En efecto, algo cambió en Guatemala. Resulta sorprendente ver cómo parientes, amigos, personas en general que nunca tuvieron participaron política, hoy cuentan alborozados su presencia en las decenas de manifestaciones y concentraciones que desde mediados de abril hasta principios de septiembre se observaron en el país. El repudio a la corrupción y a la clase política fueron la causa fundamental de la voluntad que animó estas históricas jornadas. La “antipolítica”, que es común encontrar en otros países, paradójicamente hizo participar en política a cientos de miles de guatemaltecos. Porque fue política lo que hicieron durante estos últimos meses. Fue la política que repudia a la política y a los partidos políticos. Como también sucede en otros países, este repudio a la política tiene razones sustentadas.
Pero la paradoja no termina allí. La antipolítica tuvo varios frutos. Logró el encarcelamiento de varios funcionarios públicos, la renuncia y arresto de la vicepresidenta Baldetti e igualmente la renuncia y encarcelamiento del presidente Pérez Molina. También el rechazo electoral a lo que en el imaginario popular fue visto como la encarnación del político corrupto: Manuel Baldizón. Pero finalmente tuvo un resultado perverso: quien capitalizó electoralmente la antipolítica fue un político que fue exitoso al disfrazarse de ciudadano a secas: Jimmy Morales. Hoy en México se tiene un fenómeno similar, un candidato independiente -que en realidad no lo es-, ganó la gubernatura de Nuevo León.
En realidad Jimmy Morales, hoy lo sabemos bien, tiene varios años de estar participando en política. Como suele suceder con los políticos de Guatemala en el contexto de un sistema de partidos débil y volátil, Morales lleva ya tres partidos en su haber: Acción de Desarrollo Nacional de Adela Camacho de Torrebiarte, Nación fundado por él y ahora el Frente de Convergencia Nacional fundado por ex militares contrainsurgentes y empresarios ultraderechistas. Su triunfo es también resultado del apoyo que le dio el Partido Patriota del hoy encarcelado Pérez Molina y se ha alegado que la estructura y financiamiento del otrora delfín del expresidente, Alejandro Sinibaldi, fueron puestos al servicio del propio Morales. También un sector de evangélicos fundamentalistas. Y el apoyo explicito que recibió desde la cárcel de parte de Byron Lima, el asesino convicto de Monseñor Gerardi, no tiene desperdicio. Si llega a gobernar, lo hará con una alianza vergonzante de las bancadas del partido Líder, el Patriota y el propio FCN, el cual solamente cuenta con poco más de una decena de diputados de los 158. Representando a lo más extremista de la política nacional, Morales será rehén de la clase política tradicional y de la derecha contrainsurgente.
Veremos entonces a los veteranos militares y a la Fundación Contra el Terrorismo ensoberbecidos. A la justicia transicional con un contexto todavía más adverso. Será una continuidad de lo observado con Pérez Molina: vocación contrainsurgente y fundamentalismo neoliberal. Y temiendo esto no puedo sino recordar a una bella muchacha en una de las manifestaciones callejeras con una pancarta que decía: “si protestamos como leones no votemos como burros”.