• Octavio Paz. 1957
  • 03 Abril 2014
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Las naciones no marcan fronteras. Son los Estados los que demarcan territorios, siempre contra los otros. México contiene muchas naciones, y no alcanzamos a entenderlo. Mucho más difícil es marcar la lengua de una nación. Ahora mismo, en la rotundidad del caos que hemos creado para el arranque del siglo, ¿quién se atreve a contener en un texto lo que somos?

Tal vez los poetas.

Octavio Paz se atrevió con Piedra de sol.

El lunes 31 de marzo se cumplió su aniversario. Cien años. ¿Qué patria, si no la que se revuelve en la lengua, es la que nos queda? (Mundo Nuestro)

 

 

Piedra de sol

 

un sauce de cristal, un chopo de agua,

un alto surtidor que el viento arquea,

un árbol bien plantado mas danzante,

un caminar de río que se curva,

avanza, retrocede, da un rodeo

y llega siempre:

 

un caminar tranquilo

de estrella o primavera sin premura,

agua que con los párpados cerrados

mana toda la noche profecías,

unánime presencia en oleaje,

ola tras ola hasta cubrirlo todo.

verde soberanía sin ocaso

como el deslumbramiento de las alas

cuando se abren en mitad del cielo.

un caminar entre las espesuras

de los días futuros y el aciago

fulgor de la desdicha como un ave

petrificando el bosque con su canto

y las felicidades inminentes

entre las ramas que se desvanecen,

horas de luz que pican ya los pájaros,

presagios que se escapan de la mano.

una presencia como un canto súbito,

como el viento cantando en el incendio,

una mirada que sostiene en vilo

al mundo con sus mares y sus montes,

 

cuerpo de luz filtrado por un ágata,

piernas de luz, vientre de luz, bahías,

roca solar, cuerpo color de nube,

color de día rápido que salta,

la hora centellea y tiene cuerpo,

el mundo ya es visible por tu cuerpo,

es transparente por tu transparencia,

 

voy entre galerías de sonidos,

fluyo entre las presencias resonantes,

voy por las transparencias como un ciego,

un reflejo me borra, nazco en otro,

oh bosque de pilares encantados,

bajo los arcos de la luz penetro

los corredores de un otoño diáfano,

 

voy por tu cuerpo como por el mundo,

tu vientre es una plaza soleada,

tus pechos dos iglesias donde oficia

la sangre sus misterios paralelos,

mis miradas te cubren como yedra,

eres una ciudad que el mar asedia,

una muralla que la luz divide

en dos mitades de color durazno,

un paraje de sal, rocas y pájaros

bajo la ley del mediodía absorto,

 

vestida del color de mis deseos

como mi pensamiento vas desnuda,

voy por tus ojos como por el agua,

los tigres beben sueño de esos ojos,

el colibrí se quema en esas llamas,

voy por tu frente como por la luna,

como la nube por tu pensamiento,

voy por tu vientre como por tus sueños,

tu falda de maíz ondula y canta,

tu falda de cristal, tu falda de agua,

tus labios, tus cabellos, tus miradas,

toda la noche llueves, todo el día

abres mi pecho con tus dedos de agua,

cierras mis ojos con tu boca de agua,

sobre mis huesos llueves, en mi pecho

hunde raíces de agua un árbol líquido,

 

voy por tu talle como por un río,

voy por tu cuerpo como por un bosque,

como por un sendero en la montaña

que en un abismo brusco se termina

voy por tus pensamientos afilados

y a la salida de tu blanca frente

mi sombra despeñada se destroza,

recojo mis fragmentos uno a uno

y prosigo sin cuerpo, busco a tientas,

 

corredores sin fin de la memoria,

puertas abiertas a un salón vacío

donde se pudren todos lo veranos,

las joyas de la sed arden al fondo,

rostro desvanecido al recordarlo,

mano que se deshace si la toco,

cabelleras de arañas en tumulto

sobre sonrisas de hace muchos años,

 

