• Paul Mason/Revista Sin Permiso
  • 03 Febrero 2015
".$creditoFoto."

En el cuartel general de Syriza, el humo del cigarrillo se arremolina en el café formando figuras. Si pudiera reflejar las formas que hay en la cabeza de los hombres inclinados sobre sus cafés, serían probablemente los rostros del Ché Guevara, o de Aris Velujiotis, el luchador de la resistencia griega durante la II Guerra Mundial. Son izquierdistas veteranos que esperaban acabar sus días como profesores de asignaturas esotéricas como economía del desarrollo, legislación sobre derechos humanos y quién mató a quién en la Guerra Civil. Y en cambio, resulta que están a punto de llegar al poder.

 

Todo lo que ofrece el café, además de la posibilidad de contraer un cáncer de pulmón, son café solo y bollos. Pero en vísperas de la jornada electoral, encontré a sus parroquianos confiados y perplejos.

 

Sin embargo, las oficinas centrales de Syriza no son el lugar para saber más de la radicalización. El hecho de que un partido que tiene "comité central"  llegue incluso a acercarse al poder no tiene nada que ver con un repentino giro de la mentalidad griega hacia el marxismo. Atestigua, antes bien, tres cosas: la crisis estratégica de la eurozona, la determinación de la élite griega de aferrarse a una corrupción sistémica, y una nueva forma de pensar entre los jóvenes.

 

De todas estas cosas, la más fácil de entender es la crisis de la eurozona, debido a que sus consecuencias se pueden leer con suma facilidad en las cifras macroeconómicas. El FMI predijo que Grecia crecería como resultado de su paquete de ayuda de 2010. Por el contrario, la economía se ha contraído en un 25%. Los salarios han bajado en la misma proporción. El desempleo juvenil continúa en un 60%, y eso entre los que todavía siguen en el país.    

 

De modo que el derrumbe económico – por el que todos los griegos, tanto de izquierda como de derecha, se sienten resentidos – no se contempla solamente como derrumbe material. Demostró una completa miopía por parte de la élite política europea. En todo el drama y la comedia no hay figura más risible que un hombre rico que no sabe lo que está haciendo. Durante los últimos cuatro años la Troika – la Comisión Europea, el FMI y el Banco central Europeo – le ha ofrecido ese espectáculo a los griegos.

 

Por lo que respecta a los oligarcas griegas, su desgobierno es muy anterior a la crisis. Y no se trata solo de los célebres magnates navieros, cuyo sector no paga impuestos, sino de los jefes de los grupos energéticos y de la construcción, y de los clubes de fútbol. Tal como me dijo un eminente economista griego la semana pasada: "Estos tipos llevan evitando pagar impuestos desde la dictadura de Metaxas, la ocupación nazi, la Guerra Civil y la Junta militar". No tenían intención de pagar impuestos cuando la Troika empezó a pedir a Grecia que equilibrara las cuentas después de 2010, razón por la cual cayó el peso sobre los griegos atrapados en el sistema PAYE, una población activa de 3,5 millones, que cayó durante la crisis a sólo 2,5 millones.

 

Los oligarcas permitieron que el Estado griego se convirtiera en un campo de batalla de intereses en conflicto. Como dijo Yiannis Palaiologos, un periodista griego, en su reciente libro sobre la crisis, hay una "irresponsabilidad generalizada, una sensación de que no hay responsables, de que nadie está dispuesto o es capaz de actuar de custodio del bien común".

 

Pero su impacto más corrosivo es el que tiene sobre las capas de la sociedad   que están debajo. "Ahí va X," se dicen los griegos unos a otros al ver a los ricos dirigirse a sus mesas en restaurantes de moda. "Ese controla a Y en el Parlamento y tiene un lío con Z". Como un culebrón, pero de verdad, y hay demasiados griegos atentamente fascinados por él.  

 

En tres elecciones generales, el logro de Syriza ha consistido en politizar la cuestión de la oligarquía. La palabra griega para hablar de ella es "los enredados", y estaban, sobre todo, enredados en el duopolio político centrista. Dado que Syriza no les debe nada, su líder, Alexis Tsipras, pudo así descargar su artillería retórica sobre las cuestiones de la corrupción y la evasión fiscal, y esto caló masivamente entre los jóvenes.

 

Y he aquí el por qué. En una economía de mercado funcional, la clásica pareja en un restaurante de postín es joven y de edad parecida. En mis viajes por la eurocrisis – de Dublín a Atenas – he advertido que la clásica pareja de una época disfuncional es un hombre canoso con una veinteañera. Se convierte en una historia de viejos de poder oligárquico alardeando de su riqueza e influencia sin sufrir ningún oprobio.

 

Se usurpa a los jóvenes cuando la oligarquía, la corrupción y las élites políticas ahogan la meritocracia. El repentino surgimiento en Grecia de pequeños partidos centristas dirigidos por jóvenes profesionales carismáticos es testimonio de que esta generación ya ha tenido bastante.

Pero para cuando empezaron a actuar, Tsipras ya estaba allí. 

 

Desde fuera, Grecia parece un negativo gigante: pero lo que hay debajo del ascenso de la izquierda radical es el surgimiento de nuevos valores positivos, y entre una capa de gente joven mucho más amplia que la base de apoyo natural de Syriza. Se trata de los clásicos valores de la generación en red: independencia, creatividad, voluntad de tratar la vida como experimento social, actitud global.

 

Cuando surgió Amanecer Dorado como una pavorosa y violenta fuerza neonazi, con un apoyo – en un momento dado – del 14%, lo que sorprendió a los jóvenes en red fue cuánta gente de la élite política los mimó. Los que saben de Historia podían ver una repetición del final de Weimar parpadear ante sus ojos: unos nazis alucinados agasajados por grandes hombres de negocios que ansían orden.

 

Llevo informando de la crisis griega desde que comenzó y lo que cambió en 2015 fue esto: que Syriza había ganado ya el sólido apoyo de cerca del 25% de los votantes en las cuestiones referentes a Europa y la economía. Pero hoy una parte mayor del electorado griego, sobre todo los jóvenes, está dando señales de que ya han tenido bastante de corrupción y élites.

 

Grecia, aunque atípica, también ha sido siempre un indicador: esto es lo que sucede cuando fracasa el capitalismo moderno.  Porque burócratas ineptos y élites corruptas los hay en todas partes: solo los billones de dólares creados y bombeados a la economía de sus respectivos países para evitar el derrumbe les protege de ser examinados como en Grecia.

Nos enfrentamos a dos años de incertidumbre electoral  en Europa, con la extrema izquierda y la derecha dura compitiendo ahora por el poder en España, Francia y Holanda. Hay quienes van proclamando este "fin del neoliberalismo".

 

No estoy seguro de eso. Lo único que es cierto es que Grecia muestra cómo podría terminar.

 

Paul Mason es editor de economía de Channel 4 News. Su libro Postcapitalismo: A guide to our Future, que será publicado por Penguin en la primavera de 2015.

Revista Sin Permiso: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=7711

 

Click HERE is best bookmaker in the world.
Offers Bet365 best odds.
All CMS Templates