• Sergio Mastretta
  • 17 Septiembre 2015

Todo iba bien en la reunión para el presidente municipal de Tepeca con el grupo de San Pablo Actipan encabezado por Concepción Colotla.  Vislumbrada por el mismo dirigente campesino la solución para el problema de las aguas negras que contaminan sus campos –una planta de tratamiento al sur de la ciudad, en terrenos propiedad de la comuna--, ya todo era inspeccionar el plano y empezar a valorar en costos lo que su instalación supondría.

Es el mediodía del 13 de agosto en la oficina de David Huerta Ruiz. El alcalde se reúne con Concho Colotla y un grupo de agricultores de San Pablo descontentos por el señalamiento contra sus campos como productores del cilantro contaminado detectado por la FDA, la oficina norteamericana que esculca los brotes de diarreas en las ciudades texanas.

Después de una hora de resuellos, ya se le ve tranquilo al presidente. Atrás quedó la amenaza de cierre de los drenajes que por un extremo de la explanada de la Central de Abastos escurren hacia San Pablo.

Y en perspectiva el entubamiento de las aguas negras hacia una nueva planta de tratamiento capaz de limpiar las aguas negras que hoy se arrojan por canales abiertos hacia los campos de cultivo. Una culpa que no se puede quitar así como así Tepeaca.

Y la extensión –para concluirlo—del sistema de riego con agua de pozo a través de la red construida con recursos de la Comisión Nacional de Agua. Qué mejor para los campesinos, dirá el presidente.

Pero ocurrió el desliz:

--Muy bien –dijo el alcalde David Huerta--, metemos la tubería por este camino y de una vez lo ampliamos para conectar con una calle directa hasta el tecnológico…

--Ahí sí no –reviró Concho Colotla de inmediato.

--No, pos no –siguieron a coro sus compañeros.

Y ahí tronó el acuerdo. Aunque salieron de la reunión con la tarea compartida entre funcionarios del Ayuntamiento y los campesinos de realizar un levantamiento topográfico al día siguiente. Y aunque sin duda la alternativa es mucho más económica que la propuesta al inicio –la de construir un colector que desde los barrios del sur conecte con la planta de tratamiento al oriente de la ciudad, ya en terrenos de Santa María Oxtotipan, actualmente fuera de operación.

“No, presidente --repitió Concho--, ¿cómo vas a creer que puedes hacer una calle en nuestros terrenos?

 

La verdad incómoda para todos

 

El diagnóstico es irreprochable:

“Es un problema cultural –empezó su análisis al arranque de la reunión el Roberto Castillo, especialista en sistemas de tratamiento de aguas residuales y asesor de la presidencia de Tepeaca--: como el servicio no se cobra, como no se paga el costo real del agua ni su saneamiento, simplemente no hay dinero para el mantenimiento de las plantas. Los ayuntamientos prefieren pagar a los policías que hacerse cargo del costo de la luz. Y los gobiernos todos se echan la bolita, el federal al estatal, y éste al municipio. Las comisiones de Agua sólo se encargan de ver por las cabeceras y se olvidan de las comunidades. Y una pregunta de fondo: ¿cuál es el costo real del agua? Nadie los sabe, pero no debe de andar debajo de los cien pesos mensuales por casa.”

Y luego les lee la cartilla a los campesinos:

“¿Ustedes cuánto pagan por el agua potable?”

Y más duro todavía: “¿Ustedes pagan el agua? Porque en Tepeaca es un hecho que la mayoría de los vecinos no pagan el agua.”

Los campesinos de San Pablo responden a regañadientes: “Pagamos 40 pesos mensuales.”

Y sigue el ingeniero Castillo:

“La realidad es que hay una gran crisis del agua. Un ejemplo: el acuífero de Tecamachalco se destina en un 73 por ciento para riego agrícola, cuando ese sector no produce más del 3 por ciento del PIB regional, y los usuarios no pagan los derechos de los pozos y tienen la energía eléctrica subsidiada. Y los gobiernos voltean para otro lado y nada más dicen ‘ai háganse bolas’.”

 

El enojo de San Pablo

 

Ya escucharon de voz del especialista la realidad de las descargas de Tepeaca hacia San Pablo Actipan: cerca de 70 tomas van a dar hacia la Central de Abastos desde los barrios del sur. Ocho litros por segundo, y los viernes, por el tianguis, diez. Y no opera ninguna planta, y las llamadas lagunas de oxidación son simples jagüeyes convertidos en muladares. Y todo escurre por un solo canal hacia los campos de cultivo.