a la salida de mi frente busco,

busco sin encontrar, busco un instante,

un rostro de relámpago y tormenta

corriendo entre los árboles nocturnos,

rostro de lluvia en un jardín a obscuras,

agua tenaz que fluye a mi costado,

busco sin encontrar, escribo a solas,

no hay nadie, cae el día, cae el año,

caigo en el instante, caigo al fondo,

invisible camino sobre espejos

que repiten mi imagen destrozada,

piso días, instantes caminados,

piso los pensamientos de mi sombra,

piso mi sombra en busca de un instante,

 

busco una fecha viva como un pájaro,

busco el sol de las cinco de la tarde

templado por los muros de tezontle:

la hora maduraba sus racimos

y al abrirse salían las muchachas

de su entraña rosada y se esparcían

por los patios de piedra del colegio,

alta como el otoño caminaba

envuelta por la luz bajo la arcada

y el espacio al ceñirla la vestía

de un piel más dorada y transparente,

 

tigre color de luz, pardo venado

por los alrededores de la noche,

entrevista muchacha reclinada

en los balcones verdes de la lluvia,

adolescente rostro innumerable,

he olvidado tu nombre, Melusina,

Laura, Isabel, Perséfona, María,

tienes todos los rostros y ninguno,

eres todas las horas y ninguna,

te pareces al árbol y a la nube,

eres todos los pájaros y un astro,

te pareces al filo de la espada

y a la copa de sangre del verdugo,

 

yedra que avanza, envuelve y desarraiga

al alma y la divide de sí misma,

escritura de fuego sobre el jade,

grieta en la roca, reina de serpientes,

columna de vapor, fuente en la peña,

circo lunar, peñasco de las águilas,

grano de anís, espina diminuta

y mortal que da penas inmortales,

pastora de los valles submarinos

y guardiana del valle de los muertos,

liana que cuelga del cantil del vértigo,

enredadera, planta venenosa,

flor de resurrección, uva de vida,

señora de la flauta y del relámpago,

terraza del jazmín, sal en la herida,

ramo de rosas para el fusilado,

nieve en agosto, luna del patíbulo,

escritura del mar sobre el basalto,

escritura del viento en el desierto,

testamento del sol, granada, espiga,

 

rostro de llamas, rostro devorado,

adolescente rostro perseguido

años fantasmas, días circulares

que dan al mismo patio, al mismo muro,

arde el instante y son un solo rostro

los sucesivos rostros de la llama,

todos los nombres son un solo nombre

todos los rostros son un solo rostro,

todos los siglos son un solo instante

y por todos los siglos de los siglos

cierra el paso al futuro un par de ojos,

 

no hay nada frente a mí, sólo un instante

rescatado esta noche, contra un sueño

de ayuntadas imágenes soñado,

duramente esculpido contra el sueño,

arrancado a la nada de esta noche,

a pulso levantado letra a letra,

mientras afuera el tiempo se desboca

y golpea las puertas de mi alma

el mundo con su horario carnicero,

 

sólo un instante mientras las ciudades,

los nombres, lo sabores, lo vivido,

se desmoronan en mi frente ciega,

mientras la pesadumbre de la noche

mi pensamiento humilla y mi esqueleto,

y mi sangre camina más despacio

y mis dientes se aflojan y mis ojos

se nublan y los días y los años

sus horrores vacíos acumulan,

 

mientras el tiempo cierra su abanico

y no hay nada detrás de sus imágenes

el instante se abisma y sobrenada

rodeado de muerte, amenazado

por la noche y su lúgubre bostezo,

amenazado por la algarabía

de la muerte vivaz y enmascarada

el instante se abisma y se penetra,

como un puño se cierra, como un fruto

que madura hacia dentro de sí mismo

y a sí mismo se bebe y se derrama

el instante translúcido se cierra

y madura hacia dentro, echa raíces,

crece dentro de mí, me ocupa todo,

me expulsa su follaje delirante,

mis pensamientos sólo son su pájaros,

su mercurio circula por mis venas,

árbol mental, frutos sabor de tiempo,

 

oh vida por vivir y ya vivida,

tiempo que vuelve en una marejada

y se retira sin volver el rostro,

lo que pasó no fue pero está siendo

y silenciosamente desemboca

en otro instante que se desvanece:

