras comodidades de vivir “al otro lado”.

Marcelo y Concepción, los panaderos de Tanivet. Foto de Dick Keis.

 

México no es de ninguna forma un país tercermundista. Oaxaca en especial tiene un sabor cosmopolita con bares de tapas, mercados orgánicos, bares elegantes en azoteas, y clubes de jazz finos. Pero Oaxaca, como casi todo en México, es un lugar de contrastes sorprendentes: lo moderno contra lo antiguo, riqueza contra pobreza, orden contra caos. Hay una entremezcla de culturas siempre presente: indígenas, mestizos y americanos que define a México. Tuve la fortuna de verme involucrado en un proyecto de fotografía en Tanivet, un pueblo pequeño a media hora de Oaxaca. En ese pueblo viven aproximadamente trescientas personas, con otros trescientos familiares viviendo en Los Ángeles. Tanivet da una sensación como de pueblo fantasma: una penitenciaría nueva sin habitantes, un zoológico con animales exóticos que casi nadie visita, patios escolares donde casi no se ven niños. ¡Fellini se hubiera sentido como en un día de campo ahí! Tienen Ipads y computadoras donde no hay conexión a internet, grandes pantallas de televisión y refrigeradores lujosos en casas donde no vive nadie, y un fanatismo por los lakers de Los Ángeles que rivaliza con cualquier hogar californiano.

Marcelo muestra su green card. Foto de Dick Keis.


Recordando Los Ángeles. Foto de Dick Keis.

 

La parte más memorable de mi trabajo en este proyecto fue conocer a Marcelo y a Concepción, los panaderos del pueblo. Formé una relación especialmente cercana con Marcelo, quien tiene la misma edad que yo. Él fue uno de los primeros hombres de Tanivet en “cruzar la línea” para trabajar en LA a principios de los 70’s. Todavía conserva su green card de esa visita, cree que aún le servirá para entrar a los Estados Unidos en caso de que él decida volver. Pero no quiere volver, está contento haciendo pan para vender en Tanivet y en los pueblos adyacentes. Vive de las memorias de su juventud, cuando no costaba trabajo cruzar, sin coyotes, sin equipo de vigilancia de alta tecnología en la frontera que interceptara el paso. Hay un mundo de diferencia entre el entonces y el ahora, entre la realidad de Marcelo y la mía.

Amasando las conchas. Foto de Dick Keis.

 

Nuestros cumpleaños están a solo unos meses de distancia. Hemos pasado el mismo número de años en este planeta, aunque en formas muy distintas. Mi vida refleja la “suerte en el sorteo”, la cómoda vida de un clasemediero americano llena de oportunidades. La vida de Marcelo es reconfortante en formas distintas, pero definitivamente sin las mismas oportunidades y sin la existencia de clase media que yo he tenido. No hay un camino mejor que el otro, pero uno es mucho más llano, con muchos menos topes que obstruyan la jornada.

Foto de Dick Keis.                                            

 

Desde el primer día, Marcelo y Concepción me invitaron a su casa y a sus vidas sin dudarlo. Pese a estar entre las familias más pobres del pueblo, su generosidad no tuvo límites, lo que tenían estaban más que dispuestos a compartir. Cada una de mis visitas o empezaba o terminaba con “taquitos a la Concepción” saborizados con mesquite, su única Fuente de combustible para cocinar. Era lo mismo que quemaba el horno de tabique que estaba en su sala.

Leña de mezquite para el horno. Foto de Dick Keis.


Quemar la breña en pago de la madera. Foto de Dick Keis.

La madera es gratis, por así decirlo. Viene de un pedazo de tierra que se encuentra como a un kilómetro de la casa de Marcelo. Gracias al dinero que le mandan de los Estados Unidos, Marcelo tiene un tractor Ford y un pequeño carretón para acarrear madera. Para juntar la madera es necesario firmar un contrato con el municipio de Mitla en el que dice que, a cambio de juntar madera de forma gratuita, deben cortar todos los arbustos de mezquite y quemar los restos. Es muchísimo trabajo ¡y el mezquite es muy reacio! Las espinas enormes me atravesaron los zapatos tres veces en un mismo día. Mientras me quejaba de lo filosas que eran ellos trabajaban sin guantes mientras sonreían. ¡Así somos los gringos!

Calle principal de Tanivet.Foto de Dick Keis.

 

A pesar de las diferencias en nuestras vidas, Marcelo y yo nos volvimos amigos. Pasamos muchas horas hablando mientras yo tomaba mis fotos. A él le encantaba recordar viejas historias sobre el tiempo que pasó “al otro lado”, tanto buenos momentos como los no tan agradables. Marcelo tiene un hijo allá a quien no ha visto por muchos años, ya se casó, tiene hijos y una vida en LA. La separación es dolorosa, pero es aceptada como “la forma en que debe ser”. Es mucho más fácil ganarse la vida allá que en Tanivet. Casi cada familia tiene un ser querido que vive y trabaja “del otro lado”, y muchos de los hombres han estado allá en algún punto de sus vidas. Entienden la atracción y solo pueden esperar que sus hijos regresen algún día a vivir en la casa vacía que les está esperando. Pero eso no es cualquier cosa; no es fácil irte una vez que sentaste cabeza y te estableciste en los Estados Unidos. Tienes que aceptar lo que no puedes cambiar.

Aunque el proyecto en Tanivet ya terminó, tengo razones para regresar. Primero, están Marcelo y Concepción, quienes, a pesar del mundo de diferencia en nuestras vidas, ahora son mis amigos.

También está la belleza única que ofrece el campo oaxaqueño. Tanivet presenta un duro contraste con la belleza colonial de la ciudad de Oaxaca. Aunque a veces parezca desolado y abandonado, tiene su propio encanto, pacífico y pastoral.

Y aún quedan muchas más horas de historias por escuchar y taquitos que compartir con amigos. ¡Sin mencionar las conchas recién salidas del horno!

Mis visitas a Tanivet me recuerdan que en verdad hay un mundo de diferencia en nuestras vidas, pero hay muchas más similitudes que nos acercan. Existe una interconexión universal que cruza fronteras, junta culturas y permite que la amistad florezca en los lugares más inesperados.

Un abrazo de amistad, Marcelo y Concepción. Gracias por todo.

Fui muy afortunado por tener a dos excelentes fotógrafas que  retrataron a Marcelo y a Concepción conmigo. También se han convertido en buenos amigas y me han enseñado mucho. Gracias Mari y Raquel.

Marcelo y Dick. Foto de Mari Seder.

Mari Seder en acción. Foto de Dick Keis.


Raquel Rocha

 



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