• Peter Linebaugh/Revista Sin Permiso
  • 04 Diciembre 2014
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Mundo Nuestro: En días recientes el aparato de justicia norteamericano liberó al policía blanco responsable de la muerte de un adolescente negro en la comunidad de Ferguson, Missouri, al considerar que ni siquiera era sujeto de juicio por no encontrar “causa probable” en el crimen. Este resultado, tras un año del estallido de violencia racial en Estados Unidos por ese asesinato, obliga a pensar en el significado de la palabra “justicia” frente a la violencia estructural del Estado en el mundo moderno.

En el año 2011 los policías norteamericanos tirotearon y mataron a 404 civiles, mientras que en Australia y Alemania sólo fueron seis y en Gran Bretaña dos los que murieron a manos de policías.

En el 2012 los policías en Estados Unidos mataron a 426 civiles, y en el 2013 la cuenta llegó a 461, pero la organización Fifty Thirty Eigth estima en más de mil 100 las muertes (Reporte Índigo, 3 de diciembre). 31 por ciento fueron negros, cuando la población de esa raza no supera el 12 por ciento del total de los ciudadanos.

El de Estados Unidos en un Estado policial. ¿Y el de México? ¿Cuáles serán las cifras en México? Sólo tenemos la cuenta masiva: “Más de cien mil muertos en diez años”, decimos. Nuestro país produce marihuana, metanfetaminas y heroína y es el principal distribuidor de cocaína. Estados Unidos es el principal exportador de armas de fuego en el mundo. Y en la guerra mexicana tiene uno de sus principales mercados.

Estado policial y NarcoEstado. Ahí está perdida la frontera entre las dos naciones.

Pero esta violencia provoca una pregunta elemental: ¿en qué seres humanos nos hemos convertido?

Aplicada por el historiador norteamericano Peter Linebaugh  en el contexto del asesinato en Detroit el pasado 9 de noviembre, también a manos de la policía,  de Aura Rosser, una mujer negra de 40 años y madre de tres hijos, adquiere su dimensión histórica al intentar comprender este Estado policial/narcoEstado contra el que aparentemente no hay alternativa.

 

 

            ¿Cómo vamos, por tanto, a escapar del dilema entre la fea realidad y la justa

aspiración, si no es gracias a las energías de la juventud que se mueve fuera

de la caja inerte de papeles sociales degradantes, o mediante las visiones de

artistas que puedan avizorar otro mundo posible? Sin embargo, es esto lo que

está siendo destruido por la inhumana organización del narcoEstado; es esto

lo que impide el Estado policial.

            Aura Rosser, una cuarentona negra, madre de tres hijos, murió a causa de los

disparos de la policía aquí, en Ann Arbor, el 9 de noviembre de 2014.

¿Qué clase de ser humano era? De momento, la respuesta depende de lo que

la policía sugiera (drogadicta) y lo que se refiere que ha dicho su hermana

(artista). No deseo hacer reflexiones biográficas o psicológicas sobre ella, pero

su muerte suscita otras dos preguntas que merecen ser objeto de reflexión.

¿Qué clase de seres humanos somos? ¿En qué vamos a convertirnos?

La policía, llamada para que interviniera en una pelea doméstica, respondió

disparándole en la cara cuando ella se acercó desde la cocina, supuestamente

con un cuchillo de pescado en la mano. Según su hermana, solía cocinar

cuando no se encontraba bien. De hecho, tenía experiencia en el sector

hostelero por haber trabajado en restaurantes de Detroit, Lansing y Okemos.

De acuerdo con lo declarado por su hermana, era “muy artista. Estaba metida a

fondo en pintar al óleo y con acrílico. Era una chica de las cultivadas”,

proseguía su hermana, “era una chica de verdad dulce. Salvaje. Extrovertida.

Elocuente”.

Según las noticias y los relatos de la policía, Aura Rosser se convirtió en adicta

a la cocaína o el “crack”. Verdadero o falso, la información vincula su

fallecimiento a los campos internacionales de la muerte, a la violencia de la

producción en Colombia, la violencia del tráfico en México. Raúl Zibechi y

Gustavo Esteva, ambos comentaristas bien informados, concluyen que los

narcodelincuentes y políticos se han fundido en el narcoEstado. En septiembre,

43 estudiantes y profesores “desaparecieron” en México gracias a una

combinación de autoridad corrupta y terroríficos cárteles de la droga. Estos

estudiantes y profesores del estado de Guerrero eran (¿son?) jóvenes y están

comprometidos con ideales de justicia y subsistencia para todos.

 

No puedo considerar simplemente “un error” la muerte de Aura Rosser a

manos de la policía. Es esencial que la justicia de la gente se vea bien servida

en el caso de este homicidio por una investigación rigurosa y abierta de los

policías que dispararon. La policía llevará cabo su propia investigación secreta,

pero eso es algo totalmente insuficiente. Un Estado policial no es solo un

Estado de ilegalidad y fuerza, es un Estado secreto. Ese es otro vínculo entre

lo local y lo global. Edward Snowden, revelador de los secretos [de la NSA], ha

acabado en el exilio tras haber mostrado que el gobierno espiaba nuestras

comunicaciones telefónicas y electrónicas. Bien sea a escala municipal, del

condado, del estado, federal o internacional, el secretismo es la máscara del

terror o del delito.

 

Puedes continuar lectura de este texto en   http://www.sinpermiso.info/articulos/ficheros/AR.pdf

O en ingles en el sitio http://www.counterpunch.org/2014/11/21/beauty-and-police/

Peter Linebaugh es profesor de Historia en la Universidad de Toledo. The London Hanged y (con Marcus Rediker),La hidra de la Revolución: la historia oculta del Atlántico revolucionario (trad. castellana: Editorial Crítica, Barcelona, 2005). En Serpientes en el jardín se incluye su ensayo sobre la historia del Día de Mayo. Su último libro es el Manifiesto de la Carta Magna (California Univ. Press, Berkeley, 2009), del que hay buena traducción castellana publicada por la editorial madrileña Traficantes de Sueños.

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