 

frente a la tarde de salitre y piedra

armada de navajas invisibles

una roja escritura indescifrable

escribes en mi piel y esas heridas

como un traje de llamas me recubren,

ardo sin consumirme, busco el agua

y en tus ojos no hay agua, son de piedra,

y tus pechos, tu vientre, tus caderas

son de piedra, tu boca sabe a polvo,

tu boca sabe a tiempo emponzoñado,

tu cuerpo sabe a pozo sin salida,

pasadizo de espejos que repiten

los ojos del sediento, pasadizo

que vuelve siempre al punto de partida,

y tú me llevas ciego de la mano

por esas galerías obstinadas

hacia el centro del círculo y te yergues

como un fulgor que se congela en hacha,

como luz que desuella, fascinante

como el cadalso para el condenado,

flexible como el látigo y esbelta

como un arma gemela de la luna,

y tus palabras afiladas cavan

mi pecho y me despueblan y vacían,

uno a uno me arrancas los recuerdos,

he olvidado mi nombre, mis amigos

gruñen entre los cerdos o se pudren

comidos por el sol en un barranco,

 

no hay nada en mí sino una larga herida,

una oquedad que ya nadie recorre,

presente sin ventanas, pensamiento

que vuelve, se repite, se refleja

y se pierde en su misma transparencia,

conciencia traspasada por un ojo

que se mira mirarse hasta anegarse

de claridad:

yo vi tu atroz escama,

Melusina, brillar verdosa al alba,

dormías enroscada entre las sábanas

y al despertar gritaste como un pájaro

y caíste sin fin, quebrada y blanca,

nada quedó de ti sino tu grito,

y al cabo de los siglos me descubro

con tos y mala vista, barajando

viejas fotos:

no hay nadie, no eres nadie,

un montón de ceniza y una escoba,

un cuchillo mellado y un plumero,

un pellejo colgado de unos huesos,

un racimo ya seco, un hoyo negro

y en el fondo del hoyo los dos ojos

de una niña ahogada hace mil años,

 

miradas enterradas en un pozo,

miradas que nos ven desde el principio,

mirada niña de la madre vieja

que ve en el hijo grande un padre joven,

mirada madre de la niña sola

que ve en el padre grande un hijo niño.

miradas que nos miran desde el fondo

de la vida y son trampas de la muerte

—¿o es al revés: caer en esos ojos

es volver a la vida verdadera?,

¡caer, volver, soñarme y que me sueñen

otros ojos futuros, otra vida,

otras nubes, morirme de otra muerte!

—esta noche me basta, y este instante

que no acaba de abrirse y revelarme

dónde estuve, quién fui, cómo te llamas,

cómo me llamo yo:

¿hacía planes

para el verano —y todos los veranos—

en Christopher Street, hace diez años,

con Filis que tenía dos hoyuelos

donde bebían luz los gorriones?,

¿por la Reforma Carmen me decía

"no pesa el aire, aquí siempre es octubre",

o se lo dijo a otro que he perdido

o yo lo invento y nadie me lo ha dicho?,

¿caminé por la noche de Oaxaca,

inmensa y verdinegra como un árbol,

hablando solo como el viento loco

y al llegar a mi cuarto —siempre un cuarto—

no me reconocieron los espejos?,

¿desde el hotel Vernet vimos al alba

bailar con los castaños — "ya es muy tarde"

decías al peinarte y yo veía

manchas en la pared, sin decir nada?,

¿subimos juntos a la torre, vimos

caer la tarde desde el arrecife?

¿comimos uvas en Bidart?, ¿compramos

gardenias en Perote?

 

nombres, sitios,

calles y calles, rostros, plazas, calles,

estaciones, un parque, cuartos solos,

manchas en la pared, alguien se peina,

alguien canta a mi lado, alguien se viste,

cuartos, lugares, calles, nombres, cuartos.

