• Sergio Mastretta/Fotografías de Gabriel Villalobos
  • 11 Febrero 2016
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Esta es la historia de los niños ralladores en la Montaña de Guerrero, la furia de un gringo viejo contra el espejo-televisor por el que ha mirado el mundo, el guapo estreñido y adicto en el Super Bowl, la denuncia premium de Beyoncé y la amarga y absurda guerra del narco en México que nos ha dejado en diez años más de cien mil muertos y, al 31 de diciembre del 2015, la cifra precisa de 27,659 desaparecidos. Escribo un día después del juego, y lo hago a flashazos, como si la vida nuestra fuera un permanente ir y venir de cortes comerciales y nunca sabremos si nuestros sueños y desgracias son reales.

 

1

Esta historia empieza ahora mismo, cualquier día de este febrero invernal, en un paraje perdido en la Montaña de Guerrero, con un grupo de niños y niñas a gatas y ocultos entre las matas de amapola que fácilmente los cubre. Son los niños del opio en Guerrero (El Universal, 13/7/2015). Cada uno lleva un instrumento corto de madera del que se amarran dos navajitas filosas. Cada uno sabe lo que tiene que hacer entre las flores rojas que encienden un filito de la sierra, un campo en el que los adultos no pueden andar so pena de aplastar la fuente de su sobrevivencia, pero los pequeños sí: cuidan de no pisar tallos y flores caídos, identifican los bulbos que están a punto y cortan en circunferencia para que brote una lechita blanca que recogen en latitas de jumex. Si la cosecha es buena, la ralla que esa familia logrará de ese campo les dará 700 gramos, 900, chance hasta un kilo de la goma que en cientos de escurrideros hormiga baja hasta los caminos que se disputan las bandas que controlan las montañas agrestes asomadas a la cañada ardiente del río Balsas.

Ellos rallan la goma que le deja a las mafias que la controlan 17 mil millones de dólares al año. A la familia campesina productora le llegará algo, muy poco, de esa cifra brutal, inimaginable en este estado de precariedad serrana. Sólo una mirada larga a la historia de Guerrero permite entender –me pondré cinematográfico— el éxtasis y la agonía de este narco-estado. La goma de los generales del ejército y los policías de la Brigada Blanca antiguerrilla en los setenta, el ascenso de los narcos sinaloenses en los 80-90, la pasta marrón de los Chapos pulverizada entre los rojos y  los guerreros unidos y sus desgraciadas guerras en los dos miles. La goma que desde hace tres generaciones explica la sobrevivencia de los niños campesinos de la sierra.

Nada saben de analgésicos esos niños de la Montaña. Nada saben ellos de painkillers, ni de adicciones y sobredosis en la sociedad norteamericana. Por la noche, amoratados por el frío, se asomarán al mundo por ese espejo mágico incomprensible de la televisión.

Y si es el primer domingo de febrero, tal vez vean el superbowl.

 

2

“¡Damm you, Cam Newton… Go to hell Panthers!”

El viejo está furioso y quiere destrozarlo todo, consciente de que en ese momento es imposible matar al coreback de las Panteras.

Pero tiene a la mano el televisor.

Lo estrella a gritos de damms y hells contra el piso. Chas, chas, chas… con el palo de la escoba, con el cortinero, con la pata de una silla, con un aparecido de la nada martillo negro, con toda la furia acumulada por este hombre contra el espejo de su mundo, contra todo su destino de gringo blanco pobre, con todo pega él,  y ahí está él, reproducido miles y miles de veces en youtube, haciendo lo que muchos quisieran hacer porque todos tienen un motivo.

Destrozar su espejo. Fulminar el televisor.

Porque así no puede acabar el juego.

“¡Game is over, dad… Jesus Christ, dad!”

Sí, el hijo graba golpe a golpe la desgraciada figura camiseta 13 que ahora mismo arrollaría a un linebacker. El juego ha terminado en la sala de ese hogar de Carolina y sólo se oyen los gritos y los martillazos al televisor estrellado contra el piso luego de que el Bronco número 22 metiera el touchdown que mata a sus panteras. No, no hay un painkiller de ninguna trasnacional farmacéutica que termine con la locura instantánea de este fanático apabullado por la deshonra de su fantasía.


Menos mal que no tuvo en sus manos un gunshot para acabar consigo mismo.


