• Armando Pliego Ishikawa
  • 05 Febrero 2015
".$creditoFoto."

Ella detiene la silla de ruedas. Imposible avanzar más por la acera de Atlixcáyotl. La estructura metálica y la insensibilidad de los urbanistas le confirman que ella no cuenta en los planes de los políticos que inauguran muy orgullosos las avenidas con las que miden el progreso de su imagen pública.

Sentí mucho enojo al darme cuenta que la vía pública no está hecha para todos”, me dice desde el fondo de su reclamo.

 

+++++

Al igual que centenas de miles de poblanos, mi principal medio de transporte son mis pies, seguido del transporte público y la bicicleta. Todos caminamos. Caminamos de la casa a la parada de autobús, y del autobús a nuestro destino final o a la siguiente parada, en caso de que tengamos que tomar más de una ruta.

En este diario caminar, estas centenas de miles de poblanos nos percatamos y adaptamos a toda una serie de anomalías en nuestras calles y banquetas: grietas, ausencia de rampas, camellones que obstruyen nuestro paso en vez de brindar seguridad.

Estas condiciones limitan el andar para el peatón para facilitarle el tránsito al automóvil. Tal parece que quienes optamos por caminar para ciertos trayectos, ya sea  por necesidad o por gusto, somos ciudadanos de segunda, olvidados en la infraestructura, en el presupuesto, en las leyes.

No conformes las autoridades con brindar diminutas excusas de banquetas que excluyen a las personas que necesitan de algún tipo de ayuda para moverse  -ya sea bastón, ya sea silla de ruedas o andadera-  y que dificultan el paso de cualquier peatón, se ha decidido por décadas seguir “reordenando” el andar de las personas que nos movemos utilizando nuestro cuerpo, siempre en función de no estorbar al automóvil.

En este afán de regular el caminar, actividad tan antigua como la raza humana misma, se han creado distintos dispositivos con miras a darle solución última a la falta de armonía en el espacio público entre las personas que se mueven en automóvil y las que no lo hacen. El más notorio de estos inventos, y uno de los que más han permeado en nuestra sociedad es el puente mal llamado peatonal.

Siguiendo la lógica de aislar al peatón con la intención de brindarle seguridad, se nos ha apartado del arroyo vehicular, enviándonos al aire. Los puentes primero tenían escaleras, y al darse cuenta los responsables que no se había considerado a sectores con alguna discapacidad, les pusieron rampas, que si bien no han funcionado para las personas que tienen algún impedimento para moverse por sí mismas, han servido para dar carpetazo al tema; han sido el pretexto para justificar inversiones para el peatón, para quien tiene algún impedimento físico para desplazarse.

De esta manera los gobiernos han permitido legitimarse en el ámbito de la inclusión, al menos a nivel mediático, presumiendo inversiones millonarias en puentes que en realidad no funcionan, pues la gente sigue siendo atropellada y las personas con alguna discapacidad siguen teniendo en los puentes un obstáculo más que una ayuda. Además, las autoridades así se han lavado las manos, pues si alguien fuese atropellado bajo uno de estos puentes sería su responsabilidad por no usarlos.

 

*****

 

Afortunadamente no han sido poco los esfuerzos de muchas personas interesadas en cambiar esta realidad y proponer alternativas no sólo funcionales, sino más económicas y consecuentes con su contexto. Abanderados con esta causa, distintas agrupaciones e individuos se han enfocado a la tarea de compartir estas críticas a la ciudad, para socializar un problema que en realidad nos es común a todas las personas, aunque no nos fuera evidente.

Como una forma de evaluar a nuestras calles además de generar conciencia sobre este tema con la comunidad de la Facultad de Ciencias de la Comunicación, que actualmente está involucrada en un proceso para decidir si se construye un puente o un paso peatonal a nivel de banqueta sobre Cúmulo de Virgo, el miércoles 14 de enero se emitió una convocatoria abierta a hacer un recorrido por el puente ubicado en la Vía Atlixcáyotl y Cúmulo de Virgo utilizando bastón, silla de ruedas y muletas, para compararlo con un recorrido a pie sobre el puente y por debajo del mismo.

En punto de las 11:00 salí al acceso principal del Complejo Cultural Universitario junto con un grupo de compañeros del Colectivo A Pata, una organización de estudiantes y egresados de urbanismo de la BUAP que buscan promover este tipo de temas en la agenda pública. Luego de esperar unos minutos algunos estudiantes empezaron a llegar.

