Este texto fue leído por su autor en el foro Academia sobre Economía social y solidaria que se lleva a cabo esta semana en la Ibero Puebla.
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Academia sobre Economía social y solidaria/Ibero Puebla
Desde hace muchos años hemos venido constatando una profunda crisis económica, consecuencia de un sistema neoliberal que ha sepultado a grandes mayorías en las sombras de la marginación y la pobreza. Ya lo afirmaba Ignacio Ellacuría hace más de 26 años: “La mayor parte de la humanidad vive en condiciones inhumanas…; cuando eso sería… fácilmente resoluble si se impusiera la voluntad moral de los pueblos sobre el dinamismo ciego y dominante de los intereses económicos y de la prepotencia política”.
Este progresivo deterioro del tejido social, aunado a la individualidad exacerbada de los actores políticos, ha problematizado día con día la superación de los grandes retos que tenemos entre manos. Hacia esa misma dirección apuntaron las palabras del Papa Francisco, hace unos meses en la ONU: “El panorama mundial –afirma- hoy nos presenta muchos falsos derechos, y –a la vez– grandes sectores indefensos, víctimas más bien de un mal ejercicio del poder: el ambiente natural y el vasto mundo de mujeres y hombres excluidos. Dos sectores íntimamente unidos entre sí, que las relaciones políticas y económicas preponderantes han convertido en partes frágiles de la realidad. Por eso hay que afirmar con fuerza sus derechos, consolidando la protección del ambiente y acabando con la exclusión.”
En México, la economía no crece; al contrario, se ha estancado. Cada día hay más pobres desplazados por políticas públicas ineficaces. Basta con visitar nuestras urbes para darnos cuenta que los ciudadanos es lo último que realmente cuenta para los poderes fácticos. Hemos sido víctimas de los intereses económicos de las grandes cúpulas de poder que han logrado mantener adormecida e indiferente –para su beneficio- a grandes porciones de la población. Los hilos del consumismo continúan manejando nuestro comportamiento. Ante ello, no es casualidad los fatales índices de pobreza, hambruna, migración y violencia que marcan la trayectoria de nuestros países latinoamericanos.
Este panorama ha desencadenado una serie de necesidades que van más allá de lo inmediato y que requieren urgentemente respuestas surgidas del diálogo profundo con los diferentes sectores de la población, a partir de una visión del compartir equilibrado. No podemos continuar generando proyectos que engrandezcan las desigualdades; estamos obligados a ser creativos, a pensar desde los principios que responden al bien común, para concretar acciones claras de esperanza, justicia y solidaridad.
La visión de nuestro proyecto educativo como Universidad no se limita a formar a nuestros estudiantes, aunque sea parte fundamental de nuestro quehacer universitario. Eso quedaría trunco, si la misma institución educativa no se lanzara a hacerse cargo de la realidad en la que está inmersa. No podemos evadir nuestra propia responsabilidad histórica.
De ahí que la propuesta de la “Economía social y solidaria” se haya convertido en un imperativo imprescindible de nuestros objetivos. Animar radical y positivamente esta propuesta que hoy nos convoca, lo hemos visualizado como un camino auténtico y eficaz para el logro de un modo de producción y distribución de la riqueza acorde con la justicia ecológica integral a la que el Papa Francisco nos convoca.
Desde tiempo atrás, de la mano de grupos empresariales, instituciones financieras, gubernamentales y educativas, hemos venido impulsado políticas públicas que generan condiciones pertinentes para atacar de raíz el origen de la marginación y pobreza en la que se encuentra inmersa más de la mitad de los habitantes de nuestros países. Y la respuesta que hemos encontrado no ha sido otra que modificar el modo capitalista que el sistema de trabajo tiene de producir y acaparar la riqueza.
No estamos comenzando: hemos ya abierto nuestras puertas a más de 60 empresas en situación de vulnerabilidad, bajo este modelo de la “economía social”. Hemos puesto a su servicio no sólo el espacio físico, sino también nuestra capacidad tecnológica y humana, sin confundir un acto de asistencialismo con un acto de justicia conformado por este nuevo modelo económico.
Y a partir de esta experiencia, como fruto de nuestra reflexión investigativa, hemos visto la urgente necesidad, no sólo de promover la experiencia directa, sino explícitamente de difundir a través de la formación académica a los futuros actores que puedan seguir impulsando este modelo de producción alternativo.
En ese sentido, la Ibero de Puebla no se ha restringido sólo a una investigación teórica del tema, sino que se ha involucrado decididamente en vinculación con el INAES y la OIT, a la formación de agentes que colaboren en la transformación de los rincones más vulnerados de nuestra sociedad.
Por otro lado, no quiero dejar de mencionar el carácter de innovación por el que nuestra Universidad ha querido transitar. Hemos tomado la decisión de instaurar un “Laboratorio de innovación económica y social”, con la intención específica de que nuestros procesos de avance teórico estén enraizados en la transformación eficaz de la realidad social. Este espacio de reciente creación, es el que nos ha permitido acrecentar la vinculación con el Instituto Nacional de la Economía Social, especialmente en la conformación del Programa de fomento a la Economía Social 2015 – 2018.
Desde nuestra Casa de Estudios nos queremos dirigir a un mundo empresarial honesto y al alcance de todas y todos, que se alíe con esta propuesta de la Economía Social como punto de partida que contrarreste las carencias de nuestro fracturado país.
Quiero concluir con una cita del Papa Francisco en el Congreso de Estados Unidos. “Nuestra respuesta –asevera-, es de esperanza y de reconciliación, de paz y de justicia. Se nos pide tener el coraje y usar nuestra inteligencia para resolver las crisis geopolíticas y económicas que abundan hoy. También en el mundo desarrollado las consecuencias de estructuras y acciones injustas aparecen con mucha evidencia. Nuestro trabajo se centra en devolver la esperanza, corregir las injusticias, mantener la fe en los compromisos, promoviendo así la recuperación de las personas y de los pueblos. Hay que ir hacia delante juntos, en un renovado espíritu de fraternidad y solidaridad, cooperando con entusiasmo al bien común.”
Deseo que esta Academia sea un eslabón de esa larga cadena que estamos empeñados en seguir construyendo, como una oportunidad para crear espacios reales y operativos en beneficio de nuestra población.