“Ustedes convirtieron a San Pablo en un basurero –ha dicho Concho nada más darle la palabra el presidente-. A nosotros nos culpan -,  pero nosotros no contaminamos, regamos con agua de pozo, metimos la red de riego con tubería hasta el pie de los cultivos. Pero si en el periódico dicen que contaminamos, ¿de qué vamos a vivir? Somos agricultores, pero con el maíz no vivimos, y no somos forrajeros. Y con Tepeaca el pleito viene desde 1993, desde entonces exigimos que no nos echaran sus aguas negras, y mire…”

Y le siguieron los demás: que no es justo, que es un revanchismo contra San Pablo Actipan, que los gobiernos son unos negligentes.

Y de nuevo le hicieron el ultimátum: “O arreglan su problema o les tapamos su drenaje”



Concepción Colotla y el canal de aguas negras que sale de la Central de Abastos hacia los campos de hortalizas.

 

El agua amarga del presidente

 

Es su turno, así que lanza el discurso del incomprendido:

“Uno de los grandes problemas de Tepeaca es que no hay agua –empieza--. Y todos quieren no pagar el agua. Y estamos muy bajos en drenaje y todo el sistema es obsoleto, todavía con tuberías de asbesto, aunque ya renovamos hasta un 81 por ciento.  ¿Pero cuánto cuesta tratarla? Echar a andar de nuevo la planta de Santa María nos cuesta 15 millones de pesos, pero se lleva 200 mil pesos mensuales de energía eléctrica. Y el problema no es nada más de Tepeaca, en la Barranca del Águila descargan diecisiete municipios, eso escapa totalmente a nuestra capacidad, tienen que entrarle el gobierno estatal y la federación para resolver esto de tajo. Pero nada más el proyecto ejecutivo para una nueva planta se lleva 608 mil pesos, y construirla en una primera etapa cuesta más de 260 millones.”

El presidente mira los planos. “El problema escapa a las capacidades de Tepeaca”, dice.

 

 

La alternativa la dan los campesinos

 

El presidente David habla de las alternativas. Todas cuestan, imaginen, dice, nada más en colectores marginales lo que supone. El asesor Castillo explica la alternativa que han buscado: el proyecto de colector hacia la planta de Santa María es complicado pues por los desniveles en el terreno y la distancia supone la construcción de un cárcamo y el bombeo con un colector profundo de cinco kilómetros, y que tendrá un costo de 22 millones de pesos; que el proyecto está terminado pero tiene que validarlo la Comisión Nacional del Agua, y esto no ha ocurrido por los problemas técnicos que implica.

Entonces Concho Colotla se acuerda de los terrenos propiedad del Ayuntamiento al sur del municipio, más allá del Tecnológico. Están ahí desde hace veinte años, y sobrevivieron a la codicia de varios presidentes de Tepeaca. ¿Por qué no construir allí una presa que además sirva para riego,  que se llene con las aguas que limpie una planta de tratamiento?

Todos voltean a los planos. Sí, ahí están las veinte hectáreas. Y ahí el rostro incrédulo del presidente David, y su pregunta:

¿Se podría pasar un drenaje por sus terrenos hasta esa posible planta de tratamiento?

Pues claro que sí, presidente.


La alternativa la dan los campesinos.

 

Al final, la precaria vida del río

 

Termino esta crónica sobre la Barranca del Águila y el enojo campesino de San Pablo Actipan por la contaminación de sus hortalizas con aguas negras que se descargan sobre sus campos desde la ciudad de Tepeaca con una escena última.

Se han reunido los campesinos de San Pablo. Les han platicado la pretensión del alcalde de Tepeaca de construir una calle que corte sus campos para conectar Tepeaca con el Tecnológico, a poco más de 1.3 kilometros al sur de la Central de Abastos.

No, claro que no. Dijeron.

Ahora mismo, a la mitad de este septiembre al fin llovido, las aguas negras de Tepeaca siguen escurriendo por un canal que las diluye por esa brecha que el alcalde David Huerta quiere convertir en calle. Ahí quedó el proyecto. Pasarán meses y tal vez años para que el remedio se encuentre.

Le negativa campesina y el fracaso del constructor de avenidas es la derrota del río.



Por un buen tiempo ahí seguirá la descarga negra de Tepeaca hacia los campos de San Pblo Actipan.

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