• Montserrat Galí
  • 13 Marzo 2014
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La autora es investigadora del ICSYH/BUAP y Premio Estatal de Ciencias y Tecnología 2005. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, es una de las especialistas en historia del arte en México.

Las declaraciones del “Nobel” de arquitectura Toyo Ito merecen meditarse, no sólo por tratarse de alguien considerado un genio de la arquitectura contemporánea, sino porque la ciudad de Puebla ha sido la elegida para albergar una de sus creaciones. En 2007, el arquitecto japonés Toyo Ito, en unas declaraciones a la prensa en española, afirmaba lo que para muchos críticos y teóricos de la arquitectura moderna es evidente desde hace años: la construcción de costosos edificios emblemáticos, destinados en especial a museos y centros culturales, se ha convertido en una moda a todas luces ruinosa.  A esta ruina han contribuido las constructoras y los gobiernos de todo color propiciando, entre otras desgracias, la crisis “del ladrillo”. Dicha crisis va aparejada a escandalosos casos de corrupción que en todo el mundo salpican a gobiernos, bancos y constructoras. Ante la inminente edificación del Museo Internacional del Barroco debemos preguntarnos, como ciudadanos conscientes y responsables, sobre la pertinencia del proyecto.  

No sabemos cuál es la causa de que el laureado arquitecto haya escogido la ciudad de Puebla para vender uno de sus glamorosos proyectos. Es muy probable que lo haya seducido la compulsión constructiva del gobernador don Rafael Moreno Valle. O que alguno de los expertos en barroco de la corte morenovallista lo haya convencido de la necesidad imperativa que tiene la ciudad de un Museo Internacional del Barroco que lleve la firma Toyo Ito. Se dice también en los corrillos del poder que desde que el japonés llegó a Puebla quedó subyugado por los esplendores barrocos de la ciudad. Sea como sea hay dos hechos indiscutibles: que Toyo Ito ha mudado de parecer, y que en unas pocas semanas el laureado arquitecto creó un museo cuya maqueta es indiscutiblemente barroca. Aquí entiendo por barroco lo que los Ilustrados del siglo XVIII consideraban barroco: de relumbrón e inútil. Esto a juzgar por las fotos aparecidas en la prensa local.  No dudamos que cuando se es un genio un museo se hace en un plis plas, de tal manera que en pocas semanas Toyo Ito nos obsequiaba con una obra maestra que ha dejado atónitos a los incrédulos poblanos.

Según palabras que se filtraron en la prensa local, el proyecto es sostenible, algo urgente en esta ciudad, en donde lo más barroco son los baches en las calles –para que nos sintamos en el siglo XVII trastabillando sobre un carromato- y la falta de agua potable. Pronto iremos a la barroca fuente de San Miguel de la barroca Plaza Mayor a recoger el agua,  porque al precio que nos la cobran, y  dado que no es potable, mejor nos vamos con cubetas a las fuentes públicas. Igual que en la época barroca.

Barroco es también, e incluso surrealista, un proyecto inexistente de un misterioso museo que todavía no existe; puesto que un museo sin colección simplemente no existe. Un día dicen que comprarán obra, el otro que si se va a adquirir una colección misteriosa, después que si el arzobispado prestará, hasta que por fin hubo “fumata” blanca: el museo será interactivo. Una modalidad de museo neobarroca y posmoderna.  Ah, y que la primera exposición para inaugurar el museo vendrá del Perú. En fin, que ideas no faltan y algún día nos sorprenderán con que por fin tienen un proyecto.  Pero lo que claramente va por delante son los dineros. Porque en este boyante estado de Puebla, en la cola en todos los indicadores realmente importantes, mil millones de pesos, sólo para empezar, son una mirruña. Esto sólo para el cascarón, ya que todavía falta lo que irá dentro: las colecciones, la museografía, los restauradores e investigadores y el personal administrativo y de apoyo museográfico, vigilancia, sueldos, seguros y demás gastos que se necesitan diariamente para abrir las puertas de un museo. Bueno, como somos ricos y no viene de unos ceros, inaugurar el museo costará probablemente más de 2 mil millones de pesos. Una bicoca, porque en realidad dicen que se trata de la promoción de la ciudad, y para esto cualquier presupuesto resulta insuficiente y justificado.

Pero volviendo a lo de la arquitectura emblemática, esta sentencia de don Toyo Ito viene muy a cuento porque antes que él, otros genios de la arquitectura emblemática perpetraron edificios que todo el mundo aplaudió, encargados por gobiernos locales ansiosos como el  nuestro de gloria arquitectónica. Me refiero a Santiago Calatrava, arquitecto español que en este momento tiene tres juicios abiertos por los problemas de sus construcciones.  Uno en Oviedo, en donde ya lo han sentenciado a pagar 3 millones de euros por los defectos del  Palacio de Congresos. En Valencia construyó edificios en la célebre Ciudad de las Artes, a pesar de la oposición de la mayoría de la ciudadanía (toda semejanza con Puebla es pura coincidencia); ahora resulta que también se le reclaman 3 millones de euros porque los defectos constructivos son escandalosos. (Por cierto que ahora la Ciudad de las Artes sirve como plató para películas; para ir pensando qué haremos con el MIB cuando en la próxima gestión ya no se le destine presupuesto). Y por si fuera poco don Santiago tiene una demanda por medio millón de euros en Venecia, en donde, también en contra de viento y marea, construyó un puente  que pone en peligro la integridad de las personas que lo quieren utilizar. Internet nos ofrece mucha información sobre el caso Calatrava. Y como dice el refrán:   “cuando veas las barbas de tu vecino cortar, ponlas a remojar”.