Madrid, 1937,

en la Plaza del Ángel las mujeres

cosían y cantaban con sus hijos,

después sonó la alarma y hubo gritos,

casas arrodilladas en el polvo,

torres hendidas, frentes esculpidas

y el huracán de los motores, fijo:

los dos se desnudaron y se amaron

por defender nuestra porción eterna,

nuestra ración de tiempo y paraíso,

tocar nuestra raíz y recobrarnos,

recobrar nuestra herencia arrebatada

por ladrones de vida hace mil siglos,

los dos se desnudaron y besaron

porque las desnudeces enlazadas

saltan el tiempo y son invulnerables,

nada las toca, vuelven al principio,

no hay tú ni yo, mañana, ayer ni nombres,

verdad de dos en sólo un cuerpo y alma,

oh ser total...

cuartos a la deriva

entre ciudades que se van a pique,

cuartos y calles, nombres como heridas,

el cuarto con ventanas a otros cuartos

con el mismo papel descolorido

donde un hombre en camisa lee el periódico

o plancha una mujer; el cuarto claro

que visitan las ramas de un durazno;

el otro cuarto: afuera siempre llueve

y hay un patio y tres niños oxidados;

cuartos que son navíos que se mecen

en un golfo de luz; o submarinos:

el silencio se esparce en olas verdes,

todo lo que tocamos fosforece;

mausoleos de lujo, ya roídos

los retratos, raídos los tapetes;

trampas, celdas, cavernas encantadas,

pajareras y cuartos numerados,

todos se transfiguran, todos vuelan,

cada moldura es nube, cada puerta

da al mar, al campo, al aire, cada mesa

es un festín; cerrados como conchas

el tiempo inútilmente los asedia,

no hay tiempo ya, ni muro: ¡espacio, espacio,

abre la mano, coge esta riqueza,

corta los frutos, come de la vida,

tiéndete al pie del árbol, bebe el agua!

 

todo se transfigura y es sagrado,

es el centro del mundo cada cuarto,

es la primera noche, el primer día,

el mundo nace cuando dos se besan,

gota de luz de entrañas transparentes

el cuarto como un fruto se entreabre

o estalla como un astro taciturno

y las leyes comidas de ratones,

las rejas de los bancos y las cárceles,

las rejas de papel, las alambradas,

los timbres y las púas y los pinchos,

el sermón monocorde de las armas,

el escorpión meloso y con bonete,

el tigre con chistera, presidente

del Club Vegetariano y la Cruz Roja,

el burro pedagogo, el cocodrilo

metido a redentor, padre de pueblos,

el Jefe, el tiburón, el arquitecto

del porvenir, el cerdo uniformado,

el hijo predilecto de la Iglesia

que se lava la negra dentadura

con el agua bendita y toma clases

de inglés y democracia, las paredes

invisibles, las máscaras podridas

que dividen al hombre de los hombres,

al hombre de sí mismo,

 

se derrumban

por un instante inmenso y vislumbramos

nuestra unidad perdida, el desamparo

que es ser hombres, la gloria que es ser hombres

y compartir el pan, el sol, la muerte,

el olvidado asombro de estar vivos;

amar es combatir, si dos se besan

el mundo cambia, encarnan los deseos,

el pensamiento encarna, brotan las alas

en las espaldas del esclavo, el mundo

es real y tangible, el vino es vino,

el pan vuelve a saber, el agua es agua,

amar es combatir, es abrir puertas,

dejar de ser fantasma con un número

a perpetua cadena condenado

por un amo sin rostro;

el mundo cambia

si dos se miran y se reconocen,

amar es desnudarse de los nombres:

"déjame ser tu puta", son palabras

de Eloísa, mas él cedió a las leyes,

la tomó por esposa y como premio

lo castraron después;

 

mejor el crimen,

los amantes suicidas, el incesto

de los hermanos como dos espejos

enamorados de su semejanza,

mejor comer el pan envenenado,

el adulterio en lechos de ceniza,

los amores feroces, el delirio,

su yedra ponzoñosa, el sodomita

que lleva por clavel en la solapa

un gargajo, mejor ser lapidado

en las plazas que dar vuelta a la noria

que exprime la substancia de la vida,

cambia la eternidad en horas huecas,

los minutos en cárceles, el tiempo

en monedas de cobre y mierda abstracta;

