La biodiversiad se mueve. Su distribución real no es esa que vemos en el presente, sino un continuo de contracciones y expansiones causadas por los ciclos glaciales/interglaciales que el clima terrestre ha atravesado a lo largo de los últimos miles de años.
Alguna vez expliqué el efecto de las fluctuaciones del Pleistoceno (últimos dos millones de años) con un ejemplo de las montañas mexicanas. Pero hoy quiero contar cómo la biodiversidad también se ha movido más allá de los cambios climáticos del Pleistoceno. El clima de la Tierra hoy y hace 60, o hace 30 millones de años no es el mismo. La forma de los continentes no es la misma. Las montañas no son las mismas. Los ecosistemas no son los mismos. Los dinosaurios ahora son pequeños, están cubiertos con plumas y vuelan. Nada pareciera lo mismo, y sin embargo, en algunos lugares existen relictos de la vegetación que alguna vez fue.
El bosque de laurisilvia, colgado en las zonas húmedas a 400-1000 msnm de de Islas Canarias, es uno de esos sitios. Una no lo imagina al primer vistazo. Parecen bosques de niebla como tantos otros.
Bosque de laurisilva en Teno, Tenerife.
Similar a los bosques mesófilos mexicanos, pero más frío, sin helechos arborescentes y dominado por cuatro especies de Lauráceas: Laurus azorica, Apollonias barbujana, Ocotea foetens y Persera indica.
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