• Guillermo Hinojosa
  • 15 Mayo 2014

Parte 9

Mundo Nuestro presenta la novena entrega de una crónica de vida escrita por Guillermo Hinojosa, académico poblano quien en la etapa madura de su vida ha decidido iniciar una serie de textos sobre la realidad que vivimos y su pensamiento. “Me cansé de vivir como contrabandista ocultando lo que realmente pienso de muchas cosas”, ha dicho de sí mismo. Y ha iniciado este ejercicio de escritura sin autocensura.

(Foto tomada del portal http://siempre889.com/actualidad/los-jubilados-del-pais-recomiendan-ahorrar-mas-para-el-retiro/ , que contiene los resultados de una encuesta entre jubilados y sus consejos a los trabajadores en activo en México)

 

La jubilación es una época de júbilo. Al menos eso es lo que te dicen cuando  ya quieren que te vayas.  Yo no esperé a que me lo dijeran en la universidad. En cuanto tuve la edad, la solicité. Mientras el trabajo sea satisfactorio, es un error jubilarse. Pero cuando es aburrido y además se tiene que lidiar con un jefe agresivo, la posibilidad de jubilarse es un gran escape.

Trabajar en una universidad permite conocer a colegas brillantes y estar al tanto de las novedades de la ciencia y de la profesión. Los alumnos, siempre nuevos, no permiten que uno se estanque. Siempre hay proyectos; la mayoría se quedan en proyectos pero algunos se realizan.

La Universidad Iberoamericana de Puebla fue mi último patrón. Siempre tuve la sensación de estar ahí como contrabandista, porque la universidad se definía como de orientación cristiana y yo soy ateo. Pero no era yo el único. Conocí a otros ateos de contrabando; algunos de ellos, profesores notables que preferían no discutir cuestiones de fe. A veces, la 'orientación cristiana' se mencionó como amenaza a quien le viniera el saco:

-No queremos gente que no piense como nosotros.

¡Silencio!

Mis primeros nueve años en la Iberoamericana fueron estupendos. La distinción entre trabajo y diversión carecía de sentido. Uno puede aceptar sueldos bajos, limitaciones severas de presupuesto y algunas necedades de las autoridades a cambio de hacer un trabajo generalmente agradable en compañía de gente valiosa. No es raro quedarse más horas y hacer más trabajo del exigido. Uno distingue entre el trabajo obligatorio, lo que se le debe a la universidad, y el trabajo propio, lo que uno quiere hacer voluntariamente al terminar el obligatorio. Las universidades son instituciones que te permiten tener proyectos propios y hacer más trabajo del que piden.

Como el último año en la universidad fue francamente malo, se disiparon mis dudas acerca de solicitar la jubilación. Te escapas del mal ambiente, pero no todo es agradable al jubilarse. Pierdes al jefe necio y el trabajo aburrido, pero también pierdes la compañía y la charla de buenos amigos. La compañía es lo que más extraño y estoy seguro de que lo mismo le pasa a otros jubilados.

En mi paseos matutinos con Úrsula, encuentro con frecuencia a un señor como de mi edad, sentado en la parada del camión. Al principio me pareció casualidad pero ahora pienso que está jubilado y se sale de su casa para no aburrirse o no pelear con su mujer. Lo veo platicar con la guitarrista que canta en los camiones y con los vendedores de periódicos. Me han dado ganas de sentarme a platicar con él. No lo he hecho porque las dos o tres veces que le he dado los buenos días, me contesta muy seco.

Cuando voy al banco, veo a la clientela mañanera de los cafés que hay en el centro comercial. Muchos viejos con tipo de jubilados a los que ya reconozco. También me han dado ganas de sentarme a tomar café y buscar conversación con alguno. Tal vez lo haga uno de estos días.

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