• Sergio Mastretta
  • 23 Marzo 2015
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Llevo una semana con los ojos atados a los espectaculares.

Los espectaculares son televisores estáticos en la cabeza de los automovilistas que los miran como campanadas de iglesias a las que difícilmente entrarán, rectángulos obtusos  que se les vienen encima desde todos los ángulos y en cualquier esquina con ánimo de someter sus emociones en un instante: el departamento en Lomas que se lleva un tercio de la quincena, el auto que no tiene pero en el que puede soñar, el galán que nunca será metrosexual, la silueta que nunca la contendrá por más sufridos abdominales en gimnasio, los partidos por los que nunca votará y que tienen reventado al país. Al fin tan públicos, tan a cielo abierto,  tan cerezas del pastel de una arquitectura enmarañada y a salto de mata entre casa y casa, entre cables y varillas y que día a día se lleva a tirones el paisaje, los anuncios espectaculares exponen el desorden y el caos con el que nos movemos los mexicanos.

Abusivos, intrusivos, al final, ineficaces.

Los espectaculares nuestros de cada esquina.

Fotode Ángel Flores/Es Image, tomada del portal Poblanerías.

 

Los traigo en la cabeza porque no quiero verlos nunca más en los ríos de la ciudad de Puebla, ni en los camellones de sus avenidas. Y no hay mejor ejercicio si se tiene el propósito de analizar los mecanismos de comunicación en una sociedad como la nuestra, igual moderna, encristalada y pretenciosa en el monólogo de los espectaculares y los “rascacielos”, que abigarrada, caótica preñada de esperanza en las varillas que brotan de los bloks y apuntan al cielo. Una sociedad en el encierro de su arquitectura en los paralelos de riqueza y pobreza en la misma avenida, amarrada a esos rectángulos fugaces de los que brota la visión del mundo  y la idea que tienen de los ciudadanos las grandes empresas, los partidos y los gobiernos --finalmente, los principales usuarios de esos espacios mercantiles. Y ni siquiera, por ellos, los publicistas.

He buscado sus números: en el 2013 se tenían registrados 460 anuncios espectaculares, de los cuales el 86 por ciento estaba instalado ilegalmente (En Puebla, 8 de 10 espectaculares son irregulares, Ernesto Aroche, Lado B, 30 de julio de ese año)

Me he vuelto un experto en medir la distancia entre uno y otro --no puede haber menos de 200 metros entre uno y otro, brincos diéramos si así fuera--, en calificar su eficiencia comunicativa, en reprobar una y otra vez a los mercadólogos que no logran, en muchísimos casos, lo más elemental: que los espectadores entendamos el mensaje más simple y que al menos identifiquemos la marca que anuncian en los dos o tres segundos que tienen para ello si no esperan provocar un accidente.

Y ya soy un experto en ubicar la tenencia de la tierra que los soporta: sobre casas particulares, sobre edificios y comercios, sobre puentes peatonales municipales, en camellones de periféricos y Atlixcáyotls, en resquicios de autopistas federales, en arroyos de los que sólo se conserva el nombre. Experto en imaginar la fuerza de los vientos y el número de cortes sobre la manta para que no se rasgue el mensaje y demanden al armador de anuncios para la buena vida. Experto en refocilarme en la búsqueda del paisaje perdido: ayer veía los volcanes, hoy veo los relucientes y perfumados pañales de bebés güeritos que ya digieren sus gerbers.

Me he vuelto un experto en espectaculares, entonces, por lo menos en lo mínimo para preguntarme:

¿Qué sociedad es esta que los autoriza?

¿Quién los manda poner?

 ¿Qué orden de gobierno los regula?

¿En qué leyes se sustenta todo este movimiento de fierros y mantas y luces que acaban formando una televisora sublime con miles de televidentes que nunca pidieron encender el canal de los espectaculares?

Foto tomada de ultra.com.mx

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Todo esto por lo ocurrido hace unos días --la información de que se han concesionado 29 espacios (fracciones, dice la ley) en las márgenes de los ríos y barrancas de la ciudad de Puebla, de propiedad federal, para la instalación de anuncios espectaculares.

Concesiones que están dadas en los términos que la ley dispone. La Comisión Nacional del Agua está autorizada a otorgarlas “en uso de servicios de conservación ecológica e instalación de publicidad”. Eso dice la ley. Si un ciudadano las solicita, la autoridad del agua está obligada a otorgarlas con la salvedad de que el autorizado cumpla con “las normas estatales y municipales vigentes para la autorización de anuncios y publicidad en vialidades”.

Y si no lo hace, que por la vía del amparo se lo demanden.

La historia no es nueva: los gobiernos federal, estatal y municipal en la eterna disputa por la jurisdicción y los mandos. En medio, en el vacío, los derechos sobre el paisaje que tenemos los ciudadanos; los derechos ambientales que no tienen los ríos.

¿Quién autoriza espectaculares en las márgenes de los ríos?

Para encontrar la respuesta es necesario identificar los enormes vacíos, agujeros, ausencias.

Un vistazo a la ley:

 En México se pueden autorizar concesiones a particulares o entidades de gobierno  sobre zonas federales en orillas de mares, ríos, lagunas, presas, etc. Las finalidades pueden ser diferentes, por ejemplo, la construcción de puentes, la construcción de parques, por ejemplo, el parque ribereño esta sobre una zona federal. Los hoteles pueden poner en las zonas federales sombrillas, anuncios, palapas. ¿Qué acota a estos permisos? Las leyes estatales, los lineamientos de protección civil estatales o municipales y la PROFEPA, solicitando los Manifiestos de Impacto Ambiental (MIA) cuando así se requieran. Una obra definitiva, como es el caso de los puentes que cruzan carreteras, o muelles en las orillas del mar, siempre requerirán de MIA.

