• Enrique Soto Eguibar
  • 25 Julio 2013
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Por: Enrique Soto Eguibar

 
La revista Elementos es hoy una de las publicaciones de ciencia y cultura más importantes de nuestro país. Y su propuesta gráfica es una aventura visual siempre a la altura de la calidad de sus textos. Destaca, además, por estar elaborada desde los cubículos de los científicos del Instituto de Ciencias de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Su publicación es sin duda uno de los acontecimientos cotidianos que más enaltecen a esa institucion pública poblana.

Enrique Soto Eguíbar, fisiólogo y destacado científico poblano, es fundador y director de este ejercicio trimestral a la mano en su portal en línea (http://www.elementos.buap.mx/). La perspectiva que ofrece hoy sobre Profética, en el marco de su décimo aniversario, es a la vez una alerta y una invitación a pensar el mundo nuestro de los libros desde la realidad digital que se ha impuesto en el mundo. Una reflexión acabada que rinde pleno homenaje al esfuerzo cultural de Profética, Casa de la Lectura.

Recuerdo hace algunos años haber pasado por la tres y la siete y ver con alegría que estaban restaurando una de las viejas casas del centro. Mayor fue mi alegría cuando me enteré que pondrían ahí una librería: Profética. En esos años las librerías en Puebla eran escasas, así que era una gran noticia, pero lo mejor de todo fue que Profética no era tan solo una librería sino un proyecto cultural que incluía el desarrollo de una biblioteca pública, un café y diversos eventos culturales. Después, a lo largo de años encontré que lo más interesante de mi experiencia en Profética, incluyendo la compra de libros, mi participación en diversos eventos y hasta un par de presentaciones de Elementos, lo fue descubrir el principal valor de Profética: José Luis Escalera. Ciertamente José Luis ha realizado lo que muchos de nosotros algún día soñamos, desarrollar un espacio cultural, un sitio de encuentro de un sector de la sociedad interesado en la cultura, en el arte, en la buena plática, en tomar un café tranquilos, sin ruido, en un recinto agradable y rodeados de libros y donde ocurran eventos culturales. Hoy, en Puebla, Profética es el lugar de las presentaciones de libros, de sucesos culturales y un sitio de encuentro gozoso.

Como sea, cuando Sergio Mastretta me propuso escribir algo sobre Profética, en la lejanía, lo que vino a mi mente fue el libro y su destino en el mundo moderno. Los lectores electrónicos están teniendo un impacto significativo en la manera en que leemos y en que se comercian los libros. La expectativa a unos pocos años es que la gran mayoría de personas que usualmente tienen acceso e interés en los libros tengan un lector electrónico. Si bien el libro como lo hemos conocido tiene un alto aprecio y significado en sí mismo, es obvio que lo relevante en la mayoría de los libros no es el libro, sino su contenido (si es que son separables el objeto y lo que contiene), y si bien hay libros que impresos tienen un carácter único probablemente no reproducible en un medio digital, ya sea por su tamaño, o por su textura, o por su belleza gráfica, lo más probable es que la mayor parte, si no es que todas las características de los libros pueden reproducirse en medios digitales y, además, ofrecer una buena cantidad de elementos adicionales que el soporte del papel no puede ofrecer, como lo son la interactividad, la letra autoajustable , la luminosidad graduable, la portabilidad, la posibilidad de generar notas y transmitirlas, la autolectura en voz alta, la posibilidad de ver lo que otros han subrayado y compartir nuestros subrayados y notas, etcétera. Tenemos así, un medio con alto valor intrínseco, que se ve confrontado a un medio nuevo aún sin grandes filias. Las filias al viejo libro de papel son múltiples. Van desde la estructura misma de las casas, en las cuales las más apreciadas tienen siempre una biblioteca o al menos un número importante de libreros. Es difícil, si no imposible, imaginar a un escritor sin una gran biblioteca en su casa. De hecho, quien se precie de ser medianamente intelectual o de pertenecer al mundo académico tendrá siempre como parte de su ser-como, una biblioteca. Pues hoy eso puede cambiar totalmente. La biblioteca podría convertirse en un espacio multimedia con pantalla interactiva, sonido envolvente y espacio para amplios y cómodos sillones que sustituyan a los viejos libreros polvosos y pesados.

Es inevitable preguntarse qué tanto y qué tan pronto pudiera ocurrir un grado tal de remplazo de libros en papel por libros digitales. Tengo la firme opinión de que en ciencia y técnica no hay ningún motivo para hacer impresiones en papel. No hay ya en el mundo de las ciencias quien no tenga acceso a lectores de libros electrónicos y si alguien, por algún motivo, aprecia enormemente el papel, pues existen impresiones bajo demanda que permiten imprimir un ejemplar de cualquier libro rápidamente y a bajo costo (además, ¡con empastado personalizado!). Respecto a otros tipos de libro como son los libros de arte, la calidad de las imágenes (no sujetas al color limitado del sistema CMYK de la impresión) y la posibilidad de ampliarlas las hace más atractivas en el libro electrónico. Así que son pocos los aspectos del libro que no sean mejores en el libro digital. La textura y el olor, dicen algunos; bueno, debo decir que la textura de los lectores electrónicos de libros es en algunos casos también muy agradable, y el olor de los libros de papel es grato en algunos casos y repugnante cuando han sido invadidos por hongos.