Go to hell, black panthers… (Video en youtube)

 

3

Quince anuncios antes de esa terrorífica jugada que mató al televisor del fanático observo a un gringo guapo y compungido recargado en la barra de un bar. 50 millones de gentes observan en sus televisores vivos el anuncio más intrigante de la jornada. No vemos marca alguna a la que consignar los cinco millones de dólares que cuesta el comercial en este “super domingo”. Algo le pasa al hombre, pero nos ayuda el guionista al insertar la palabra ENVY ocupando un tercio de la pantalla. Envidia, la palabra más provocadora de la historia humana, la razón de ser del capitalismo, la emoción última que explica que los millones de asalariados del mundo se levanten todos los días a sufrir su destino, ahí está, en el mero arranque de los cinco millones de dólares, del segundo uno al cinco.

Ese rostro atribulado del gringo tiene el dolor de la envidia.

Porque algo le duele, decimos, mientras el guapo escucha el sonido de un wáter invisible en el sanitario al fondo y mira salir a un plácido y trajeado hombre blanco que suponemos ha descargado feliz sus intestinos. Sí le pasa algo, ya entendemos, ¡está estreñido!, y hasta el perro que encuentra fuera del bar, sí, hasta él, puede liberar la cadena alimenticia. Todos menos él. 






No está triste, está estreñido. Faltaba más, aquí está el remedio para los adictos. (Video en youtube)

 

Si necesitas opio para arreglártelas con tu dolor crónico, dice la voz en off, es que seguro tienes OIC, Opium Induced Constipation (estreñimiento inducido por el opio). Y cómo lo sabes: si tus heces salen duras, si tus tripas no se mueven mucho, si vas y vas al baño y nada, y si entonces tienes envidia y traes la barba de dos días y la cara de este gringo triste. Entonces eres uno de los millones de adictos a los opiáceos base de las fórmulas de los painkillers, los analgésicos que los médicos norteamericanos han recetado de la mano de las farmacéuticas que se anuncian en los superbowls en los últimos veinticinco años –en el 2013 firmaron 207 millones de recetas, un buen tanto más que los 76 millones de 1991.

Claro, viene en la letra chiquita que nadie ha leído: el opio estriñe. Así que no sólo serás un adicto, sino que para bloquear el dolor provocará que tu cerebro libere moléculas que enlazarán también con su sistema digestivo… y dirás adiós al movimiento regular de tus intestinos. Pero yo te enfermo, yo te curo, yo te mato. Una píldora mata otra píldora, que para eso invierten las Bayer, las Pfizer, las Johnson-Johnson, las Glaxo, las Merck, las Novartis, las Lilys y demás que al año venden juntas más de 300 mil millones de dólares en fármacos. Y lo saben los de AztraZéneca, que esperan con su píldora anti estreñimiento sacar buena raja de los 1580 millones de dólares que nada más por este remedio se esperan obtener en el 2017 en el mercado de Estados Unidos. No importa que también tenga letra chiquita y su contraindicación provoque entre otros males dolor de estómago, jaquecas, pedos inoportunos y diarreas.

Para ellos el Superbowl tiene otro comercial, otro fármaco y miles y miles de médicos que prescribirán millones de recetas.

                                

4

Así que podemos ir a buscar esos muertos por sobredosis de heroína en EU desde los gringos estreñidos y sus comerciales en el Superbowl para entender la tragedia mexicana en Guerrero.

Según el Centers for Disease Control and Prevention, o CDC, cerca de dos millones de norteamericanos abusan de la prescripción médica de analgésicos, y por sobredosis mueren 44 personas al día, cuatro veces más que en 1999. El uso de los fármacos con  hidrocodona, methadona, oxycodone y oxymorphona ha alcanzado niveles epidémicos en Estados Unidos, y centenares de miles de sus consumidores acaban adictos a la heroína. De hecho, las autoridades calculan un incremento del 65 por ciento en el consumo de heroína en los últimos años: en el 2007 se contaron a 373 mil consumidores, pero en el 2013 ya sumaron 681 mil. El costo en seguros por todos esos tratamienos alcanza los 72 mil millones de dólares.