El propósito de que existan zonas federales, y que estén acotadas en la ley, es que deben de ser preservadas y protegidas entre otras cosas es porque son zonas de riesgo. ¿Cuantos ríos se han llevado puentes y construcciones durante una tromba, por ejemplo durante las lluvias de 1999 en la sierra norte? Por ello, es elemental razonar que cualquier intervención en esas márgenes deba contar con una Manifestación de Impacto Ambiental.

La otra dinámica que regula las construcciones u ocupamientos de zonas federales está en los ordenamientos municipales en materia de construcciones y anuncios (COREMUN), en los capítulos de permisos y licencias de construcción o en materia de anuncios. El que CONAGUA otorgue permisos de ocupación con diferentes fines a particulares está contemplado en la ley, pero están acotados a las normas de protección civil e impacto ambiental a cargo de los gobiernos federal, estatal y municipal.

Vamos al detalle de las concesiones recientemente aprobadas por CONAGUA.

En el caso de Puebla, el Congreso sacó una ley en materia de anuncios en vialidades estatales pero la dependencia correspondiente (SDROT o como se llame) nunca sacó los reglamentos correspondientes. Por lo tanto la ley no está reglamentada aun. Entonces, ¿cómo se pueden expedir permisos sin reglamentos para hacerlo? Con el puro permiso de CONAGUA --que cumplen con los términos de la ley-- no se pueden construir los espectaculares.

Es aquí cuando aparecen los empresarios y constructores de espectaculares, que, por lo que puede verse en las ubicaciones de las concesiones otorgadas, no sólo conocen los últimos resquicios disponibles en las principales avenidas poblanas sino que son expertos, ellos sí, en el conocimiento de todas las oportunidades que la ley y sus vacíos les otorgan. Los que se dedican a este negocio saben de los vacíos y discrecionalidades de las leyes y reglamentos y en su actuar se van más allá de lo que sus permisos señalan: abren agujeros y cimientan bases de concreto en una semana sin tener todos los permisos en la mano, y en diez días plantan sus espectaculares pesados y riesgosos en zonas donde no han sido autorizados aun.

Y reconocen perfectamente la debilidad de las instituciones de gobierno en el área que les concierne:

El gobierno municipal en su oficina ambiental acaba de pasar por una convulsión de corruptela que derivó en el despido de la funcionaria responsable justamente del tema de los espectaculares. Y ha dispuesto en el mismo escritorio las tareas de desarrollo urbano y medio ambiente,

El gobierno estatal desmanteló casi por entero la propia Secretaría de Medio Ambiente. ¿Con qué recursos humanos va a impulsar el trabajo de reglamentación de la ley?

La CONAGUA tiene también la obligación de inspeccionar, pero le falta capacidad para hacerlo.

Si los vecinos de la colonia Lomas del Club de Golf no se dan cuenta de que les abrieron un hoyo en la vecindad del río Atoyac, a unos metros del puente de Cúmulo de Virgo, ¿cuándo hubieran aparecido las autoridades? Unos y otras habrían contemplado, cada una con sus emociones dispares, los mensajes por venir de las campañas electorales colgadas a 25 metros de altura sobre los árboles del parque ribereño.

 

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Me asomo el domingo por la tarde desde el puente de Cúmulo de Virgo al margen sur-oriente del río Atoyac. Alguien ha tapado el hoyo abierto hace una semana y ya dispuesto para que hundieran en él un monolito cúbico de cuatro por dos por dos.

¿Me pregunto si los ciudadanos que interpusimos la queja hemos ganado este round? No estoy nada seguro.

Los espectaculares que se quieren plantar en las márgenes de los ríos poblanos forman parte de la locura infernal que arrastran las campañas políticas. Los partidos necesitan espacios. Todos. Y no les faltarán ni el dinero ni los publicistas. Por eso vienen al asalto del río.

Lo cierto es que en Cúmulo de Virgo pusimos el grito en el cielo.

Pienso en el hecho sano, elemental, de que los ciudadanos preguntemos, nos informemos, nos alarmemos, protestemos. Y mucho mejor será que aprendamos a usar los causes que marca la propia ley --a pesar de todos sus vacíos-- para evitar lo que puede ser un mal uso por un concesionario con respecto a lo que se le autoriza.

 Lo cierto es que la capacidad de inspección de todas las instancias mencionadas es débil y dispersa, o no existe porque no está reglamentada (es el caso de la ley estatal). En el caso de los permisos otorgados por CONAGUA en la zona federal de los ríos Atoyac, Alseseca y San Francisco la concesión está permitida por la ley. Las zonas se concesionan acotadas por todo el marco jurídico y normativo mencionado. Un funcionario no puede negar los permisos si los formatos que se le entregan están bien llenados. Es obligación de la instancia que otorga los permisos VIGILAR que todo se haga respetando las normatividades existentes. Vigilar que se cumplan todos los pasos es lo que nunca sucede. 

Desde el puente de Cúmulo de Virgo se pude observar la memoria del río.  La trae en el alma de las tormentas. De cuando en cuando nos ajusta cuentas. Ahí queda en la margen del Atoyac por lo pronto la huella de un intento fallido.

Y qué cerquita está de la memoria geológica del río.

 

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