• Mundo Nuestro
  • 13 Agosto 2015
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No abundan las buenas noticias en México. O tal vez hemos perdido la capacidad de reconocerlas.

 

Tengo a la vista dos acontecimientos que revelan las dificultades de la sociedad poblana, pero también sus mejores perspectivas. Ambas involucran a dos instituciones fundamentales, la BUAP y la Ibero Puebla.

 

La primera decide abrir inscripciones a nivel profesional para dos mil estudiantes más en el mes de enero como mínima medida para enfrentar la tragedia de los miles de rechazados por las universidades públicas en el país; dos mil plazas que consumirán recursos y obligarán a la institución a generar nuevos y a utilizarlos de manera mucho más eficiente para mantener y superar los estándares de calidad académica.

 

La segunda hace una declaración valiente que refuta al gobernador Rafael Moreno Valle en su negativa a reconocer la existencia de presos políticos en Puebla, y los cuenta y les da nombre, con los señores Xicale al frente de todos ellos. Confirma con ello que la universidad jesuita no deja de lado sus principios que la fundan por evitar el conflicto político que su denuncia le genera.

 

Dos universidades, pues, que reconocen los conflictos sociales e intentan desde sus trincheras enfrentarlos. Ambos representan lo mejor que tiene México como sistema, sus instituciones de educación superior, igual las públicas que las privadas.

 

Hoy sus rectores se dan la mano. Pero no es cualquier saludo: confirma un sendero que la sociedad mexicana transita cada vez más: el de la búsqueda de alternativas de organización y desarrollo a la altura de la quiebra social en nuestro país. La BUAP y la Ibero se dan la mano con objetivos concretos de colaboración y vinculación académica para la investigación y el desarrollo profesional.

 

“No es un documento para la foto –ha dicho Alfonso Esparza, por la universidad pública--: trabajaremos en la generación de proyectos productivos de beneficio social.”

Y le da un muy importante espaldarazo: “La BUAP apoya el sentido humanista de la Universidad Iberoamericana, la BUAP coincide con ella al trabajar en pro de una sociedad más justa. 

 

“Aportaremos el carisma ignaciano –ha respondido el jesuita Fernando Fernández Font--, buscamos como universidad reducir la brecha de desigualdad y pobreza.”

Y reconoce en la BUAP una realidad que genera orgullo: “Por su historia, por sus recursos, por la vinculación y la investigación que lleva a cabo, la universidad pública en Puebla es muy importante para el desarrollo del país.”

 

Y no parten de cero. Ya las dos instituciones trabajan en proyectos que se desarrollan en los Institutos de Diseño e Innovación Tecnológica (IDIT) e Investigaciones Interdisciplinarias en Medio Ambiente (I3MA).

 

Buenos ánimos. Empecemos por reconocerlos.

  

Alfonso Esparza y Fernando Fernández Font: las universidades se echan la mano.

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