México es ya el principal productor de la goma que convertida en heroína abastece el mercado gringo. ¿Cuánta de ella se convertirá en las pildoritas contra el dolor de cabeza? ¿Cuántos millones de pinchazos en antebrazos negros y blancos? Los cárteles han desplazado su negocio cada vez más a la amapola desde la coca y la marihuana. Es un asunto de dinero y de empresarios narcos que lo han olfateado: el precio del kilo de marihuana producida en el Triángulo Dorado de Sinaloa, Chuhuahua y Durango ha caído de 100 a 25 dólares el kilo; en Guerrero, el desbarranco de la marihuana lo llevó hasta los 17 pesos. Pero el precio del kilo de goma de opio en el mismo Triángulo alcanzó 1,500 dólares en febrero del 2015 casi el doble que en el 2012. En Guerrero, el kilo llega a los 900 dólares. Pero otras son las cifras en el mercado gringo: en el 2012 se contabilizaron --según datos de la Casa Blanca citados en un reportaje del portal Sin embargo de febrero del 2015--, 335 mil consumidores de heroína (eran 119 mil en el año 2013) que gastaron 27 mil millones de dólares en alrededor de 43.5 millones de dosis de 622 dólares cada una en promedio.

Todo un mercado de los adictos a los painkillers que aquí llamamos analgésicos.

México pasó de producir una especie alquitrán negro de baja calidad --y sus cárteles mejor comerciaban variedades colombianas— a producir una heroína marrón  y heroína blanca de alta calidad. Y esa es la que incautan los soldados cuando lo hacen en la Montaña de Guerrero – según reportes de la Secretaría de Defensa Nacional: las Incautaciones de heroína en México  en 2014 sumaron 259 kilos, un 42 por ciento más que en 2013, y las de semilla de amapola pasaron de 871 kilos en el 2013 a 3,600 kilos en el 2014. Buena parte de ella, en Guerrero.

Es la misma heroína que incautan cada vez más en la frontera los gringos, cuyo gobierno informa de un incremento en 300 por ciento en los decomisos en los últimos años. Lo que les permite reseñar la manera en que operan los cárteles en Guerrero:

Kyra Gurney, escritor del portal Insight Crime describe, al hablar de la forma en que operan los cárteles mexicanos, que “durante el invierno, los cosechadores, conocidos como ‘ralladores’, usan cuchillas para cortar las vainas verdes de amapolas en flor y recoger su savia. Cuando la savia se seca y toma un color marrón, los recolectores la enrollan en forma de bolas o tortas, que son vendidas a grupos criminales o a sus intermediarios. Según Associated Press, en Guerrero los compradores afiliados a grupos criminales locales viven en su mayor parte en poblados con zonas de cultivo de amapola, donde trabajan como supervisores hasta el momento de la cosecha. Los compradores usan radios de onda corta para comunicarse con sus jefes y programar transportes cuando han comprado suficiente goma de opio.”

Lo que sigue ocurre en los laboratorios, con químicos expertos que la procesan con anhídrido acético. Ya seca, toma su camino en esos saquitos que salen en las películas en las escenas que generalmente terminan a balazos.

Y los balazos en México van en serio: en Guerrero son al menos diez las bandas que se disputan la región, con un índice de asesinatos 800 por ciento superior a la media nacional (Cifras de la guerra del opio, El Universal). En ese costal se arroja la palabra Ayotzinapa.

No está triste, está estreñido. Faltaba más, aquí está el remedio para los adictos. (Video en youtube)

 

Si necesitas opio para arreglártelas con tu dolor crónico, dice la voz en off, es que seguro tienes OIC, Opium Induced Constipation (estreñimiento inducido por el opio). Y cómo lo sabes: si tus heces salen duras, si tus tripas no se mueven mucho, si vas y vas al baño y nada, y si entonces tienes envidia y traes la barba de dos días y la cara de este gringo triste. Entonces eres uno de los millones de adictos a los opiáceos base de las fórmulas de los painkillers, los analgésicos que los médicos norteamericanos han recetado de la mano de las farmacéuticas que se anuncian en los superbowls en los últimos veinticinco años –en el 2013 firmaron 207 millones de recetas, un buen tanto más que los 76 millones de 1991.

