• Christopher Herrera
  • 11 Abril 2013
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Por: Christopher Herrera

Hocolawal Tsumbal Xitalha'

(gracias grupo Xitalha´)

“Yo soy muy rica --nos dijo una mañana Nicolasa mientras trajinaba en el fogón--. La tierra me da todo lo que necesito, así que lo único que tenemos que hacer es cuidar a la madre tierra”.

Nicolasa es una mujer tzeltal y tiene 27 años, apenas mayor que yo, pero su experiencia es profunda. Por ella comprendí que hay otra forma de comprender la palabra riqueza. Y otra forma de entender la relación de las personas con la naturaleza, con el trabajo, con la vida comunitaria.

Nicolasa es un mujer campesina, y su familia produce café desde hace muchos años. Esta es su experiencia de trabajo en cooperativa.

http://capeltic.org/



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Durante el mes de marzo pasado jóvenes investigadores de la Universidad Iberoamericana Puebla realizamos un trabajo de investigación en el municipio de Chilón, Chiapas. Ahí, un grupo de indígenas Tzeltales productores de café trabajan en un proyecto llamado Tsumbal Xitalha' (en tzeltal Tsumbal es el equivalente a grupo, y Xitalha' a la región en Chiapas). Dicho proyecto tiene como finalidad dar una remuneración justa al trabajo del productor por su labor en el cafetal, fortaleciendo así la economía de las familias indígenas, con un enfoque de cuidado de la naturaleza para producir un café orgánico de excelente calidad.



Tsumbal Xitalha' es un reto frente a la metodología de producción actual, ya que se trata de una cooperativa en la que los productores conocen el proceso de su cultivo desde la siembra hasta la venta en taza en las cafeterías Capeltic, ubicadas en dos de los campus de la Universidad Iberoamericana: Ciudad de México y Puebla, de las cuales reciben incentivos por sus ventas. (La cafetería en Puebla se inauguró en marzo del 2012, ver: http://tinyurl.com/cjqv8vo)

La cooperativa Yomol A'tel (trabajo en equipo) surge de las necesidades de una mayor calidad económica para las comunidades indígenas desde la percepción de la misión Jesuita en la región de Bachajón, que al ver la situación de pago injusto por intermediarios de compra (conocidos como coyotes), proponen crear una forma de trabajo en equipo, sustentable y más estable económicamente en beneficio de las familias tzeltales.

Al recorrer algunas comunidades dentro de los municipios de Chilón y Sitalá, pudimos observar las características en las que trabaja la cooperativa y los beneficios que el pueblo Tzeltal ha encontrado en esta metodología de trabajo; por ejemplo el manejo de prácticas orgánicas en el cuidado de los cafetales, utilizando abonos y fertilizantes naturales que nutren la tierra y benefician la calidad del producto, así como el cultivo de hortalizas alrededor de los sembradíos, que también benefician a la economía familiar tzeltal en dos casos, para consumo propio o para venta en las comunidades.

Mientras documentábamos el proceso de producción en las comunidades, las familias indígenas nos recibían con alegría, una alegría distinta a la que estamos acostumbrados, platicaban de sus actividades con entusiasmo, procuraban que comprendiéramos que más allá de ser su trabajo se trataba de una forma diferente de ver la vida. Nos platicaban que en tiempo de cosecha salían de sus hogares alrededor de las dos de la mañana en compañía de  esposas, hermanos e hijos.

Por ellos comprendimos que la dinámica de trabajo campesino pasa de ser una mera actividad con fines económicos a un momento de convivencia familiar: los más pequeños aprenden poco a poco cómo se debe de cortar el grano de café, a sentir su textura, a conocer su sabor y color. Así los niños desarrollan habilidades aprendidas desde tiempos remotos por sus padres y abuelos. Después de tener los granos en su poder, los miembros de la familia dividen los tiempos en los que deben de estar al pendiente del secado, pues es importante lograr erradicar la humedad del producto y los niños por lo regular están al cuidado de las inclemencias del tiempo, al pendiente de las nubes y de que al grano no le suceda nada que pueda imposibilitar su venta.

