• Nicolás Colautti/
  • 17 Octubre 2013
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Por: Nicolás Colautti/Confederación Argentina de Basquetbol

 

La noticia es precisa: “La Selección Indígena de México, formada por niños de la comunidad Triqui de Oaxaca, sorprendió, emocionó y arrasó en el IV Festival Mundial de Mini-Baloncesto que se realizó en Córdoba, Argentina.”

Y los resultados contundentes:

“86-3 ante Celestes Argentina, 22-6 frente a Universidad de Córdoba, 72-16 contra Central Argentina, 82-18 con Hindú Argentina, 44-12 ante Monteéis y 40-16 contra Regatas de Mendoza.”

En el marco del 4° Festival Internacional de Minibásquetbol, Sergio Zúñiga, entrenador del equipo de niños indígenas mexicanos que sorprende al mundo, dialogó con el periodista de la Federación Cordobesa, Nicolás Colautti. Los detalles de un proyecto emocionante.

Son una luz de esperanza. En medio de un mundo ultra globalizado y materialista al extremo, ellos dan el ejemplo desde otro costado. Animan a creer que, pese a todo, el mundo puede ser mejor. Que algo puede cambiar. Y no lo hacen dando discursos vacíos. Lo suyo es mucho más sencillo: dan el ejemplo -un baldazo de agua fría que eriza la piel- jugando al básquet.

 

Ellos son un puñado de niños mexicanos que llegaron a Córdoba para participar del 4° Festival Internacional de Minibásquetbol. Con humildad, esfuerzo y respeto de sus raíces, estos pequeños héroes anónimos demuestran que lo único que hace falta para practicar este deporte es amor: ni siquiera necesitan zapatillas.

 

Respetando su origen -pertenecen a la comunidad indígena Triqui, una de las más marginadas del estado de Oaxaca-, estos pibes pican la pelota descalzos. Sí: sea en las canchas de tierra que los vieron nacer o en los modernos estadios de distintos países que han tenido la chance de visitar. No requieren nada más que la felicidad que les da el juego.

 

“Estamos orgullosos de poder visitar un lugar como Córdoba y somos conscientes de la responsabilidad que tenemos al representar a las comunidades indígenas de México”, cuenta Sergio Zúñiga, entrenador y cabeza del programa que, a partir del básquetbol, fomenta la educación y formación de 2.500 niños carenciados.

 

En la sede de la FBPC, que recibió a los “campeones descalzos de la montaña”, el profesor Zúñiga se muestra atento a todo. No quiere perderse ni un detalle. Mira, observa, dialoga con los dirigentes, comparte conceptos. “Los niños saben que el objetivo de esta visita es llevar un mensaje a México, a las montañas. La forma de vida aquí es rigurosa, ordenada y unida. Eso en México no se ve. Ese es el mensaje que debemos llevarnos: que podemos trabajar a la par y que es importante la unión y la organización”, agrega con entusiasmo.

 

-¿Cómo surge este proyecto en una comunidad indígena tan marginada como la Triqui?

-La idea nace en el 2003, pero no la pude llevar a cabo hasta 2009. Lo principal fue ayudar por medio del deporte a estos niños, que tengan una oportunidad diferente: ir a la escuela, jugar básquetbol, poder salir de las montañas, conocer otros mundos.



-¿Cómo es ese contexto que mencionás de las montañas?

-Ellos consideraban que el mundo sólo era la montaña, en donde hay niñas que se casan a los 13 años, jóvenes que a los 15 migran a Estados Unidos. Los niños entrenan descalzos, caminan todo el tiempo descalzos. Es una cultura, pero además no hay recursos para comprar zapatillas. Todos los días combinamos básquetbol y escuela. Si no tienen un promedio de 8.5 no entrenan ni juegan. Con esto, los niños están regresando a la escuela, que es el objetivo principal del proyecto: por medio del básquetbol, hacer que estos niños estudien. Lejos de lo deportivo, los resultados más importantes son los de la escuela.

 

-¿Por qué, a la hora de plantear el proyecto, elegiste el básquet y no otro deporte?

-El básquetbol es el único deporte que se practica en las comunidades indígenas. Son comunidades muy chiquitas, y el único espacio para deporte es una cancha de básquetbol. Los niños juegan todo el día. Desde muchas generaciones se viene practicando en Oaxaca.

 

-Al jugar descalzos imagino un choque cultural, sobre todo al visitar otros países. ¿Cómo manejan ese choque con los niños?

-Lo primero que hicimos fue que los chicos aceptaran su situación económica y social, en el sentido de aceptar que con lo que tienes, tienes que trabajar. No pidas más, sino aprende a trabajar con lo que tienes. Nuestra cultura es un orgullo, no una vergüenza. Cuando comprenden esta parte, crecen sin complejos y lejos de sentirse alejados o marginados se sienten dentro de un nivel competitivo. El básquetbol es tan noble que nos permitió abrir esta puerta y jamás hemos recibido un desplante, una mala cara o alguna humillación. Al contrario, siempre ha sido un sinónimo de admiración, de respeto hacia nuestra cultura.