 

mejor la castidad, flor invisible

que se mece en los tallos del silencio,

el difícil diamante de los santos

que filtra los deseos, sacia al tiempo,

nupcias de la quietud y el movimiento,

canta la soledad en su corola,

pétalo de cristal en cada hora,

el mundo se despoja de sus máscaras

y en su centro, vibrante transparencia,

lo que llamamos Dios, el ser sin nombre,

se contempla en la nada, el ser sin rostro

emerge de sí mismo, sol de soles,

plenitud de presencias y de nombres;

 

sigo mi desvarío, cuartos, calles,

camino a tientas por los corredores

del tiempo y subo y bajo sus peldaños

y sus paredes palpo y no me muevo,

vuelvo donde empecé, busco tu rostro,

camino por las calles de mí mismo

bajo un sol sin edad, y tú a mi lado

caminas como un árbol, como un río

caminas y me hablas como un río,

creces como una espiga entre mis manos,

lates como una ardilla entre mis manos,

vuelas como mil pájaros, tu risa

me ha cubierto de espumas, tu cabeza

es un astro pequeño entre mis manos,

el mundo reverdece si sonríes

comiendo una naranja,

 

el mundo cambia

si dos, vertiginosos y enlazados,

caen sobre las yerba: el cielo baja,

los árboles ascienden, el espacio

sólo es luz y silencio, sólo espacio

abierto para el águila del ojo,

pasa la blanca tribu de las nubes,

rompe amarras el cuerpo, zarpa el alma,

perdemos nuestros nombres y flotamos

a la deriva entre el azul y el verde,

tiempo total donde no pasa nada

sino su propio transcurrir dichoso,

 

no pasa nada, callas, parpadeas

(silencio: cruzó un ángel este instante

grande como la vida de cien soles),

¿no pasa nada, sólo un parpadeo?

—y el festín, el destierro, el primer crimen,

la quijada del asno, el ruido opaco

y la mirada incrédula del muerto

al caer en el llano ceniciento,

Agamenón y su mugido inmenso

y el repetido grito de Casandra

más fuerte que los gritos de las olas,

Sócrates en cadenas "(el sol nace,

morir es despertar: "Critón, un gallo

a Esculapio, ya sano de la vida"),

el chacal que diserta entre las ruinas

de Nínive, la sombra que vio Bruto

antes de la batalla, Moctezuma

en el lecho de espinas de su insomnio,

el viaje en la carretera hacia la muerte

—el viaje interminable mas contado

por Robespierre minuto tras minuto,

la mandíbula rota entre las manos—,

Churruca en su barrica como un trono

escarlata, los pasos ya contados

de Lincoln al salir hacia el teatro,

el estertor de Trotsky y sus quejidos

de jabalí, Madero y su mirada

que nadie contestó: ¿por qué me matan?,

los carajos, los ayes, los silencios

del criminal, el santo, el pobre diablo,

cementerio de frases y de anécdotas

que los perros retóricos escarban,

el delirio, el relincho, el ruido obscuro

que hacemos al morir y ese jadeo

que la vida que nace y el sonido

de huesos machacadosen la riña

y la boca de espuma del profeta

y su grito y el grito del verdugo

y el grito de la víctima...

 

son llamas

los ojos y son llamas lo que miran,

llama la oreja y el sonido llama,

brasa los labios y tizón la lengua,

el tacto y lo que toca, el pensamiento

y lo pensado, llama el que lo piensa,

todo se quema, el universo es llama,

arde la misma nada que no es nada

sino un pensar en llamas, al fin humo:

no hay verdugo ni víctima...

 

¿y el grito

en la tarde del viernes?, y el silencio

que se cubre de signos, el silencio

que dice sin decir, ¿no dice nada?,

¿no son nada los gritos de los hombres?,

¿no pasa nada cuando pasa el tiempo?