Claro, viene en la letra chiquita que nadie ha leído: el opio estriñe. Así que no sólo serás un adicto, sino que para bloquear el dolor provocará que tu cerebro libere moléculas que enlazarán también con su sistema digestivo… y dirás adiós al movimiento regular de tus intestinos. Pero yo te enfermo, yo te curo, yo te mato. Una píldora mata otra píldora, que para eso invierten las Bayer, las Pfizer, las Johnson-Johnson, las Glaxo, las Merck, las Novartis, las Lilys y demás que al año venden juntas más de 300 mil millones de dólares en fármacos. Y lo saben los de AztraZéneca, que esperan con su píldora anti estreñimiento sacar buena raja de los 1580 millones de dólares que nada más por este remedio se esperan obtener en el 2017 en el mercado de Estados Unidos. No importa que también tenga letra chiquita y su contraindicación provoque entre otros males dolor de estómago, jaquecas, pedos inoportunos y diarreas.

Para ellos el Superbowl tiene otro comercial, otro fármaco y miles y miles de médicos que prescribirán millones de recetas.

                                

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Así que podemos ir a buscar esos muertos por sobredosis de heroína en EU desde los gringos estreñidos y sus comerciales en el Superbowl para entender la tragedia mexicana en Guerrero.

Según el Centers for Disease Control and Prevention, o CDC, cerca de dos millones de norteamericanos abusan de la prescripción médica de analgésicos, y por sobredosis mueren 44 personas al día, cuatro veces más que en 1999. El uso de los fármacos con  hidrocodona, methadona, oxycodone y oxymorphona ha alcanzado niveles epidémicos en Estados Unidos, y centenares de miles de sus consumidores acaban adictos a la heroína. De hecho, las autoridades calculan un incremento del 65 por ciento en el consumo de heroína en los últimos años: en el 2007 se contaron a 373 mil consumidores, pero en el 2013 ya sumaron 681 mil. El costo en seguros por todos esos tratamienos alcanza los 72 mil millones de dólares.

México es ya el principal productor de la goma que convertida en heroína abastece el mercado gringo. ¿Cuánta de ella se convertirá en las pildoritas contra el dolor de cabeza? ¿Cuántos millones de pinchazos en antebrazos negros y blancos? Los cárteles han desplazado su negocio cada vez más a la amapola desde la coca y la marihuana. Es un asunto de dinero y de empresarios narcos que lo han olfateado: el precio del kilo de marihuana producida en el Triángulo Dorado de Sinaloa, Chuhuahua y Durango ha caído de 100 a 25 dólares el kilo; en Guerrero, el desbarranco de la marihuana lo llevó hasta los 17 pesos. Pero el precio del kilo de goma de opio en el mismo Triángulo alcanzó 1,500 dólares en febrero del 2015 casi el doble que en el 2012. En Guerrero, el kilo llega a los 900 dólares. Pero otras son las cifras en el mercado gringo: en el 2012 se contabilizaron --según datos de la Casa Blanca citados en un reportaje del portal Sin embargo de febrero del 2015--, 335 mil consumidores de heroína (eran 119 mil en el año 2013) que gastaron 27 mil millones de dólares en alrededor de 43.5 millones de dosis de 622 dólares cada una en promedio.

Todo un mercado de los adictos a los painkillers que aquí llamamos analgésicos.

México pasó de producir una especie alquitrán negro de baja calidad --y sus cárteles mejor comerciaban variedades colombianas— a producir una heroína marrón  y heroína blanca de alta calidad. Y esa es la que incautan los soldados cuando lo hacen en la Montaña de Guerrero – según reportes de la Secretaría de Defensa Nacional: las Incautaciones de heroína en México  en 2014 sumaron 259 kilos, un 42 por ciento más que en 2013, y las de semilla de amapola pasaron de 871 kilos en el 2013 a 3,600 kilos en el 2014. Buena parte de ella, en Guerrero.

Es la misma heroína que incautan cada vez más en la frontera los gringos, cuyo gobierno informa de un incremento en 300 por ciento en los decomisos en los últimos años. Lo que les permite reseñar la manera en que operan los cárteles en Guerrero:

Kyra Gurney, escritor del portal Insight Crime describe, al hablar de la forma en que operan los cárteles mexicanos, que “durante el invierno, los cosechadores, conocidos como ‘ralladores’, usan cuchillas para cortar las vainas verdes de amapolas en flor y recoger su savia. Cuando la savia se seca y toma un color marrón, los recolectores la enrollan en forma de bolas o tortas, que son vendidas a grupos criminales o a sus intermediarios. Según Associated Press, en Guerrero los compradores afiliados a grupos criminales locales viven en su mayor parte en poblados con zonas de cultivo de amapola, donde trabajan como supervisores hasta el momento de la cosecha. Los compradores usan radios de onda corta para comunicarse con sus jefes y programar transportes cuando han comprado suficiente goma de opio.”