Pero ya que un selecto circulo de expertos del barroco poblano, cuya pasarela se vio hace poco en la ciudad,  han decidido construir este museo, dos palabras acerca de este género de museos: ni sirven ni interesan. Sólo personas que no conocen el arte de Puebla, que no tienen un diagnóstico de los museos locales, que ignoran  la realidad cultural de la ciudad y que no conocen las carencias sociales, educativas y sanitarias de nuestro estado pueden apoyar semejante proyecto. Pero su sapiencia sobre el barroco les valió un rumboso viaje a nuestra ciudad y nos propinaron sabios consejos sobre el MIB y lo que es el barroco, por si no estábamos enterados.  Además dicen los chismosos que venían con un guión de lo que tenían que decir y que sólo podían hablar 10 minutos. El nombre de “Alianza Barroca” con el que se bautizó la pasarela me parece lo más acertado de esta feria de las vanidades; porque en efecto retrata la cultura de los organizadores y sus invitados: una cultura superficial, aderezada de tecnología propia de los parques temáticos. La cultura banal del entretenimiento y del mínimo esfuerzo intelectual.

Pasando al tema del turismo. Los turistas que vienen en busca de una ciudad Patrimonio de la Humanidad se quedarán en el Centro Histórico, que es donde está el barroco. Y si tienen tiempo, irán a Santa María Tonantzintla y a San Francisco Acatepec. No más. A no ser que les ofrezcamos museos en serio. Entonces tendrán un aliciente para quedarse otro día en Puebla, en vez de salir corriendo esta misma tarde hacia Oaxaca. Porque además, ahora que ya no podrán contemplar desde el teleférico las espléndidas azoteas de Puebla ¿Para qué se quedarían?

Hablemos ahora al público local: los poblanos no van a los museos; primero hay que darles educación para que después tengan esta necesidad.  Y además hay que darles sueldos dignos para que puedan dedicar una parte de sus ingresos a la cultura. Esto ya se vio a propósito del Museo de San Pedro, otra ocurrencia sexenal orquestada por doña Lorena Zedillo, que por lo menos sirvió para rescatar uno de los más hermosos e importantes edificios del centro histórico.  Una encuesta realizada por doña Lorena entre la ciudadanía arrojó un dato elocuente: los poblanos no quieren museos, y menos del barroco. Con lo cual insisto: primer hay que educar, y después habrá público para museos. Y en todo caso, si las autoridades quieren un Museo del Barroco pueden tener dos por el precio de uno: inviertan en especialistas adecuados (historiadores del arte y restauradores) y con presupuestos generosos en los dos Museos de arte novohispano (no sólo barroco) que tenemos: el Museo Religioso de Santa Mónica y el Museo de Arte San Pedro. Y restauraren la gran cantidad de obras de arte que peligran. Promuevan las investigaciones y publicaciones y desarrollen programas culturales que hagan sentir a los poblanos el orgullo por su patrimonio. Será una mejor inversión que gastar en un museo que dentro de poco presente problemas, como ocurre con la arquitectura emblemática, un concepto que tan bien define Toyo Ito y cuyos resultados, cual profeta,  anuncia:  ruina.

Las asociaciones de arquitectos, Colegio de Arquitectos principalmente, pero también las escuelas de arquitectura de nuestras universidades deberían estar muy atentas a la marcha de la construcción de este mega museo. Habrá que vigilar su construcción, seguramente entregada a compañías extranjeras, según costumbre de esta administración. A este propósito quisiera poner el ejemplo de Oaxaca, en donde la Fundación Harp Helú escogió para la construcción de su Biblioteca Infantil a un joven arquitecto oaxaqueño.  Parece que a  los arquitectos locales no les importa el ninguneo del señor gobernador. O es que ya tiraron la toalla. Las empresas españolas que trabajan en América, de acuerdo con las notas periodísticas que con frecuencia aparecen en los diarios de ambos lados del Atlántico, no son de fiar. ¿Se imaginan que nos traigan a empresas como Sacyr Vallehermoso? ¿O que sigamos con una empresa como Acciona, que cobra hasta seis veces más que en España?

Pero volviendo al tema de los museos y del arte, que es lo nuestro. Conocemos las necesidades de Puebla en este rubro, y por ello nos hemos dedicado a formar historiadores del arte especializados en arte poblano. Tenemos propuestas y las ponemos a disposición de las autoridades culturales si es que deciden apoyarlas: invertir en el Museo San Pedro y en Santa Mónica y crear un Museo de arte religioso que albergue, principalmente, los tesoros de la catedral, con criterios científicos que respeten el carácter de las obras de arte sacro. Con estos tres museos, todos ellos en el Centro Histórico, Puebla se convertirá efectivamente en una capital del barroco mundial. Pero no debido a ocurrencias sexenales sino porque responderá a su vocación histórica, cultural y social.                              

 *(La autora es investigadora del ICSYH/BUAP y Premio Estatal de Ciencias y Tecnología 2005)

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