 

—no pasa nada, sólo un parpadeo

del sol, un movimiento apenas, nada,

no hay redención, no vuelve atrás el tiempo,

los muerto están fijos en su muerte

y no pueden morirse de otra muerte,

intocables, clavados en su gesto,

desde su soledad, desde su muerte

sin remedio nos miran sin mirarnos,

su muerte ya es la estatua de su vida,

un siempre estar ya nada para siempre,

cada minuto es nada para siempre,

un rey fantasma rige sus latidos

y tu gesto final, tu dura máscara

labra sobre tu rostro cambiante:

el monumento somos de una vida

ajena y no vivida, apenas nuestra,

 

—¿la vida, cuándo fue de veras nuestra?,

¿cuándo somos de veras lo que somos?,

bien mirado no somos, nunca somos

a solas sino vértigo y vacío,

muecas en el espejo, horror y vómito,

nunca la vida es nuestra, es de los otros,

la vida no es de nadie, todos somos

la vida —pan de sol para los otros,

los otros todos que nosotros somos—,

soy otro cuando soy, los actos míos

son más míos si son también de todos,

para que pueda ser he de ser otro,

salir de mí, buscarme entre los otros,

los otros que no son si yo no existo,

los otros que me dan plena existencia,

no soy, no hay yo, siempre somos nosotros,

la vida es otra, siempre allá, más lejos,

fuera de ti, de mí, siempre horizonte,

vida que nos desvive y enajena,

que nos inventa un rostro y lo desgasta,

hambre de ser, oh muerte, pan de todos,

 

Eloísa, Perséfona, María,

muestra tu rostro al fin para que vea

mi cara verdadera, la del otro,

mi cara de nosotros siempre todos,

cara de árbol y de panadero,

de chófer y de nube y de marino,

cara de sol y arroyo y Pedro y Pablo,

cara de solitario colectivo,

despiértame, ya nazco:

vida y muerte

pactan en ti, señora de la noche,

torre de claridad, reina del alba,

virgen lunar, madre del agua madre,

cuerpo del mundo, casa de la muerte,

caigo sin fin desde mi nacimiento,

caigo en mí mismo sin tocar mi fondo,

recógeme en tus ojos, junta el polvo

disperso y reconcilia mis cenizas,

ata mis huesos divididos, sopla

sobre mi ser, entiérrame en tu tierra,

tu silencio dé paz al pensamiento

contra sí mismo airado;

 

abre la mano,

señora de semillas que son días,

el día es inmortal, asciende, crece,

acaba de nacer y nunca acaba,

cada día es nacer, un nacimiento

es cada amanecer y yo amanezco,

amanecemos todos, amanece

el sol cara de sol, Juan amanece

con su cara de Juan cara de todos.

 

puerta del ser, despiértame, amanece,

déjame ver el rostro de este día,

déjame ver el rostro de esta noche,

todo se comunica y transfigura,

arco de sangre, puente de latidos,

llévame al otro lado de esta noche,

adonde yo soy tú somos nosotros,

al reino de pronombres enlazados.

 

puerta del ser: abre tu ser, despierta,

aprende a ser también, labra tu cara,

trabaja tus facciones, ten un rostro

para mirar mi rostro y que te mire,

para mirar la vida hasta la muerte,

rostro de mar, de pan, de roca y fuente,

manantial que disuelve nuestros rostros

en el rostro sin nombre, el ser sin rostro,

indecible presencia de presencias...

 

quiero seguir, ir más allá, y no puedo:

se despeñó el instante en otro y otro,

dormí sueños de piedra que no sueña

y al cabo de los años como piedras

oí cantar mi sangre encarcelada,

con un rumor de luz el mar cantaba.

 

una a una cedían las murallas,

todas las puertas se desmoronaban

y el sol entraba a saco por mi frente,

despegaba mis párpados cerrados,

desprendía mi ser de su envoltura,

me arrancaba de mí, me separaba

de mi bruto dormir siglos de piedra

y su magia de espejos revivía

un sauce de cristal, un chopo de agua,

un alto surtidor que el viento arquea,

un árbol bien plantado mas danzante,

un caminar de río que se curva,

avanza, retrocede, da un rodeo

y llega siempre.

 

México, 1957

FIN

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