Foto de portadilla por Carlos Martínez Domínguez
Diario de lectura, 24 de marzo, 20.45 horas: en un mundo tan acostumbrado al ruido y al ajetreo, el silencio y la quietud resultan sospechosos de traición. Hoy estuve releyendo toda la tarde a los místicos San Juan de la Cruz y Miguel de Molinos, de quienes transcribo algunos fragmentos que bien podríamos tomar en cuenta, independientemente de creencias particulares, para iluminar el momento que vivimos.
De San Juan de la Cruz:
... y cuando fuere necesario hablar, sea con el mismo sosiego y paz
Grande sabiduría es callar y no mirar ni dichos ni hechos ni vidas ajenas
Mejor es vencerse en la lengua que en ayunar a pan y agua
No se queje de nadie; no pregunte cosa alguna, y si le fuese necesario preguntar, sea con pocas palabras
Hable poco, y en cosas que no es preguntado no se meta
Y llama a esta música "callada", porque, como habemos dicho, es inteligencia sosegada y quieta, sin ruido de voces; y así se goza en ella la suavidad de la música y la quietud del silencio.
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Y del más grande y controvertido de los místicos, Miguel de Molinos:
Cuando el alma llega a este estado, debe recogerse toda dentro de sí misma, en su puro y hondo centro, donde está la imagen de Dios: allí la atención amorosa, el silencio, el olvido de todas las cosas, la aplicación de la voluntad con perfecta resignación, escuchando y tratando con él a tan solas como si en todo el mundo no hubiese más que los dos.