Salvador Flores camina todos los días por las calles del centro de la ciudad de Puebla. Perdió la vista cuando tenía seis años de edad. Hoy anda en los cuarenta y cuatro. A su manera, a partir de este texto publicado en el portal La Cultura en Puebla que dirige Polo Noyola, lo leeremos en Mundo Nuestro. Salvador oye a la ciudad, la huele en las mil formas de su comida, la siente en sus pasos inciertos. Y la escribe. Aquí la crónica de un ligue… (Mundo Nuestro)
Para que ustedes me entiendan tengo que decirles que soy ciego desde mi más temprana vida, a los seis meses de edad perdí la vista no de un jalón sino paulatinamente, de modo que al cumplir los seis años yo ya no veía nada, que no fuera una densa neblina azulosa que me permite ver un sustituto de la luz; mucha gente cree que los ciegos vemos todo negro, pero no es así, el menos en mi caso. Yo “veo” una neblina azulosa, que es la descripción a la que mi amiga y yo hemos llegado después de hablarlo un buen rato. Creo que azul, porque, como comprenderán, los colores se me cuatrapean un poco. Mi amiga también es mi prima, y ella me ayudó a escribir esta crónica en la computadora. Quería hacerlo yo solo, fui a las computadoras especiales que están en la Biblioteca Miguel de la Madrid, junto a la iglesia de San Francisco, pero sinceramente no pude, no me salieron las palabras frente al teclado, se complicaron las cuestiones técnicas con las de mi ligue (o supuesto ligue) y simplemente enmudecí.
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