Lo que sigue ocurre en los laboratorios, con químicos expertos que la procesan con anhídrido acético. Ya seca, toma su camino en esos saquitos que salen en las películas en las escenas que generalmente terminan a balazos.

Y los balazos en México van en serio: en Guerrero son al menos diez las bandas que se disputan la región, con un índice de asesinatos 800 por ciento superior a la media nacional (Cifras de la guerra del opio, El Universal). En ese costal se arroja la palabra Ayotzinapa.



Un partido aburrido, un Cold Play de florecitas, una vedette que conquista al público y rinde homenaje a los Black Panthers.

Stunning, maravilloso, dicen unos y otros comentaristas. Y ha logrado traer a ese campo rayado en el que se retrata en extremo lo mucho que queda de la clase media gringa: en la era de Vince Lombardi las bandas escolares y las marchas a lo John Philip Sousa entretenían los larguísimos medios tiempos del americano; hoy esta chava del glamour les ha traído a los Black Panthers, a Malcolm X y al movimiento Black Lives Matter casi al grito de We are working to (re)build the Black liberation movement, y poco faltó para que les arrojara en la cara estas estadísticas:

5

Uno de esos negros sobrevivientes de la violencia y las drogas en las calles gringas es Mike Oher. Ya ganó un Super Bowl en el 2013 con los Cuervos de Baltimore. Juega la final con el número 73 para los Panthers y poco puede hacer contra las cargas de la defensiva de los Broncos. Mike es un gigante, y como tackle izquierdo su función es proteger a Cam Newton –sí, el que provocará los gritos de muerte del viejo contra el televisor al término del partido--, cubrir su punto ciego. "El punto ciego" es también el título del libro y la película que narran su vida. Oher es uno de los doce hermanos de una madre de bajos recursos con adicción a las drogas. Su infancia pasó por varias casas hogar, escuelas y sofás de quienes lo recibieran temporalmente. El último de ellos convenció a una escuela cristiana privada de aceptarlo como alumno, no sin cierta presión del entrenador de futbol americano. Poco después lo adoptó una familia rica cuyos hijos asistían a esa escuela. Sus calificaciones comenzaron a subir y su desempeño en los deportes fue tan sobresaliente que  le valió ofertas de varias universidades. Entre ellas escogió el alma mater de su familia adoptiva, la Universidad de Mississippi. Concluyó su licenciatura en Justicia Criminal en 2009, y ese mismo año debutó en la NFL con los Ravens. 



La balada del negro bonachón y la caritativa familia sureña…

 

"Nadie mira a los linieros ofensivos", dice Mike, y por eso odia la película con la que Sandra Bullock ganó el Óscar con el papel de la blanca sureña que rescata de la miseria al bonachón muchacho de dos metros. "La gente me mira y no me respetan gracias a la película –dice--. Realmente no ven las habilidades ni el tipo de jugador que soy.”

Mike ha logrado derrotar a su destino marcado de drogas y pobreza y tal vez muerte en las calles. Pero el domingo los Broncos le pasan por encima.

El vencedor Manning, en las declaraciones al final del partido, se ha puesto por un por un momento del lado de Cam Newton y Mike Oher: “Yo también he perdido así… Y no es una píldora fácil de tragar.”

 

7

 

Gabriel está en el estadio este domingo. Y por el celular nos manda fotos que dan cuenta de su jornada. Gabriel es mi compañero de la secundaria, pero la vida lo llevó a migrar a San Francisco hace ya muchos años.

Nos manda primero la de los Blue Angels, que pasaron arriba de su cabeza. Luego un vistazo del Metro y los rascacielos. Todo nos arroja a una fiesta que paraliza a una nación que no entendemos pero que adora ver como unos tipos, en su mayoría negros, se rompen las macetas en un arreglo que permite decenas de cortes comerciales de a cinco millones de dólares el medio minuto. Gabriel los entiende. Es un poblano que decidió vivir su vida del otro lado. Voy a sus fotos, y lo escucho:



Los Blue Angels le pasan por encima a un migrante poblano. Foto de Gabriel Villalobos.

