Nada más opuesto que las palabras "guerra" y "santa". Nada hay de santo en una guerra ni debiera haber guerra en la palabra santidad. Sin embargo, sobre una humilde planta de origen asiático, la cannabis, popularmente conocida como marihuana, se desató una guerra santa desde principios del siglo XX, aun cuando ha sido la sustancia ilícita más utilizada del mundo. Según datos de la ONU, en 2004, 162 millones de personas la consumían en el mundo, el 4% de la población mundial. Mientras en muchísimos países millones de personas llegan a los hospitales o a las cárceles por el hábito de consumir alcohol, poquísimas son las personas que por consumir marihuana en estado puro tienen problemas de salud. No hay estudios serios que lo demuestren, entre otras cosas porque en el siglo de la ciencia la mariguana ha vivido y sobrevivido en la clandestinidad. Los efectos nocivos probados sobre la salud derivan del mercadeo en el mercado negro de sustancias disfrazadas de marihuana, tales como majada de animales revueltos con quita esmalte de uñas .
La cannabis tiene un antiquísimo historial en rituales religiosos del mundo. El historiador Herodoto la menciona en sus escritos, pues ya en su época, muchísimos años antes de Cristo, había llegado a los dominios del Imperio Romano. Con la cannabis se fabricaban también telas y velas de barco, además del uso terapéutico que se le dio en muchos países a lo largo de la historia.
Según estudios de la ONU recabados con diferentes asociaciones médicas de investigación de las adicciones, la marihuana es la menos adictiva entre la nicotina, heroína, alcohol, cocaína, cafeína, en ese orden. En la guerra santa contra la marihuana se le asoció con estados de delirio , depresión y miedo, aunque dichos estados no son consistentes en personas que consumen marihuana, como si lo llegan a ser siempre en personas que abusan del alcohol o la heroína. Muchos escritores y pensadores han señalado que la prohibición de la mariguana es un atentado contra la libertad de elección del ciudadano responsable y una forma de control estatal sobre el individuo. Un absurdo tan grande como el de perseguir el consumo del azúcar, el café o la harina a base de metralla. En el siglo XX y hasta la fecha, muchos politólogos sostuvieron la tesis de que la prohibición y lucha contra la marihuana en américa latina fue una forma disfrazada y un pretexto para la intervención de los Estados Unidos en los países latinoamericanos.
En Holanda la mariguana está permitida para consumo personal desde 1970, y hoy en día la consume el 4% de la población. En España, donde aún está prohibida, la consume el 8%. La prohibición no disminuye el consumo, lo aumenta y lo hace más riesgoso, pues al ser clandestina la cadena de producción y de consumo, no hay controles de calidad y se propicia la venta de productos adulterados y dañinos. Todos son datos que nos hacen entender el porqué, en las recientes elecciones de los estados de Washington y Colorado, se legalizó y normó el consumo de la mariguana. Al día siguiente de la entrada en vigor de la nueva ley en Colorado, se comercializaron un millón de dólares de producto. La nueva liberalización en Estados Unidos permitirá hacer estudios realmente serios sobre el consumo, demanda, daño y beneficios de la mariguana.
México ha sido uno de los países más afectados por el combate a la mariguana y su irracional prohibición. Se han gastado miles de millones de pesos desde mediados del siglo veinte para impedir su cultivo; para lograrlo hemos intercambiado productos y riquezas naturales por armas. ¡Una estupidez! Es un hecho que el problema de salud número uno en México lo produce el excesivo consumo de azúcares y harinas refinadas y obviamente jamás se pensaría en combatir su consumo a sangre y fuego o prohibiendo su consumo. El abordaje del problema es una apuesta a la información puntual, la educación, y la formación de conciencia con respecto al problema. ¿No debió ser así la forma de abordar el consumo de mariguana, una vez comprobados y medidos sus efectos positivos y negativos? El azúcar y el trigo no son malos en sí, sino el abuso en su consumo. Lo mismo creo de la mariguana. La prohibición ha devastado a la naturaleza, ha fomentado las redes clandestinas para su comercialización y ha dado paso al comercio de drogas verdaderamente duras que a su vez ahíjan otras conductas delictivas. Nada en la naturaleza es en sí malo y pernicioso, mucho menos ocioso. El fácil cultivo de la mariguana y los múltiples usos terapéuticos, industriales y médicos de los que puede ser objeto, merece que todo lo relacionado con ella sea revalorado para empezar a dar los pasos para su despenalización. Si nos tardamos más, lo siguiente es que en breve estemos importando de China, India o Estados Unidos, telas, tés, cigarros, papel, cápsulas y otros productos derivados de su cultivo. Por cierto John Lennon escribió gran parte de su mejor música acompañado de un buen cigarro de mariguana. ¡Imagina-lo!