• Sergio Mastretta
  • 06 Agosto 2015
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Domingo en la noche en la oscuridad del monte rota por los chispazos de las luciérnagas. La luna tardará un rato en salir a alumbrar los llanos tlaxcaltecas. Sigo en fila india un sendero adivinado. Silencio que deslumbra. El bosque sobreviviente: ocotes, encinos, madroños. Vemos arriba, entre las copas, el mundo iluminado por las estrellas. Y pienso en estas luces nuestras que nos salvan, en su contraste frente a la maldad que se trasmina día a día en las noticias, que sobreexpone la violencia en bruto, que se respira y se suda como una costumbre que nadie explica.

La maldad densa, de tan profunda, inasible.

En un claro del bosque surgen dos luciérnagas. Han salido de una pequeña casa de madera que alguien ha construido para el encuentro de los visitantes. El niño es el macho, y nos muestra sus grandes alas. La niña es la hembra, y revela muy orgullosa sus alitas. Sus ojos relumbran contra la linterna. Nos hablan de la sobrevivencia de estas luminarias.

 Reconozco este bosque, ya he escrito esto sobre esta maravilla: hay experiencias en la vida que siempre han estado ahí, al alcance de nuestras manos, y no hemos tenido la fortuna de encontrarlas. Como las luciérnagas de Nanacamilpa, a no más de una hora y media de la ciudad de Puebla. Hasta este verano pude recorrer el bosque de luciérnagas en las faldas de la montaña Iztaccíhuatl en una noche de lluvia, caminé envuelto en la oscuridad del bosque y en la profundidad de esas luces infinitas,  y contemplé  sometido la pequeñez de mi existencia. Las vi incandescentes y fugaces, por miles, y comprendí lo inasible del mundo, como las imágenes propias de un pasado que prende y apaga ante nuestros ojos.

Pero este verano ha dejado de llover. Arranca el agosto más seco que recuerdo, con sus nubes blancas envolventes en la tarde luminosa, pero que no traen agua. Hay muchas menos luciérnagas ahora, ellas siempre muy afanosas en la humedad. Pero están ahí, tenaces, sobrevivientes de un mundo que las acosa con la motosierra y los químicos de los sembradores de papa. Se encienden, se apagan. Se desvanecen. Y vuelven para señalar nuestra humana, insensible, brutal, oscuridad.

El monte sobreviviente nos alumbra con sus luces.


Pintura en una barda del pueblo de San Felipe Hidalgo, Tlaxcala. Foto de MN.

 

Frente a ellas, la realidad que nos ahoga con la inexcusable maldad, con la insondable estupidez humana. Las imágenes también me llegan en fogonazos que rompen el ensueño del bosque, desgracias que truenan como petardos sobre la vida nuestra. Las escenas revolotean sin reparo. Las contemplo por un instante:

 

El fin de semana trajo un asesinato múltiple, absolutamente incomprensible, en un departamento de la colonia Narvarte de la ciudad de México. Una violencia absurda que se lleva la vida de cinco personas, cuatro mujeres entre ellas, y el fotorreportero de Proceso Rubén Espinosa. La iniquidad y la barbarie de la sociedad mexicana alcanzan extremos insospechados. Y una vez más, el Estado en jaque en una de las más sensibles instituciones de nuestra fragilidad democrática: la de la libertad de expresión. En los últimos 15 años 103 periodistas fueron asesinados en México y 25 más están desaparecidos, se precisa en el informe estadístico de la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Cometidos contra la Libertad de Expresión de la Procuraduría General de la República (PGR). En Veracruz, con el de Rubén, 17 asesinatos. El cementerio de nuestro periodismo, han escrito en la revista Nexos.

El extremo de la iniquidad humana: Yesenia asesinada. Foto tomada del Facebook de Ernesto Aroche.

Una vez más la sospecha contra el Estado criminal.

 

Y una vez más la insensatez de Rafael Moreno Valle, como una borrasca que no cesa en la obcecación criminal de su sistema justiciero contra los señores Xicale en Cholula. Su Procuraduría puede revertir sin más la orden de un juez con el San Benito de que Adán y Paúl “son un peligro para la sociedad”. Y ahí se quedarán dos hombres honestos en ese penal reflejo fiel del hacinamiento, la corrupción y la degradación moral de nuestro sistema carcelario. No tiene freno este despotismo que nos agravia. ¿Qué sociedad es esta que ha producido estos políticos? ¿De qué sirve llamarles virreyes? ¿De qué sirve calificarlos de sátrapas?

La obcecación criminal contra los Xicale.

 

Y lo inocultable: el colapso ecológico por la basura en la región de Huejotzingo, con los gobiernos incapaces de organizar un verdadero sistema de recolección de desechos fundado en la recuperación de materiales y la generación de energía como alternativa a la degradación de la tierra, las barrancas y los arroyos que descienden de la montaña para formar la cuenca alta del Atoyac.

Tiradero a cielo abierto en Huejotzingo.

 

Tres escenas, ni una más dejo pasar en esta noche de monte y luciérnagas. Resistir con ellas la desazón por la violencia institucional, por la maldad estructural, por la infernal manera de matar al mundo. Los bichos de la luz, como les llaman los campesinos, revolotean sin aprecio por nuestro asombro. Los machos vuelan en busca de su hembra. Ellas no vuelan, sus alitas cortas no se lo permiten, así que reposan en la corteza de los pinos, en las hojas de la yerba baja, en el ocochal mullido en el suelo. Relumbran y atraen. Ellos hacen su mejor esfuerzo por distinguirse. No tienen mayor preocupación estos coleópteros que la de reproducirse, ya se han alimentado en sus tiempos larvarios, ahora sólo exponen en esta atracción perpetua del mundo su reclamo por la vida.

Busco en nuestro precario mundo las luminarias que nos salvan y las opongo a las que rompen mi ensueño en el monte. No todo es muerte. Y muchísimo es resistencia y creación de ciudadanía.

La respuesta del gremio periodístico mexicano contra la agresión del Estado criminal.


Cartel colgado en la catedral poblana. Foto tomada del Facebook de Ernesto Aroche.

 

La movilización de las familias cholultecas que ha frenado la imposición de proyectos que atentan contra historia y la cultura de los pueblos  originarios.

Jornada de rezo por la libertad de Adan y Paúl Xicale en San Andrés Cholula. Foto tomada del Facebook de Günter Petrak.

 

La organización que científicos mexicanos desarrollan para salvar los montes de la faja volcánica mexicana, en particular los del Izta-Popo.

Cartel de difusión del V Simposio de Investigación del Parque Nacional Izta-Popo

 

Son tres imágenes que relumbran contra los escenarios de la maldad estructural que nos agobia. Chispazos que explican la sobrevivencia de la sociedad mexicana. Prenden y apagan en esta hora oscura. Como estos bichitos luminarios que me envuelven, son un homenaje a la vida.

Pintura en una barda del pueblo de San Felipe Hidalgo, Tlaxcala. Foto de MN.




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