La matanza de estudiantes la noche del viernes 26 de septiembre pasado en Iguala, Guerrero, nos recuerda que los parteaguas en México no se cierran nunca. ¿Cómo es posible que un grupo de policías municipales acribille los autobuses raptados por los normalistas de Ayotzinapa? ¿Qué fondo es éste en el que nos batimos sin remedio? ¿Por qué se repite lo ocurrido hace 46 años de manera tan implacable?
Aquí en Mundo Nuestro nuevamente esta foto del niño muerto, arrojado en unas baldosas fríos en aquella noche terrible: la vida fulminada en el punto negro del balazo; la mirada que se lleva todo reposo posible para este país de crueldad insondable. ¿Cómo decirle que aquí seguimos velándolo 46 años después?
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