En sus ojos se adivina el largo camino recorrido. En las filas que ordenan los capataces no hay lugar para la incertidumbre. En la pila que se amontona en los camiones de redilas se trepa la precisión de una maquinaria cosechadora. En las manos que cortan los tomates y pepinos el filo de la herramienta final. En los campos de trabajo la vida que se deja en el corte de las legumbres que se comerán las familias norteamericanas. En los pulmones agotados la huella de los químicos que devastan el mundo. En las barracas del fondo sus historias contadas noche tras noche en los campamentos. En el juego de cartas la conciencia de que la suerte al final marcará el destino.
Es una historia que viene de lejos. Como nunca han querido verla las dos naciones involucradas. México y Estados Unidos. Cultural, política, económicamente vinculadas en una relación íntima de siglos. Es una historia de guerra, sí. Es una historia de explotación de la fuerza de trabajo, por supuesto. Es una historia de racismo, sin duda. Pero, afortunadamente, es mucho más: es una historia de vinculación humana, como pocas veces se ha dado en la historia del mundo.
Una historia que puede contarse desde cualquier condado de ese inmenso territorio al norte del río Bravo. O desde la cocina de cualquier restaurante en Manhattan. O desde las estadísticas: 37 millones de personas, de un total de 315 millones de habitantes en Estados Unidos, nacieron en un país extranjero. Y más de 53 millones son de origen hispánico o latino.
Es una historia que se puede empezar a contar desde cualquier lado. Por ejemplo desde uno de los extremos de Estados Unidos. Oregon. Un estado con una población de 3.9 millones de personas, con el 12 por ciento de ellas de origen latino, y diez de cada cien nacidas en el extranjero, fundamentalmente en México. Oregon, con miles de hectáreas dedicadas a la producción de legumbres y frutas (con más de 170 productos distintos), y una enorme región forestal dedicada a la explotación industrial de la madera. Por lo menos cien mil trabajadores el día de hoy dejan su vida en estos campos, y nueve de cada diez son de origen mexicano.
Es una historia que puede arrancar, por ejemplo, con la ilustración fotográfica del programa bracero en los años de la segunda guerra mundial. Por ella, desde los ojos de esos hombres anónimos, Mundo Nuestro abre formalmente un campo de trabajo periodístico que tendrá en el seguimiento de la vida de hombres y mujeres mexicanos en Estados Unidos uno de sus propósitos fundamentales. Lo abrimos con esta serie de fotografías del Archivo de la Universidad de Oregon, publicadas en una muy variada serie de libros y portales de internet (entre ellos Nosotros, The hispánica people of Oregon, Portland, Oregon, 1995; The Story of PCUN and the Farmworker Movement in Oregon, University of Oregon, Center for Latino/a and Latin American Studies, 2012).
En realidad, es una historia en la que las dos naciones se reconstruyen y reinventan, y si sus ciudadanos lo logran, algún día podrá ser la historia de dos países hermanos.