Aspectos más complejos son los relacionados con la durabilidad, el criterio de propiedad y la comercialización. Respecto a la durabilidad es difícil juzgarlo con datos ya que el libro electrónico es reciente; sin embargo, los medios digitales han demostrado ser durables y transportables de un medio a otro y los libros en papel, excepto en el caso de ediciones de alta calidad, tienen una durabilidad muy limitada. No puedo evitar pensar en el triste final de la biblioteca de Alejandría, o la quema de libros que hicieron los nazis y que hoy les sería imposible con el libro digital, o más cercanamente, la muy triste destrucción por el fuego de la biblioteca atesorada por Octavio Paz. La propiedad es un asunto más complicado. El libro digital, según se desprende de las legislaciones vigentes, no es algo heredable, y de hecho están en proceso de definición los derechos del propietario de un libro electrónico. ¿Cuántas veces se puede descargar el mismo libro? ¿Si se pierde y se borra lo puedo recuperar? ¿Si la empresa que lo vendió desaparece, con ella desaparece también el libro? Habrá que estar atento a la evolución de la legislación. Finalmente, respecto de la comercialización, que es quizá el aspecto de mayor relevancia en relación al destino de la librería Profética, ahí sí que no hay nada claro. Cualquiera puede, en principio, vender a través de Internet. Cosa que podrían entonces hacer los autores. Imagino que si un autor conocido como Vargas Llosa decidiera abrir un portal de internet para distribuir sus libros, sus ganancias podrían ser mayores de las que obtiene a través de una editorial, y el precio del libro podría ser mucho menor. Hay ya diversos sistemas de autopublicación y venta. Amazon.com ofrece la publicación y oferta de distribución gratuita para prácticamente cualquier libro. Entonces la cosa no parece tan mala y lo que desaparecería son las librerías tal como las conocemos para convertirse en algo como cafés o portales de Internet donde uno puede conectarse y descargar libros. Ya han desaparecido empresas tan grandes como Borders, y Barnes & Noble ha cambiado totalmente (hoy oferta más juguetes y lectores de libros electrónicos que otra cosa). A todo esto se añade el efecto del pirateo. No hay nada que impida que una vez descargado un texto alguien con habilidades computacionales pueda reproducirlo y distribuirlo. Entonces sí, el mercado quiebra y los autores se quedan sin ingresos producto de su obra y en ese caso quién sabe qué pasará. A lo mejor no está tan mal que muchos menos libros se publiquen y vendan, pero el pirateo puede también convertirse en un grave daño al desarrollo de la cultura. No lo sé, y este es quizá el principal problema que enfrenta hoy el libro electrónico, su distribución gratuita, que deja a los autores sin ingresos.

Queda la pregunta por las editoriales. En principio estas debieran funcionar sin problema en el medio digital, ya que su labor debiera ser la de análisis y dictamen de libros. Sin embargo, sus ingresos tradicionalmente han sido importantes y el mercado digital pone en duda el papel de la editorial. En principio, un buen crítico de libros o una revista como el New York Review of Books haría el mismo papel. Entonces, en ciertos casos, creo que las editoriales serían prescindibles, lo cual elimina de la ecuación del libro a un actor que muchos han considerado el gran tirano del mercado del libro. No olvidemos que, al final, la mayor parte de las editoriales son empresas destinadas a hacer dinero y los libros son tan solo un medio para ello (ejemplo de ello son: Editorial Planeta, Grijalbo Mondadori, Elsevier, etc., etc.). Claro está que hay editoriales que no tienen este único objetivo, pero son pocas y menores, aunque muy valiosas y uno quisiera que sobrevivieran a este proceso de cambio del sustrato del libro.

Y me pregunto: ¿Las bibliotecas deben mantenerse como las conocemos o dentro de algunos años tendremos mesas de vidrio táctiles que nos dejarán revisar textos de forma dinámica, sin necesidad de bibliotecarios o vigilantes? ¿Serán simplemente un portal que nos ofrezca el catálogo de textos disponibles, que podrá incluir no solamente los de una biblioteca, sino los de todas las bibliotecas digitales del mundo? Entonces sí que sí. La biblioteca se convertirá en un espacio de enormes dimensiones y la limitación actual debida a la existencia de acervos limitados se verá superada ampliamente por la disponibilidad digital de textos, un número muy importante de los cuales se encuentran disponibles de forma gratuita en la web. Imaginando todo esto, creo que el espacio biblioteca cambiará radicalmente para convertirse en algo completamente diferente y en el cual los acervos actuales serán algo muy parecido a piezas de museo o para consulta exclusiva de viejitos románticos-reumáticos-retardatarios. Finalmente, como ya
lo propuso McLuhan "El medio es el masaje".

Creo que los nuestros son tiempos de renovación. No creo que renovarse sea imperativo, pero no cabe duda que el medio social y cultural en que vivimos se impondrá. Es esperable que, al igual que sucedió con la fotografía analógica que en unos pocos años quedó limitada a unos pocos especialistas y como un proceso de culto, suceda con los libros. El libro en papel pasará a ser un objeto de culto, la lectura se hará a través de medios digitales; indudablemente este proceso pondrá a prueba nuestra capacidad de renovación, adaptación y aprendizaje, y Profética no queda exenta de este proceso, habrá que imaginar hoy la Profética del futuro en donde, estoy seguro, nos encontraremos y podremos disfrutar y dialogar como lo hemos hecho hasta hoy. Felicidades y larga vida a Profética, sea cual sea su apariencia futura.

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