Cámara en mano, además de cronómetro y libreta para tomar nota del tiempo, distancia y número de pasos, iniciamos los recorridos en las distintas modalidades. Con entusiasmo los asistentes emprendieron camino en la silla de ruedas, sin imaginar lo tortuoso que sería. Intentos inútiles de subir la pendiente fueron seguidos de risas y de peticiones para que les dieran “un empujón”. Se hizo claro que una persona promedio no podría utilizar estos puentes sin ayuda, vulnerando su autonomía para transportarse, pues de generalizarse este tipo de infraestructura, ninguna persona con una discapacidad motriz podría desplazarse por sí sola.

Para los otrora inadvertidos se hizo evidente que el puente no tiene el suficiente espacio para que quepan dos sillas de ruedas, por lo que si dos personas que la utilizan se encontraran de frente, alguna de las dos habría de retroceder y ceder el paso para la otra. En realidad el espacio es tan reducido que incluso algunos peatones que atravesaban mientras se hacía la actividad pasaban a un lado de la silla de ruedas con cierta molestia, pues ésta se convertía en un obstáculo significativo para las demás personas.

Cuando aparentemente el accidentado recorrido terminaba, descendido el puente, los participantes de la actividad pudieron observar la ausencia de rampas en las esquinas de las banquetas para poder cruzar la calle, y sólo con el apoyo de los organizadores fue que pudieron bajar y subir las aceras, lamentablemente sólo para encontrarse con más obstáculos: los espacios publicitarios a pretexto de parabuses.

Ocupando casi toda la banqueta se levantan esas mamparas de metal y plástico, pensadas para exhibir productos y servicios a los automovilistas que por allí circulan. Ni el que dio el permiso ni el que construyó esas estructuras pensaron en el peatón para esas obras. Ocupando más del 80% de una banqueta de 2 metros, los espacios publicitarios inutilizan las aceras.

El reto de continuar por arriba de la banqueta supera con creces el acto de bajar al arroyo vehicular para subir centímetros más adelante sólo para esquivar estos estorbos, que también dificultan el paso a los usuarios de transporte público, sector al que supuestamente habrían de beneficiar.

Tras poco más de una hora de andar, medir, observar y evaluar, nos reunimos para calificar la accesibilidad de la zona, reprobándola por sus alarmantes deficiencias. Para los incautos éstas deficiencias pudieron haber sido condiciones triviales de cualquier calle en esta ciudad, pero luego de ponerse en el lugar de personas pertenecientes a sectores no sólo vulnerables sino vulnerados, su percepción cambió, y vieron al menos una parte de la ciudad con otros ojos, y con una aparente sensación combinada de emoción con decepción llenaron los formatos con los que dimos la nota final para la zona.

Horas después de la sensibilización, una de mis compañeras decidió compartir su experiencia sobre el evento, dejando un valioso testimonio que se reproduce a continuación:

El día de hoy mi amigo Armando Pliego Ishikawa me invitó a realizar un recorrido en silla de ruedas por la zona de la Vía Atlixcáyotl. En lo personal, sé que no es fácil andar en la vía pública en ese estado pero no creí que fuera tan difícil.

Al principio quería intentar cruzar por mi cuenta el puente que se encuentra en dicha zona y no, no lo logré. Un compañero me ayudó y aun así me fue demasiado complicado la travesía e inclusive que casi no hice mucho me cansé demasiado, me lastimé las manos a pesar de que llevaba guantes y muchas veces sentí miedo de caerme.

Luego intenté seguir el recorrido en esa zona y no, nuevamente no lo logré gracias a este anuncio que ven en la foto.

Sentí mucho enojo al darme cuenta que la vía pública no está hecha para todos, las múltiples dificultades que tienen aquellas personas que viven con esto día a día y conmigo misma por no haberme dado cuenta antes pero gracias a esta experiencia me he percatado de tanto y me llevo conmigo una gran reflexión.

Nos compete a todos como ciudadanos esta terrible situación. 



*****

 

Para entender los problemas del día a día de nuestras calles es necesario ponernos en los zapatos de las demás personas; la única forma para coexistir de forma armónica es cuidándonos entre todas las personas usuarias del espacio público. En esta tarea, también es necesario un ente mediador, que brinde las condiciones para que dicha armonía pueda darse. Lamentablemente el papel del gobierno ha sido poco favorable, pues ha beneficiado al automóvil por décadas.

Por ignorancia o por apoyo a una industria que genera centenas de miles de empleos y un porcentaje considerable del PIB, las autoridades mexicanas han generado estragos profundos, que sólo podrán ser corregidos cuando las personas que están al frente de las instituciones conozcan el diario andar del ciudadano.

Mientras tanto, seguiremos caminando como podamos, por donde podamos, como lo ha hecho nuestra especie desde su aparición en este planeta, quizás cada vez con más obstáculos, seguramente cada vez con más certeza de la necesidad de un cambio profundo en el entendimiento de nuestro espacio. 









Click HERE is best bookmaker in the world.
Offers Bet365 best odds.
All CMS Templates