• Verónica Mastretta/Vida y milagros
  • 22 Diciembre 2014
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Dos momentos y dos expresiones artísticas  en los años 70 del siglo XX:  uno es la publicación de la magistral novela de Elia Kazán, "El Arreglo", que describe la castración mental de un Sansón moderno , Eddy, atrapado entre los convencionalismos del supuesto patrón de lo que debe de ser un hombre exitoso y triunfador y su deseo de llevar adelante la parte más esencial de lo masculino, el "Yo quiero", en lugar del "Yo debo", decretos contradictorios  que lo llevarán a un punto de quiebre a los 43 años, cuando se enamora de una joven vulnerable y al mismo tiempo ferozmente sincera y rebelde, que hace aflorar el "Yo quiero" sepultado por años en el inconsciente de Eddy, y que lo arrastrará a enfrentar  y desafiar a su esposa , honestamente convencida de que el  "quiero" de Eddy es una enfermedad de la que ella debe liberarlo para regresarlo al redil del "debo", con todas las herramientas que su abogado y su psicoanalista pondrán a su alcance para domar al moderno Sansón emblemático que busca liberar al oprimido pueblo masculino  atado a los deberes del sueño americano, deber que incluye la fidelidad a una sola mujer. Eddy se debatirá en la novela, y nosotros con él, tratando de conciliar sus dos mundos, que como lector uno va reconociendo no solo como irreconciliables, sino  también irrealizables. En cualquier elección que él haga, perderá.  De ahí surgirá "El Arreglo" al que Eddy deberá llegar para encontrar un punto de equilibrio en el que pueda sobrevivir, y  que da nombre a esta muy actual y estremecedora novela de Kazan.

El otro momento es el estreno de la canción "Dalilah", interpretada por  el cantante inglés Tom Jones,  un éxito mundial  grabado en 1968 y escuchada hasta el hartazgo en la década de los setentas. Jones, con su poderosa y desgarradora voz nos describe literalmente un feminicidio justificado por la considerada "mala conducta" y traición de una moderna Dalila. El protagonista de la canción llega a la casa de su amante de manera inesperada ,con la  supuesta intención de sorprenderla gratamente con su presencia. En el fondo, lo que el hombre está buscando es confirmar sus sospechas y temores con respecto a la infidelidad de Dalila, a la que él considera su  posesión.  Antes de tocar , ve "sombras misteriosas moviéndose detrás de las persianas del cuarto de Dalila." Una mirada cuidadosa le permite ver a una pareja entregada a hacer el amor apasionadamente en la penumbra.  Su visita supuestamente inocente es todo menos casual y confirma sus peores pesadillas: la infidelidad de Dalila, quien también, al igual que el Eddy de Elia Kazan, ha descubierto su particular camino a su derecho al  "yo también quiero" femenino de los años setentas, que violenta de manera total el "Yo quiero" masculino, que  pretende un "yo debo" de parte de Dalilah. Se atormentará  mirando a Dalilah engañarlo en la clara proyección del juego de luces y sombras de la ventana.  Finalmente tocará a la puerta empuñando el cuchillo con el que  matará a Dalilah. "Me abrió sonriendo, pero dejó de hacerlo cuando vio el cuchillo en mi mano." "My, my, my, Delilah, "why, why, why, Dalilah". ("Mi Dalila, ¿por qué, por qué, Dalila?). Es el estribillo  enardecido de la canción, que argumenta "she was my women" (“ella era mi mujer”), y  que concluye con la estrofa clave que nos deja entrever que premeditadamente él va a eso, a matarla: "Forgive  me Dalilah, I just could not take any more" ("perdóname Dalila, simplemente no podía aceptar una más"). Al decir MÁS,  nos indica que ya se habían dado antes otros escapes libertarios de Dalila, porque además él ya lleva cargando el cuchillo para matarla.  Muy bonita y condescendiente  explicación masculina para matar a una mujer de manera premeditada. Las travesuras y las transgresiones cuestan. Eddy  pagará su intento de fuga con su infelicidad emocional y una condena al aburrimiento perpetuo, y la emblemática Dalilah de la canción pagará con su vida. Diferentes medidas para un mismo caso, esa es la cuestión.

En el fondo, la novela de Elia Kazan y la canción nos muestran lo mismo: que el esfuerzo del proceso civilizatorio de hombres y mujeres con la intención de someterlos a sutiles camisas de fuerza emocionales, es solo una delgada capa que se rompe en situaciones límite para dejar al descubierto "el yo quiero" contra el "yo debo" con el que quizás inútilmente se trata de domesticar a los lobos que todos llevamos dentro, hombres y mujeres, aunque a los hombres se les dificulte reconocernos esa igualdad. La novela y la canción cuestionan cada una a su manera mandatos sociales como el  "te amaré por siempre"  o "deberás amarme por siempre", que empujan a hombres  y mujeres a una vejez prematura o a la violencia extrema con  mayor eficacia que cualquier otro mandato. Escoja usted que pesa más y a qué debe uno ser fiel: al "Yo quiero" o al "Yo debo". En ambos se paga un precio ineludible. Finalmente la palabrería sobra: las personas  nos definimos por lo que hacemos, no por lo que decimos o pensamos. Esa es la cruda realidad.

Elia Kazan,"El arreglo”, edición original 1967- edición especial 1972.Ed. Bruguera.

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