-¿Mediante qué mecanismos se inculcó en los niños ese orgullo por sus raíces?

-Se hace mediante tres programas. El inicio es un curso de psicología, donde les enseñamos la función de un niño y sus derechos. Además hacen un curso de liderazgo y otro de risoterapia, donde despiertan ese líder que tienen adentro. Así comienzan a sentirse orgullosos de lo que son y no tienen complejos. Qué mejor que un indígena sea el ejemplo para los demás jóvenes de las ciudades de que se pueden hacer cosas, que hay cambios verdaderos y alejarlos del alcohol, las drogas y otras problemáticas.

 

-¿Cuentan con algún apoyo del Estado mexicano para llevar a cabo el proyecto?

-Tenemos el apoyo directo de la primera dama del estado, la señora Mané Sánchez, que es la esposa del gobernador de Oaxaca. Ella nos respalda con el transporte y becas para los niños. Y ahora con la invitación al Festival de Mini debemos agradecer a la Federación de Básquetbol que nos da el hospedaje y las comidas y al Gobierno que nos da el transporte para poder estar aquí. Para nosotros es una responsabilidad muy grande la invitación que nos hizo FIBA Américas.

 

-¿Qué siente cuando los niños, respetando y sintiéndose orgullosos de su origen, pueden competir a la par ante equipos de países súper desarrollados?

-Es algo que no se puede describir con palabras. Es hermoso ver que todas las contras que tenían los niños se convierten en sus armas. El hambre, la pobreza, los motiva a mostrarse tal como son. Es algo que nos hace falta en México: carácter, firmeza, fortaleza interna. Están dando el ejemplo a todos, incluso a mí, de que sí se puede.



-¿Cuál es el grado de repercusión y reconocimiento en México?

-Sí, todos los medios y canales de televisión nos siguen, de hecho aquí ha estado Televisa y ESPN. Radio, periódicos, todos nos siguen. Hay muchos estados que están copiando el método que utilizamos para formar a los niños. Incluso a este programa lo han querido en Perú, Bolivia e incluso en Estados Unidos con niños hispanos. Para nosotros sería un orgullo poderlo hacer, pero primero queremos afianzarlo en las comunidades indígenas en México.

 

-¿Encabezás sólo este proyecto? ¿Qué magnitud de gente posee?

-Yo lo encabezo pero tengo 25 entrenadores indígenas, menores de 25 años, que es el requisito. Yo los capacito para que sean entrenadores, les consigo becas para que sigan estudiando carreras o bien terminar el secundario. Empezamos con un programa de 500 niños y hoy tenemos 2500. Antes de diciembre queremos llegar a 3500. Nuestra comunidad cuenta con una cantidad aproximada de 8 mil niños. Como basquetbolista me da orgullo sentir que el básquetbol abre una esperanza para los niños indígenas.

 

EL PASO POR EL FESTIVAL

 

Si bien Zúñiga muestra pasión por lo que hace en cada frase, hablar de la invitación recibida para participar del Festival de Mini lo emociona especialmente. Sabe que oportunidades así hay pocas, y quiere aprovecharla al máximo. “Venimos a aprender lo más que se pueda. Los resultados son lo que menos tomamos en cuenta. Queremos aprender y que los niños se diviertan, y que toda esta información la transmitan a sus comunidades, a sus familias, para que poco a poco se vaya extendiendo esto. Admiro mucho la garra y entrega de los argentinos”, explica.

 

-¿Cómo ven al básquetbol argentino?

-Estuvimos en el partido Atenas-Regatas, que inauguró la Liga Nacional, y los niños decían “corren igual que nosotros”, “viven con pasión lo que hacen”. Es mejor que ellos lo vean a que nosotros se lo contemos. Lo vivieron y ahora quieren seguir conociendo más. Yo les digo que pocas veces un niño indígena tiene esta oportunidad. Están conscientes y muy honrados.

 

-Si bien destacas el mensaje y los conceptos que se llevan para México, ¿qué mensaje traen ustedes para los jóvenes argentinos?

-Lo más importante es que desarrollen sus cualidades. Estos niños han aprendido que no tienen que imitar a nadie. Tienen que ser ellos mismos, ni la vestimenta ni las zapatillas te van a hacer mejor, lo que te hace mejor es lo que tienes adentro, en tu cabeza, en tu corazón. Y quieres mostrarle al mundo ese personaje verdadero, no hay necesidad de imitar a nadie. Ese es el mensaje que mandaríamos a los niños argentinos: que todos somos únicos y hay que demostrar lo que Dios te da.

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