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Nicolasa, una mujer de 27 años madre de tres hijos nos hizo un comentario que impactó nuestra forma de ver el campo y nuestra manera de valorarlo. En la ciudad entendemos que de la tierra se extraen productos que pueden rendir frutos con un valor monetario a nivel global.  Creemos que el mundo sólo se puede entender desde las grandes urbes. Pero para ella, trabajar en un ejido con su familia es ser “rica”.

“Yo soy muy rica --me dijo--, tengo todo lo que necesito: si tengo que cocinar voy y tomo el frijol, corto mis verduras, hago un poco de café, muelo mi maíz y hago mis tortillas. Si me siento mal, busco una ramita de ruda o de hierbabuena y me hago un té. Así es como solucionamos nuestros problemas porque la tierra nos da todo lo que necesitamos, nos da comida y agua, podemos construir una casita y disfrutar de lo que el campo nos da sin preocuparnos por lo que tenemos para comer… Y entonces lo único que tenemos que hacer es cuidar a la madre tierra.”

Y Nicolasa compartió con nosotros sus tortillas.

 

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 Compartir lo que se tiene es parte del agradecimiento. El mundo tzeltal comprende que lo que en la tierra existe es propiedad de todos, que las tierras que han sido repartidas en su mayoría como ejidos desde sus padres y abuelos, proporcionan vida y que la vida misma se comparte.

Yomol A'tel, trabajo en equipo, cooperativa, decimos nosotros, es la palabra que explica todo esto.

En distintas declaraciones acerca de las ventajas de ser parte de esta cooperativa los campesinos mencionaron la de “cuidar nuestra tierra”. Los agricultores tienen plena certeza del cuidado que nuestro planeta requiere hoy en día. El cuidado orgánico es de suma importancia en sus cafetales: cuidar lo que tienen para seguir viviendo de ello. Es sorprendente que en este plano económico y educativo tan distinto al de la ciudad se tenga más conciencia de lo que pasa con nuestro planeta, no sólo en la cuestión ambiental, sino en actividades políticas que van ligadas a aspectos que llegan a tocar su calidad de vida, lo que pasa con sus tierras y la manera en la que la economía global y los precios dictados por Wall Street interfieren en el valor de sus cosechas, de su trabajo y de lo que tan profundamente vive dentro de sus corazones.

Indudablemente el aspecto que ha brindado éxito en la producción es el reconocimiento por el trabajo. Los productores dejan el coyotaje que sólo compra el producto a bajo precio, y construyen un modelo con un producto terminado que genera valor agregado. Esto provoca un estado de satisfacción en las familias campesinas, lo que refuerza el trabajo en equipo, y con orientación de la cooperativa se buscan más opciones para mejorar la calidad del producto y preservar las tierras que han mantenido a estas familias durante varios años, tierras a las cuales la comunidad Tzeltal les tiene amor y respeto.

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Los frutos de la organización formada en el 2002 con tan sólo 22 productores están a la vista: hoy la cooperativa sustenta a 253 familias. De voz en voz, las comunidades tzeltales han adoptado una nueva forma de trabajo, enriquecida por la maravillosa identidad de este pueblo. Ellos aportan parte de su esencia a la imagen del producto, al que visten de amor e historia, valores que complementan el círculo de una empresa comprometida con el reconocimiento del trabajo en equipo. Y con él, el cuidado de la madre tierra y la lucha contra la violenta forma impuesta en el modelo de trabajo moderno.

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Durante este mes de abril se inicia una nueva etapa en la vida de la cooperativa, con la inauguración de la nueva planta-escuela de café en Chilón, que contribuirá a triplicar la producción y enseñará a los productores nuevos procesos que beneficien la calidad del producto, siempre haciéndoles saber la importancia de su trabajo y fomentando el aumento de la calidad en los granos para así también generar mayor retribución por el tipo de producto que ellos entreguen, siempre buscando el beneficio económico colectivo.

Notamos que en el sur alguien esta haciendo algo muy bien, demostrando que distintas formas de trabajo son posibles, que la unidad puede cambiar el rumbo de un país y que el trabajo en equipo sí es sello de las raíces mexicanas, aportando crecimiento y estabilidad a una región que incluso está dentro del margen de pobreza más fuerte de México.







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