GALERÍA FOTOGRÁFICA: EL SUPER BOWL DE UN POBLANO EN SAN FRANCISCO

 

“Yo no soy bueno para escribir, eso te lo dejo a ti, maestro. Lo que sí me queda claro es que fue en evento muy interesante, puedes ver ese estrato social pudiente que puede pagar hasta 100K, si no más dolarucos, entre boletos, estancia y diversión.  Ves todo lo que lo rodea, el capitalismo en su máxima expresión, la midia, la televisión, el marketing, la actuación de Coldplay, de Beyonce, de Bruno, y el juego, finalmente el principal protagonista, y lo real que son los guamazos, por no decir madrazos, que se dan. Sin embargo ahí vienen las quejas de las contusiones por tanto golpe en la cabeza y sus efectos secundarios, y el abuso y maltrato de muchos jugadores a sus novias y esposas, etc, etc. Queda también en claro que el Futbol Americano es el deporte más popular en este país, más que el beisbol, más que el basquet, el hockey, el soccer… Y aquí sigo, ya es el día siguiente, y en fin, todavía estoy asimilando lo que he vivido.”

Veo las fotos de Gabriel y pienso en su entusiasmo. No necesariamente es malo el éxodo. Explica mucho de lo que somos. Y con personas como mi amigo viejo de la secundaria, es real la posibilidad de reinventarnos.

 

8

 

Esta historia comienza con los niños de la sierra y las píldoras que vuelven adictivos a los gringos.  Y es la historia que sigue viva en la píldora amarga de la violencia en Guerrero.

La historia de la república de las drogas la cuenta Humberto Padgett en un reportaje de febrero del 2015 en el portal Sin Embargo Guerrero: caminando por los campos de la goma, y es la historia de un gomero viejo que todavía puede subir hasta los campos de amapola y que ha visto subir y mandar y bajar y morir a los capos sinaloenses y a sus compadrea generales y policías desde los tiempos en los que el general Acosta Chaparro y Rubén Figueroa arrojaban guerrilleros al océano Pacífico en el mismo bimotor con el que transportaban los cargamentos de heroína más allá de la frontera del Bravo:

Escribe Padgett en lo que sin duda es el reportaje más logrado sobre la tragedia campesina en los caminos del sur profundo de México:

 

–Yo le vendí a todos –el anciano retoma la palabra. –Yo fui de los primeros que sembró amapola. Tenía vacas y cortaba goma. Fui ¡corredor! Compraba a quienes sembraban, que al poco tiempo éramos todos, y le vendía a los señores de Sinaloa.

– ¿Ellos también sembraban?

–Sembraban ¡toneladas! Y compraban ¡toneladas! Ellos nos enseñaron todo: a sembrar, a cortar… Eran buenos tiempos. Pagaban el kilo, ponga usted, a 25 mil, 30 mil o hasta 35 mil pesos de ahora. Hoy uno sufre porque le paguen 15 mil pesos –Eulogio se queja por primera y última vez de algo.

– ¿Se ha dejado de sembrar?

–Puede que se siembre más, pero ahoy siembra la mitad de la gente de la que sembrábamos hasta hace pocos años.

– ¿Siembran los policías municipales que son de por aquí?

– También, todos ‘tan metidos.

– ¿Y los policías estatales?

– ¡Todos!

– ¿Y los federales?

– ¡Todos!

– ¿Y los militares?

– ¡Todos, todos, todos!

– ¿Y los presidentes municipales y diputados…?

El hombre se gira por única vez de su asiento, al lado del conductor, y entorna la vista buscando algo en el rostro de quien le interroga.

–Que ya no le hagas preguntas pendejas, brody –aclara el acapulqueño.

 

+++++

 

No hagamos preguntas pendejas. Miremos el televisor. Un viejo rompe el suyo. Una pantera negra se cantonea en el emparrillado. Un hombre triste mira el pozo sin fondo del escusado. Un poblano retrata el paso de los Blue Angels. Miles de mexicanos como Gabriel reconstruyen sus vidas y de paso, poco a poco, le cambian la cara a ese país que siempre será de migrantes. Unos pequeñines escuchan volar un helicóptero por la cañada. Los rojos  y los guerreros unidos se ocultan por un tiempo en sus madrigueras. Un pelotón de soldados arrastra su misión de Sísifo a machetazos contra un campo rojo de adormideraa. Una familia abandona su casa derrotada por el terror en las aldeas que circundan Iguala. Unos niños miran la televisión en una aldea de la sierra.

Un hombre se pregunta si un domingo de estos romperemos nuestro espejo.

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